El estudio confirma que la estructura cerebral puede cambiar en la vida adulta, y el cociente intelectual también, porque nuestro cerebro se adapta continuamente.
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Con ayuda de una resonancia magnética, Cathy Price y su equipo, realizaron durante el 2004 una serie de experimentos con adolescentes de entre 12 y 16 años quienes previamente fueron sometidos a tests de inteligencia.
Las pruebas se repitieron cuatro años más tarde, y los resultados revelaron que el coeficiente intelectual había aumentado en unos casos y disminuido en otros en hasta 20 puntos, y que los cambios coincidían con variaciones en la estructura cerebral.
Los investigadores explicaron que los cambios en el CI estaban asociados a variaciones en una zona del cerebro relacionada con el habla y el aumento en la densidad de la materia gris en el cerebelo anterior, que integra la información sensitiva y motora y participa en los movimientos.
“Tendemos a asesorar a los niños y a decidir el curso que seguirá su educación cuando son pequeños, pero acabamos de comprobar que su inteligencia se sigue desarrollando y puede incluso mejorar hasta mucho más tarde”, aseguran los autores de la investigación.
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