A propósito del fallecimiento del papa Francisco, el doctor Elmer Huerta reflexiona sobre cómo distintas culturas han entendido la muerte a lo largo del tiempo, desde los primeros rituales funerarios hasta las creencias de civilizaciones como la egipcia, la inca o la maya.
Este sábado, 26 de abril, se llevará a cabo el funeral del papa Francisco, un evento que convocará a multitudes debido a la relevancia mundial de su figura. En momentos como este, es inevitable reflexionar sobre cuestiones existenciales fundamentales que nos hemos planteado a lo largo de la historia: ¿qué significa la muerte? ¿Existe un más allá? ¿La manera en que vivimos tiene consecuencias después de la muerte? ¿Hay un paraíso o un infierno? Estas preguntas han acompañado al ser humano desde tiempos remotos.
En este contexto, el doctor Elmer Huerta, asesor médico de RPP, hace un repaso sobre cómo la percepción de la muerte ha evolucionado a través de la historia. A lo largo de los siglos, diferentes culturas y religiones han ofrecido diversas interpretaciones sobre lo que sucede después de la muerte, reflejando las creencias y valores de cada época.
En primer lugar, en la prehistoria ya se han encontrado vestigios de eventos funerarios que datan de hace aproximadamente 80 000 años. Diversas excavaciones en cuevas alrededor del mundo han revelado esqueletos en posiciones que indican que fueron enterrados, lo que demuestra que la muerte y su ritualización formaban parte de las primeras sociedades humanas.
Avanzando en el tiempo, en los últimos 5 000 años, encontramos una visión más desarrollada de la muerte en las civilizaciones antiguas. Para los egipcios, la muerte no representaba el fin de la vida, sino una transición hacia una nueva forma de existencia. Creían en la existencia de una vida después de la muerte, en la que el alma del difunto continuaba viviendo, a menudo residiendo en una imagen o estatua del fallecido.
Para la cultura india, en el marco de su religión hindú, existía la creencia de que el alma regresaba a la Tierra a través de la reencarnación. Según esta visión, la posibilidad de reencarnarse en un ser inferior o superior dependía de las acciones realizadas durante la vida, concepto que los hindúes llamaban "karma". Cuantas más acciones negativas cometía una persona, más probable era que se reencarnara en un ser inferior, como un animal. En cambio, quienes acumulaban acciones positivas tenían la oportunidad de llegar al mar del Samsara, un estado de liberación en el que dejaban de reencarnarse, alcanzando la paz y la unión con lo divino.
En la cultura china, la muerte ha sido un elemento fundamental desde la antigüedad y se considera una parte natural e inevitable del ciclo de la vida. En la filosofía china, más que un final, la muerte es vista como una transformación. Se cree que el alma o el espíritu del difunto continúan existiendo después de la muerte, siguiendo un viaje hacia el más allá. Así, la muerte no se percibe como algo definitivo, sino como una transición hacia otro estado.
Por su parte, para los griegos y romanos, la muerte también era vista como una etapa natural del ciclo de la vida. En su mitología, la muerte se representaba frecuentemente como un viaje al inframundo, un lugar donde las almas de los muertos residían tras su paso por la vida terrenal. Ambos pueblos creían en la existencia de un infierno y tenían dioses específicos que gobernaban este reino subterráneo.
Para la cultura maya, que floreció en América Central y México, la muerte no era vista como el final de la vida, sino como una parte integral de un ciclo continuo en el que las personas morían solo para renacer. Este concepto estaba vinculado al ciclo de vida del maíz. A diferencia de otras culturas que creían que el comportamiento durante la vida determinaba el destino en el más allá, los mayas consideraban que, independientemente de las acciones de una persona, todos iban a llegar al mismo destino después de la muerte. En una visión similar, los aztecas también concebían la muerte no como un fin, sino como una transición hacia una nueva forma de existencia, continuando de una manera distinta en el más allá.
Finalmente, los incas, al igual que otras civilizaciones, creían en la continuidad de la existencia, considerando la muerte como una transición de una forma de vida a otra. El culto a la muerte estaba profundamente ligado a sus creencias religiosas, y los incas sostenían que los difuntos seguían siendo parte de la comunidad, lo que permitía la comunicación con ellos a través de rituales y ofrendas. Para honrar a sus muertos, los incas construyeron elaborados mausoleos y tumbas, además de practicar la momificación de algunos de sus líderes y antepasados, a quienes consideraban sagrados. Estos cuerpos eran conservados en lugares especiales para ser venerados y adorados, reflejando una relación continua con aquellos que ya no estaban presentes físicamente.
En resumen, a lo largo de la historia, el ser humano ha interpretado la muerte principalmente como una transición. Con la excepción de los mayas, muchas culturas han considerado que el comportamiento de una persona durante su vida determina el destino de su alma una vez fallecida.
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