El estrés es una de las variables que hacen que perdamos capacidad de autoconciencia y la ruta.
Primera regla para entrenar la voluntad: la autoconciencia
Otro regalo que nos distingue del resto de animales además de nuestra capacidad de autocontrol, es la autoconciencia. Es la capacidad para darnos cuenta de lo que estamos haciendo y comprender el motivo por el que lo hacemos.
La capacidad de autocontrol no serviría de nada sin la capacidad de autoconciencia. Necesitamos darnos cuenta de cada decisión que tomamos para que la voluntad entre en escena, sino la mente actuaría en base a tomar la vía del menor gasto de energía, que son los impulsos y los hábitos. En otras palabras, para quitarme los kilos de grasa que me sobran, necesito darme cuenta de los deseos a los que me enfrento, las tentaciones constantes que me pueden hacer salirme de la ruta adecuada. Esa autoconciencia es la que hace que la mente no funcione en piloto automático, sucumbiendo una vez tras otra.
Es sorprendente pero el 80% de nuestras decisiones se toman inconscientemente, en piloto automático. De hecho, la mayor parte de las veces no somos conscientes que estamos tomando una elección. ¿Cómo vamos a ejercer autocontrol si no fuéramos capaces de saber que tenemos que controlar algo?.
La sociedad en la que vivimos nos ofrece miles y miles de alternativas para no ejercer autoconciencia y para sucumbir a deseos e impulsos. El estrés es una de las variables que hacen que perdamos capacidad de autoconciencia y la ruta. En esos momentos que tenemos la mente secuestrada por el estrés, nuestra capacidad para tomar decisiones y actuar desciende vertiginosamente.
Una forma inmediata de entrenar la voluntad es desarrollar más capacidad de autoconciencia. Y qué mejor para hacer un entrenamiento que registrar todas las decisiones que hemos tomado al cabo del día. De esa forma veremos cuántas hemos tomado conscientemente y seremos más inmunes a que el piloto automático dirija nuestra vida merced a los impulsos.
Entrenar la voluntad mediante la meditación
La mente es como un músculo moldeable. Es como un plástico que toma forma bajo la presión adecuada mantenida en el tiempo. Yo tenía tendencia a pensar mucho en el futuro a crear ansiedad en mi cuerpo por pensar en exceso, mi mente se hizo muy buena en ello, casi no tenía que pedírselo -porque independientemente que lo necesite o no- siempre tenía anticipaciones para todo lo que “me iba a ocurrir”.
Desde mi niñez me entrené hacia la preocupación, pero un día conocí el Yoga y me di cuenta que de la misma forma que entrenarnos el cuerpo, podemos entrenar la mente hacia causas mejores como el autocontrol y ejercer más voluntad en nuestra vida.
Uno de los ejercicios que los neurólogos, psicólogos y especialistas en estrés y autocontrol recomiendan es la meditación. Meditar consiste en poner la atención en algo y llevarlo hacia algo que nos transmita sentimientos positivos.
Yo lo he comprobado por mí misma una y otra vez, y estoy convencida que es un ejercicio sencillo, potente y efectivo, solo que, como todo, requiere cierta constancia hasta que se vuelva automático y un hábito en nuestras vidas.
Cuando entrenamos la mente en meditación hay una serie de capacidades que se desarrollan al mismo tiempo. Los efectos son casi inmediatos, notamos una profunda calma mental, emocional y física, incluso algunas personas logran mucho más cosas en su primera vez.
Con la práctica constante logramos mejorar de forma potente la capacidad para enfocarnos, nuestros niveles de autoconciencia se enriquecen, estamos más lúcidos, más atentos para gestionar las emociones, para controlar el estrés, para vencer los impulsos, para soltar dependencias, más vitales, más felices y en paz, por fin podemos sentir paz en el corazón y en el alma.
El efecto es que en nuestra mente casi todas las funciones vuelvan a actuar correctamente. Algunos libros mencionan que la meditación hace que fluya más sangre en el córtex prefrontal y de esa forma se potencian sus funciones. Dentro de las formas de meditación que se pueden practicar están el enfocarnos en la respiración, en un punto de luz, en los sonidos externos, en llevar la respiración al entrecejo, etc.
Todas sirven solo hay que probar hasta que encuentres la que a ti resulta más efectiva. Al tener una mente parlanchina como lo era la mía, me di cuenta que la técnica de meditación que más me funcionada era repetir mantras. El mantra, al ser un sonido o ruido que repites durante un tiempo y que puede ser un par de minutos para empezar, tiene el efecto de sacarte de tu ruido mental para pasar a repetirlo y entonces es imposible pensar durante su práctica, por tanto la mente se aquieta, se concentra en la repetición y se calma. Los mantras fueron lo más efectivo para mí y ahora los uso con mucha frecuencia, tanto a nivel personal como profesional, a mis pacientes y alumnos les encanta, he podido comprobar que también para ellos es potente y sanador cuando se oyen a sí mismos y sienten la vibración del sonido del mantra.
“Atrévete, prueba, conquista tu voluntad a través del control de tu mente. Tú estás al mando”.
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