La conciencia no es exclusiva de los seres humanos. Estudios recientes en neurociencia y filosofía han cuestionado la creencia de que solo nosotros poseemos este atributo, sugiriendo que muchos animales podrían experimentar algún nivel de conciencia. ¿Qué distingue entonces la mente humana de la de otras especies?
Durante siglos, la conciencia fue un concepto difícil de definir y aún más complicado de estudiar. A comienzos del siglo pasado, antes de la consolidación de la psiquiatría moderna, la mente era vista como una entidad abstracta, situada fuera del alcance de la ciencia. No se entendía el cerebro y mucho menos su papel en procesos como el pensamiento, la emoción o la conciencia misma.
Sin embargo, a mediados del siglo pasado, este panorama comenzó a cambiar. Gracias a los avances en neurociencia y psiquiatría, se la podido investigar cómo fenómenos antes considerados inmateriales -como la depresión, la ansiedad o la esquizofrenia- tienen, en realidad, raíces fisiológicas en la actividad cerebral, particularmente en la interacción de neurotransmisores. Así, la psiquiatría comenzó a integrarse con la neurología, dando paso a una visión más científica y objetiva de la mente humana.
Este cambio de enfoque también permitió redefinir lo que entendemos por conciencia. Hoy, desde la neurociencia, se considera que tener conciencia implica estar alerta, responder a estímulos, reconocerse a uno mismo, a los demás y al entorno. Desde esta perspectiva, no solo los humanos tenemos conciencia. Animales como perros y gatos demuestran comportamientos conscientes: responden al entorno, reconocen personas, se alertan ante ruidos, y son capaces de interactuar de forma coherente con su ambiente.
Pero una cosa es la conciencia, y otra distinta es la autoconciencia. Este concepto implica no solo percibir el entorno, sino tener una representación interna de uno mismo: saber quién eres, qué quieres, a dónde vas, con quién estás y cuáles son tus metas. Y aquí, según diversos estudios neurocientíficos, el ser humano parece tener una exclusividad.
La autoconciencia está relacionada con la corteza cerebral, en particular con el lóbulo frontal, una región que en los humanos está altamente desarrollada. Esta zona es clave para funciones cognitivas superiores como la planificación, la reflexión y la introspección. Es también una de las diferencias estructurales más marcadas entre nuestro cerebro y el del resto de los animales.
No obstante, hay dos especies que llaman la atención por tener una corteza cerebral más compleja que la del resto del reino animal: los delfines y los elefantes. Aunque no se ha demostrado que tengan autoconciencia como los humanos, su arquitectura cerebral sugiere un grado de sofisticación cognitiva que podría acercarse a ella.
La razón por la cual la autoconciencia parece ser exclusiva del ser humano se encuentra en las diferencias estructurales entre nuestro cerebro y el del resto de los animales. En particular, la corteza cerebral humana presenta las mayores divergencias: es más gruesa, contiene un número significativamente mayor de neuronas y posee una abundante cantidad de axones mielinizados, lo que permite una transmisión de información más rápida y eficiente.
Video recomendado
Comparte esta noticia