El desciframiento del cerebro humano ha comenzado con tecnologías como la inteligencia artificial. Leer mentes, tratar enfermedades y hasta aumentar nuestras capacidades humanas se están convirtiendo en una realidad y, en medio de su inminente llegada, algunos países e instituciones tratan de regular mediante neuroderechos lo que parece sacado de la ciencia ficción.
Neil Harbisson nació con una condición llamada acromatopsia, por lo que no puede apreciar los colores. Sin embargo, en el 2004, se implantó una antena dentro del cráneo, la cual “capta” frecuencias del espectro de luz, permitiéndole “ver” colores invisibles como infrarrojos y ultravioletas. Incluso, la antena puede recibir internet satelital o llamadas de cinco personas autorizadas distribuidas en el mundo. Este implante fue rechazado por comités de bioética, por lo que terminó siendo operado por doctores anónimos de manera clandestina.
Para Harbisson, la antena es un órgano más de su cuerpo y es conocido en la historia como el primer cyborg legal, con reconocimiento oficial del Reino Unido. Él lidera la Cyborg Foundation, con el que intenta ayudar a más humanos a convertirse en cyborg, a promover el arte ciborg y defender sus derechos cyborg.
Este caso mantiene un elemento de la ciencia ficción que ha sido tocado de manera artística, literaria y cinematográfica, pero muy pocas veces como una preocupación real: el acceso a la información del cerebro, con sus memorias y pensamientos. Es también un ejemplo de la neurotecnología, una serie de herramientas que buscan indagar en el sistema nervioso del ser humano para modificarlo, complementarlo o mejorarlo con fines médicos. Esta, con tanta potencialidad y riesgos al actuar en los cerebros humanos, necesita una regulación mediante neuroderechos.
¿Convertirse en un cyborg?
Las neurotecnologías surgen de las neurociencias, la disciplina que estudia al sistema nervioso en su complejidad, siendo el cerebro eje jerárquico, pero solo una parte de ella.
“La neurotecnología es la tecnología que está ayudando y que viene de todas vertientes como el caso de la ingeniería, la educación, y más, que ayuda casualmente a que las investigaciones en el campo del sistema nervioso vayan tirando hacia arriba”, señala Luis Aguilar, director del Laboratorio de Neurociencia aplicada de la facultad de Psicología de la Universidad de Lima.
La memoria, los recuerdos que vivimos y que hemos olvidado, son algunos de los casos aplicables a esta creciente ciencia. El análisis del mapa cerebral mediante interfaces busca, en primera medida, ayudar a personas con enfermedades como la esquizofrenia, demencia, autismo o hasta el trastorno por estrés postraumático, o enfermedades del sistema nervioso como el Parkinson y Alzheimer.
Pero, para entenderlo, es necesario aprender un término más: la inteligencia artificial. Aguilar explica: “Este mecanismo es tal que, a través de métodos informáticos computacionales, tratas de resolver problemas sencillos, a través de modelos matemáticos, o de comportamiento. Y cuando hablo de comportamiento, no solo hablo de comportamiento motor, sino también de la capacidad de raciocinio, toma de decisiones o el concepto de plasticidad o adaptación”.
El estudio de los cerebros no es nuevo, sino que contesta a preguntas básicas de la medicina de décadas atrás. “Esto tiene 100 años, desde 1906 cuando Santiago Ramón y Cajal recibe el premio Nobel muy nueva llamada teoría neuronal que ha ido evolucionando. Antes se creía que el sistema nervioso era solo una masa con una serie de prolongaciones, pero la teoría actual nos ha permitido comprender que tiene una serie de componentes”, menciona el neurocientífico. “Hemos ido desde lo molecular hasta la parte más genérica del cerebro en su forma integral. Inclusive la neurociencia actual plantea nuevos mecanismos entendimiento social: ya no estudias un cerebro, sino un conjunto de ellos”.
Ahora, la realidad nos está acercando, por lo menos en la teoría, a caminos médicos que antes se creían poco probables.
“Hay que dejar en claro que estos dispositivos que se están desarrollando sí pueden tener un impacto muy positivo en nuestra vida. Hay un grupo de personas que tiene Parkinson, enfermedades y condiciones médicas que estos aparatos les podrían hacer muy bien y hay otro tipo de usuarios que lo utilizarían como un mejoramiento cognitivo: las personas que no tienen ninguna condición médica y que quieren acceder a ellos para rendir de manera más eficiente o mejor”, señala José María de la Jara, abogado cofundador de ODDS Legal y especialista en psicología jurídica.
Pero con dispositivos como chips, incluso podrías atacar otros como la ceguera, sordera, parálisis y más, pero también irte al campo proyectado por la ciencia ficción.
En la película del 2004, ‘Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”, Clementine (Kate Winslet) se dirige a una clínica para que esta borre todos los recuerdos de su relación con Joel (Jim Carrey). Este, su exnovio, decide hacer lo mismo, pero, en el proceso, empieza a recorrer momentos tan gratos que había olvidado por completo, intentando evitar que su memoria los elimine.
Elon Musk, una de las personas más ricas del mundo, quiere conectar a los humanos con las computadoras para, con una interfaz, escuchar música o textear directamente con el pensamiento. Las promesas van más allá afirmando que en el futuro es posible guardar partes de nuestra memoria con el chip y digitalizarlas para su descarga o almacenaje con el proyecto Neuralink. Y lo está logrando: en sus primeras pruebas, además de analizar ondas cerebrales de cerdos, ha puesto a un mono a jugar videojuegos con el pensamiento.
“Son sentimientos encontrados. Como neurocientíficos, todavía no tenemos la posibilidad de entender al cerebro en su contexto real, por ejemplo, de cómo funciona la memoria, cuál es la participación de los circuitos neuronales, cómo la corteza y la precorteza hacen esa comunicación en redes neuronales específicas, qué moléculas están interviniendo. Eso está en plena construcción. Si hablamos de pensamiento, tienen una cantidad inmensas de redes que no las conocemos muy bien, entonces ¿cómo podemos nosotros atrevernos en el 2021 a decir ‘tenemos una comunicación de las ondas cerebrales con la máquina’?”, indica Aguilar.
Las promesas en este campo son grandes, pero avanza de manera desproporcionada, con mayores saltos en países donde hay mayor preocupación por el campo científico.
“Suena como ciencia ficción. Ya distintas compañías y gobiernos están desarrollando dispositivos para comunicarnos a través del pensamiento, descifrar los que otros piensan leyendo la data de su cerebro o para acceder a las bases de datos de internet a través de procesos cerebrales”, señala De la Jara.
¿Hay neurotecnologías en el Perú? Luis Aguilar refiere que sí, pero “en pocos lugares”. “Tenemos centros en Lima de investigación, centros en Arequipa, en el Cusco, con gente que también ha venido en el exterior y se han instalado en estas universidades en los últimos años. Producción hay poca, pero la nueva tecnología si hay y está llegando a Perú. Las universidades privadas, por ejemplo, están incorporando electroencefalógrafos que ya no tienen cables: un gorrito, unas gafas y a través de ellos puedes estudiar el comportamiento de una persona en cualquier ubicación. Puede tener todo ese tipo de información. Es ahí donde surge esta preocupación. ¿Qué hace usted con todo esos análisis?”
Neuroderechos y cómo Chile es pionero en su implementación
¿Alguna vez has dicho algo frente a tu celular o computadora y, a los minutos, lo encontraste como publicidad en Google o Facebook? ¿Qué asegura que este caso no se repita con inminentes tecnologías y dispositivos conectados al cerebro?
La neurotecnología, sus usos y promesas, pero también sus amenazas, ha hecho que los países del mundo, por lo menos los más avanzados, tengan interés en regularla en su inminente llegada a la masividad. Y con ella ha nacido el movimiento denominado como los neuroderechos.
“Como seres humanos siempre nos preocupa un poco, por la experiencia propia de la humanidad, de que muchos avances tecnológicos han sido mal utilizados para la sociedad. Surge esa preocupación para los neurocientíficos de que las tecnologías para el sistema nervioso que se están dando e investigando para la investigación del sistema nervioso (no solo hablo del cerebro, sino del sistema en su totalidad) nos llevan a esa preocupación ética: utilizar estas neurotecnologías actuales y del futuro para el bien, para que ayude al progreso de la humanidad”, menciona Aguilar.
El principal personaje de esta corriente en Rafael Yuste, neurobiólogo español de la Universidad de Columbia y cabeza del proyecto BRAIN (Investigación del Cerebro a través del Avance de Neurotecnologías Innovadoras), creado en el 2013 por el ex presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para descifrar y mapear el cerebro.
Con su trayectoria, lidera la NeuroRights Iniciative, un movimiento que involucra a académicos, legisladores, científicos y empresarios para crear conciencia sobre los derechos humanos y los impactos éticos de la neurotecnología.
“La neurotecnología, especialmente cuando se combina con la inteligencia artificial, tiene el potencial de alterar fundamentalmente la sociedad. En los próximos años, será posible decodificar el pensamiento a partir de la actividad neuronal o mejorar la capacidad cognitiva conectando el cerebro directamente a las redes digitales. Tales innovaciones podrían desafiar la noción misma de lo que significa ser humano”, asegura la iniciativa y, para actuar frente al caso, busca implementar “nuevos derechos humanos para las amenazas modernas”. Estos son cinco:
- Derecho a la privacidad mental (los datos cerebrales de las personas)
- Derecho a la identidad y autonomía personal
- Derecho al libre albedrío y a la autodeterminación
- Derecho al acceso equitativo a la aumentación cognitiva (para evitar producir inequidades)
- Derecho a la protección de sesgos de algoritmos o procesos automatizados en la toma de decisiones
Los neuroderechos son parte del debate mundial, principalmente en Norteamérica y Europa, pero se han materializado en Chile, el primer país en aprobar una reforma constitucional para añadirlos en su Carta Magna.
Desde el 2011, Chile realiza el Congreso Futuro donde se invitan a Premios Nobel, científicos y filósofos del mundo, con centenas de pensadores e investigadores del planeta invitados, “convirtiéndose en el evento de ciencias más grande Latinoamérica y uno de los más importantes del planeta”.
Yuste, uno de los invitados de esta importante feria de divulgación y debate, alertó en Chile que la neurotecnbología tenía un proceso tan avanzado que había una probabilidad muy alta que existan tecnologías que vayan a la última frontera: el pensamiento.
El senador de la República, Guido Girardi, fue el principal líder de este movimiento, el cual tuvo aprobación de distintas voces políticas del país.
“Hoy en día, plataformas como Facebook o Google te pueden predecir, te pueden anticipar, pero a partir de datos. Necesitan tus datos. No pueden leer directamente tu cerebro. Pero con estas neurotecnologías, con estos interfaces, ya podrían leer, sin necesidad de intermediación de datos, tu cerebro, tus emociones, tus pensamientos, tu inconsciente. Si se puede leer todo esto, se pueden poner dentro de tu cerebro emociones, odios, afectos, historias de vida que no son tuyas, que son proyectos puestos dentro de tu cerebro que no se distinguirían si fueron vividas por ti, si fueron sentidas por ti o son productos de diseño. Esto puede tener un riesgo importante en la medicina”, señala el senador a RPP Noticias.
Para Girardi, estas neurotecnologías son tan poderosas como la energía nuclear: la puedes usar para bien o para destruir. “¿Cómo garantizas que sean solo usadas para el bien? No estamos contra la neurotecnología; al revés: estamos para propiciarla, pero estableciendo siempre que nunca pueda ser usada para impedir la autonomía, el libre albedrío del ser humano y su control y manipulación total. Ese es el punto”.
El senador señala que la reforma constitucional sobre neuroderechos en Chile se basa en dos leyes: promulgar la necesidad explícita de dar el consentimiento de la persona para acceder a las neurotecnologías y considerar a los datos cerebrales como un nuevo órgano en la persona.
“Lo que hemos hecho es establecer una cierta equivalencia entre los datos neuronales y los órganos, por lo tanto, primero tiene que haber para cualquier dispositivo un registro en una instancia nacional (en Chile, el Instituto de Salud Pública): no puede haber dispositivos que no se registren. Luego, cada vez que alguien usa un dispositivo tiene que haber su consentimiento y luego se establecen los niveles de riesgos de los dispositivos, para algunos bastará con tu consentimiento; para otros tendrá que haber además una indicación médica; y otros estarán totalmente prohibidos”.
Guido Girardi recalca que el camino está marcado y se abren distintas posibilidades en un futuro donde la inteligencia artificial será mucho más potente que en la actualidad. Un futuro donde la ciencia ficción y los superhúmanos se vuelven en realidad.
“¿Qué pasa si alguien tiene la oportunidad de subir su CI (coeficiente intelectual) 2000 puntos más que otro? El que no tenga esa capacidad intelectual mejorada será una especie de discapacitado, de minusválido para otro. ¿Todos podrán decidir cuándo mejorar sus capacidades intelectuales? No, eso lo tendrá que decidir la sociedad. Soy partidario de que es para todos o es para nadie, sino se van a formar castas de seres humanos superiores y seres humanos inferiores. Eso no se podría hacer incluso con una decisión personal ni con indicación de un médico, tendría que ser una decisión de la sociedad”, reflexiona.
Para el político, Latinoamérica está fuera en estos momentos y nuestros datos ya han sido apropiados por plataformas americanas. Sin embargo, aún estamos a tiempo de iniciar en este campo venidero. “Latinoamérica se tiene que unir para el desarrollo de la ciencia y la tecnología. No solo no vamos a competir contra lo que está invirtiendo contra Corea del Sur o China o Estados Unidos. Tendría que haber una gran asociación de Chile, Argentina, Perú, Colombia, los países latinoamericanos, para generar pensamiento estratégico latinoamericano, generar inteligencia artificial latinoamericana, para generar políticas satelital y espacial latinoamericana, para generar una dimensión de autonomía porque si no vamos a ser vasallos de estos poderes”.
Perú, leyes y oportunidades
José María de la Jara analiza el caso chileno y plantea una fórmula para implementar los neuroderechos en Perú.
“El ejemplo de Chile es interesante porque han estado trabajando con uno de los líderes de opinión de este asunto como es el profesor Yuste. Desde el punto de vista legal, existen varias discusiones sobre si debería haber incluido o no [los neuroderechos] a nivel constitucional, porque uno puede decir que ya hay ciertos derechos generales que ya te daban esa misma protección. Si tú tienes el derecho a la privacidad, ya tú podrías que, a partir de una simple interpretación, también tienes derecho a la privacidad de tus pensamientos. Por eso, el primer camino cuando se quiere pensar en regulación no debería ser constitucional. Lo que yo pensaría primero es ver los lineamientos internacionales y tratar de que se sigan desarrollando”, analiza.
Para el país, hay esfuerzos internacionales que pueden ayudar a poner guiar los primeros pasos nacionales. “La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) ha sacado ya unos lineamientos (Innovación responsable) de neurotecnologías y aún son muy generales, pero se pueden seguir desarrollando para hacerlos más concretos y aterrizarlos en distintas realidades. De manera análoga, en el Perú, en la Presidencia del Consejo de Ministros ya ha sacado una estrategia de inteligencia artificial. Ese mismo ente, la Secretaría de Gobierno y Transformación Digital, agarre esos lineamientos del a OCDE los aterrice y construya una estrategia de innovación eficiente en neurotecnología”.
Asimismo, plantea algunos debates a futuro dentro del campo de las leyes.
“Es posible que exista sobre la liberación de data por parte de los desarrolladores. En el derecho hay un principio general de confidencialidad en ciertos casos, pero hay un límite con asuntos de orden público y especialmente la comisión de crímenes. Me imagino totalmente que habrá una discusión sobre neuroderechos sobre si ese principio de confidencialidad va a regir sobre nuestra data cerebral. En una investigación ¿se podrá pedir al desarrollador dé esa data para los oficiales o no se va a poder?”, se pregunta.
“Otra cuestión que podría nacer se refiere al desperfecto de los dispositivos y el efecto que podía tener sobre la conducta del acusado. Por ejemplo, si los impulsos eléctricos produjeron que el sujeto pierda el conocimiento, en el juicio penal se podía discutir sobre la responsabilidad que puede tener ese sujeto y en una acción civil se puede discutir una indemnización por ese desperfecto”, esboza.
El futuro es cambiante, pero es seguro que la tecnología estará presente en todos los ámbitos de la vida. “Así como en el siglo XX, la geopolítica fue controlada por el control del petróleo y sus pozos, el combustible de la geopolítica del futuro son los datos, pero ya los pozos petroleros no son los tradicionales, sino los cerebros. Por eso que todos nuestros cerebros son el campo de batalla de las plataformas y la gran disputa de las plataformas por nuestra adicción, por mantenernos adictos permanentemente conectados para quitarnos nuestros datos. Nuestros cerebros generan el oro del futuro”, finaliza Guido Girardi.
“Hay que evitar caer en el sensacionalismo y la narrativa de que los robots van a quitarnos el trabajo. Es entendible, es el miedo ante lo desconocido. Con un conocimiento técnico de la tecnología, vas a poder tener una herramienta más poderosa para tu profesión”, puntualiza De la Jara.
“Si tienes educación, si tienes inversión y si tienes preocupación, vas a tener parte integral para el campo de desarrollo de un país. Los neuroderechos nos están dando los primeros pasos que creo que tendríamos que alinear para ver el futuro de las ciencias en nuestro país”, finaliza Aguilar.
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