El teléfono inteligente puede ser un instrumento de gran aporte en el salón de clases, pero muchos adultos consideran que es un elemento distractor en un ambiente que prioriza el aprendizaje. Este 2019, muchos chicos llegarán al colegio con un teléfono, y el debate se mantendrá.
Estamos a pocos días del inicio de clases este 2019. Muchos son los padres que buscan los mejores precios en útiles y uniformes, pero hay otras exigencias por parte de los chicos antes de volver a los salones. Muchos de ellos, sobre todo los que están en secundaria, comienzan a exigir un smartphone para mantenerse conectado con sus amigos y familiares. Lo cierto es que nuestro actual modelo educativo, transformado a duras penas en los últimos años, aun no permite el uso de teléfonos dentro del ambiente de clases. Parte de esa decisión radica en la visión adulta, que califica al dispositivo móvil como “elemento distractor” para el adolescente. Aun el debate es desarrollado por varios países, y el Perú no es un espacio ajeno a esta conversación.
Hay mucho por evaluar, y es una mirada a mediano y largo plazo que debemos desarrollar. En menos de 6 años, 75 millones de puestos de trabajo serán reemplazados por procesos automatizados, y el 80% de chicos en edad escolar se van preparando en las aulas para ingresar a un mercado laboral que no está diseñado aun, con trabajos que no existen todavía. Bajo esa perspectiva, en la que debemos conocer los empleos más redituables en un futuro basado en la automatización de procesos, es importante iniciar a los chicos en el uso correcto de la tecnología.
El problema tiene varios factores, pero todo se sostienen de una figura muy endeble: “ninguna de las partes tiene idea de cómo hacerlo”.
Los padres no tienen idea. Sin ánimos de ofender, creo que son muchos los casos en donde observamos a personas adultas hablando maravillados sobre las “habilidades innatas de sus hijos para el uso de una Tablet”. Frases como “nacieron con el chip”, “son nativos digitales” o “ellos ya nacen sabiendo” son excusas. Son frases cómodas para que un padre desprenda de su lista de deberes la responsabilidad de orientar a su hijo en entornos digitales. Mientras menos sepamos, menos responsabilidad tenemos. Mientras nuestros hijos sigan tomando distancia de nosotros y prefieran pasar más tiempo con una Tablet, la tecnología tiene la culpa.
Los profesores no tienen idea. Afortunadamente hay algunos que sí, pero encuentran laberintos burocráticos que deshacen cualquier intento interesante de adopción tecnológica. El discurso de cambio y la “transformación digital” ha ido jugando más con lo “digital” y menos con la “transformación”. Ante el poco atractivo de las clases, y la nula interactividad con el contenido expuesto, los docentes no tienen más remedio que prohibir el uso de smartphones. Viejos debates nos remontan a las prohibiciones de las calculadoras, por ejemplo, en donde los profesores temían por un aparato que simplifique los pasos de una operación. La época en que “la máquina tiene la respuesta” aterra a quien tiene un modelo anacrónico, basado en lo vertical y que no permite la discusión abierta de un tema en clase.
Los niños, por ende, no tienen idea. Si los adultos a cargo no tienen idea, no podemos pedirles mucho a los chicos. Añadamos a esto el eterno mensaje adjunto a la tecnología, reforzado en todo momento desde que crecieron: “toma la Tablet para que te distraigas”. Cuando lloran en un banco, cuando están aburridos en la mesa, cuando no tienen nada que hacer, un adulto les da un equipo para “distraerlos” o “borrar el aburrimiento”. Cuando entran a un colegio carente de prácticas asociadas a lo digital, el profesor ratifica esa idea: “guarde ese teléfono, lo está distrayendo de la clase”. Sí, pero no lo distrae solo porque es llamativo y más entretenido que una estéril lección en un cuarto. Los distrae por que toda la vida les hemos dicho que eso sirve para distraer. Ningún adulto les dijo “esto sirve para aprender”. Y esa omisión ha provocado esto.
¿Qué estamos haciendo mal?
No, no es una pregunta para generar culpabilidad. Por el contrario, el primer paso para solucionar un problema es, evidentemente, reconocer que hay un problema. En este caso específico, es el hecho que no hemos encontrad una manera eficiente para adaptar a los teléfonos en las dinámicas educativas. Creo que el primer debate, respecto a si deben prohibirse o no, debe ser ya superado. Evelyn Tellez, investigadora de INFOTEC en México, menciona que “no podemos luchar contra la tecnología. Es algo que llegó y que debemos implementar”.
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Evelyn Téllez, investigadora de INFOTEC, México
Este contexto es importante. En la declaración de la especialista encontramos que son los padres los que deben establecer la rutina en el consumo de estos entornos, y no son los niños los que proponen un consumo solitario. Las reglas claras y propósitos de uso provienen de los padres y tutores. Cuando un padre le da un teléfono al niño “para evitar que llore o moleste”, le estamos reforzando la idea de un dispositivo recreativo y distractor. SI esa observación la hacemos en el salón de clases, cuando el docente advierte que “los teléfonos distraen a los estudiantes” también alimentamos esa visión obtusa sobre el potencial de estos equipos.
Entonces ¿qué esperamos para usar los teléfonos en clase?
Pues no se trata de aceptar toda implementación tecnológica, porque la tecnología es la solución siempre. Laura León, fundadora y directora de investigación en la asociación “Crecer en Red”, advierte sobre los eventuales riesgos que pueden aparecer por el uso de los smartphones en clase sin supervisión docente. Entre ellos, destacan el ciberbullying y el acceso a páginas no recomendables.
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Laura León, docente de la Universidad de Lima y directora de Crecer en Red
Esta reflexión debe ser piedra angular en el desarrollo y despliegue de una rutina sana para la inserción de teléfonos en las aulas. La tecnología no es un aval en la solución de problemas, sino es un recurso que se adapta a las necesidades particulares. Las estrategias deben ser claras, pues no se trata de implementar a ciegas esto, sino de acomodar el recurso a la dinámica natural del salón.
¿Qué se hacen en otros países?
La experiencia de cada nación es singular, y es por esa razón que no podemos pensar en copiar “experiencias exitosas” solamente, cuando lo esencial es adaptar las herramientas a nuestra propia manera de pensar. Sin embargo, es bueno escuchar experiencias previas que otros gobiernos han tenido. Por eso, comparto las precisiones de dos colegas periodistas quienes, desde su perspectiva, comentan el desarrollo de estas estrategias. Por un lado, Andrea Obaid es periodista científica y comentarista de CNN Chile, además de ser una referencia en temas de ciencia en los medios radiales y televisivos de ese país. Por otro lado, Luis Ortiz es un periodista de amplia trayectoria en Costa Rica, y es un personaje clave en la convergencia digital de su país. Ambos aportan su opinión en este debate.
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Andrea Obaid, periodista de ciencia y tecnología CNN Chile, ADN Radio
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Luis Ortiz, periodista de tecnología, conductor de TELETICA, Costa Rica
Es momento de fundar las bases de un cambio estratégico del modelo educativo. Prohibir no entra en esta negociación, ni tampoco las condiciones castrantes. La experimentación incluye prueba y error, un proceso tan antiguo como el éxito. A los niños les toca ser parte activa en esta transformación digital y reconversión de la educación para adaptarla a sus necesidades cada avance tecnológico. Los docentes son los estrategas en este terreno, quienes dosifican esa cuota de innovación con modelos frescos y dinámicos, con convocatoria digital, con pasión por el aprendizaje en todas sus formas. Los padres somos los guías éticos en esta labor, hablando del tema en casa, estimulando los talentos correctos y estimando en medida real el impacto de estos dispositivos y entornos digitales en la vida de nuestros hijos. La tecnología funciona en un entorno integrado. La sociedad debe apuntar a lo mismo.
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