El psicólogo educativo Luis Basadre recuerda a los padres de familia estar atentos a lo que ocurre en el mundo digital de sus hijos: conocer con quiénes hacen grupos, qué tipo de videos comparten y qué bromas hacen.
El bullying escolar no es un fenómeno nuevo en la convivencia escolar, pero en la actualidad se presenta con una intensidad mucho mayor. Así lo advierte el psicólogo educativo Luis Basadre, quien además señala que esta situación se ve agravada por una disminución preocupante del acompañamiento de los adultos, en especial de los padres. Frente a ello, muchas escuelas se sienten atadas de manos, ya que su principal socio en la tarea de educar a los menores es precisamente la familia.
Hasta hace algunos años, dice el especialista, la familia tenía un mayor control sobre las relaciones sociales de los hijos. Los amigos eran los del barrio o del colegio, y las comunicaciones pasaban por el teléfono fijo del hogar. Esto permitía que los adultos conocieran con mayor claridad con quiénes se relacionaban los menores, qué conversaciones tenían y qué tipo de juegos o bromas compartían entre ellos.
Con el auge de las redes sociales, estas plataformas han transformado los vínculos familiares. Hoy, aunque los padres tengan a sus hijos al lado, muchas veces desconocen con quiénes interactúan en línea. La tecnología ha permitido una conexión inmediata con personas que están lejos, pero ha debilitado los vínculos con quienes están cerca. Esto ha dificultado las tareas de protección, guía y supervisión por parte de los adultos.
Según Basadre, esta situación ha derivado en una ruptura de los lazos familiares que antes permitían la contención emocional. Muchos niños y adolescentes ya no sienten la presencia ni el respaldo de sus padres. En ese vacío emocional, algunos buscan llamar la atención o canalizar su frustración a través de conductas violentas, como el bullying o acoso a sus compañeros.
Frente a este escenario, el especialista recomienda a los padres estar atentos a lo que ocurre en el mundo digital de sus hijos: conocer con quiénes hacen grupos, qué tipo de videos comparten, qué bromas hacen. Existen aplicaciones que pueden instalarse en los celulares para monitorear el uso que se les da, pero más importante aún es la presencia afectiva: que el hijo sepa que su padre o madre está disponible para escuchar, para acompañar, para ayudar a resolver problemas.
El psicólogo educativo aclara que este acompañamiento no debe caer en el extremo del control total ni, por el contrario, en la indiferencia disfrazada de respeto a la privacidad. La supervisión debe adaptarse a la edad y personalidad del hijo. Si un niño es muy impulsivo o poco reflexivo, el adulto debe tener una presencia más constante. A medida que los hijos crecen y demuestran mayor madurez, se puede otorgar más autonomía, pero sin desaparecer del todo.
Otro obstáculo frecuente es el temor de los adultos al rechazo de sus hijos. Muchos padres ceden en su rol formador por querer mantener una relación de amistad con ellos, pero "educar no siempre implica ser popular". A veces el adulto deberá tolerar el rechazo o el enojo del niño, entendiendo que se trata de un esfuerzo por un bien mayor: su desarrollo sano y seguro.
El psicólogo señala que hoy vivimos una realidad dolorosa: la de "hijos huérfanos de padres vivos". Niños y adolescentes que, aunque no han sido abandonados físicamente, sí sienten la ausencia emocional de sus padres. Esta desconexión puede llevarlos a buscar formas erradas de afirmarse, como ejercer bullying hacia sus compañeros, como una forma de manifestar su descontento o su dolor.
Ante esta problemática, muchos padres se preguntan cómo saber si su hijo está siendo víctima de bullying. Basadre sugiere prestar atención a ciertos signos: cambios de comportamiento, quejas físicas sin explicación médica, pérdida constante de objetos escolares, aparición de moretones o alejamiento de su grupo habitual de amigos. Pero también es importante observar si el hijo podría estar actuando como agresor, algo que muchas veces cuesta aceptar. Traer cosas que no le pertenecen o manifestar actitudes dominantes pueden ser señales de alerta.
El especialista también aclara que no todo conflicto entre niños es bullying. Para que una situación sea considerada como tal, deben cumplirse ciertos elementos: debe haber intención de hacer daño, la agresión debe ser constante en el tiempo, debe existir un desequilibrio de poder y debe ser una acción gratuita, sin motivo aparente. Reconocer estas características es esencial para diferenciar entre una broma pesada y una situación de acoso real.
Ante todo, la solución al bullying no debe ser más violencia. En lugar de fomentar represalias, se debe trabajar con los niños y adolescentes habilidades como la asertividad, la capacidad de expresarse con claridad, de pedir ayuda cuando algo les incomoda o les hace daño. La educación emocional y la comunicación clara son herramientas clave para prevenir el acoso.
Finalmente, Basadre invita a los padres a recuperar los espacios familiares. Abrir puertas al diálogo, compartir rutinas, conversar no solo sobre lo que les pasa a los hijos, sino también sobre la vida de los adultos. Espacios como los traslados al colegio, las comidas en familia o los fines de semana pueden convertirse en oportunidades valiosas para fortalecer el vínculo. porque prevenir el bullying empieza por construir una relación sólida y cercana entre padres e hijos.
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