Miguel Figueroa, biólogo especialista en comportamiento humano primitivo, explica las raíces profundas de nuestra necesidad de tener la razón y cómo esta tendencia afecta nuestras interacciones sociales y personales.
Vivir bien
¿Por qué el ser humano tiene tantas ganas de tener siempre la razón?
Según Miguel Figueroa, especialista en comportamiento humano primitivo, la necesidad de tener la razón está profundamente arraigada en nuestra identidad. Señala que muchas veces creemos que nuestras ideas son una extensión de nosotros mismos y perder una discusión puede sentirse como una pérdida personal.
"Cuando pierdes una idea, estás perdiendo tú", dice Figueroa, subrayando cómo esta idea puede afectar nuestra posición dentro de una "tribu" moderna, es decir, nuestro círculo social o profesional.
Figueroa explica que esta percepción de perder una batalla intelectual puede disminuir nuestra valía dentro del grupo, lo que nos impulsa a defender nuestras ideas. Sin embargo, defiende una clara separación entre nosotros y nuestras ideas.
"No estamos combatiendo quién tiene la razón, sino qué idea es mejor", comenta, sugiriendo que deberíamos centrarnos más en la calidad de las ideas que en la defensa personal. Sin embargo, él defiende una clara separación entre nosotros y nuestras ideas.
Además, advierte sobre el peligro de enamorarnos de nuestras propias ideas. Este apego puede transformar debates constructivos en confrontaciones personales, donde "yo contra tú" reemplaza el intercambio de ideas. La solución, según Figueroa, radica en aprender a separar nuestra identidad de nuestras ideas y enfocarnos en encontrar la mejor solución posible a través del diálogo.
La lucha por el reconocimiento
Un aspecto fundamental que destaca Figueroa es el deseo de reconocimiento. La insistencia en tener la razón, a menudo, refleja una necesidad desesperada de ser visto y valorado. "Lo que siente una persona que a toda costa quiere tener la razón es desesperación por poder ser reconocido", comenta. Este impulso puede llevarnos a comportarnos de manera grosera en discusiones, priorizando el ego sobre la búsqueda de la verdad.
Para solucionar esto, Figueroa sugiere adoptar la mentalidad de que no es la persona, sino la idea la que debe prevalecer. "Debemos recordar que la idea de tener la razón es que la idea tenga la razón, no yo", enfatiza. Al adoptar esta perspectiva, podemos mantener la discusión centrada en el problema y no en los egos involucrados.
La frase "Sé duro con los problemas, pero amable con las personas" encapsula esta idea. Figueroa menciona que mantener la cortesía y el respeto en las discusiones permite un intercambio de ideas más productivo y menos conflictivo. Así, el objetivo se transforma en encontrar la verdad y no en ganar la discusión.
Vivir bien
El deseo de reconocimiento y la prioridad de las ideas
Emociones y racionalidad en la discusión
Otro punto crucial abordado por el especialista es cómo las emociones pueden nublar nuestra capacidad para discutir educadamente. "Cuando uno está angustiado, se vuelve menos inteligente; cuando uno está molesto, se aferra a sus ideas, se vuelve más terco", indica. Las emociones intensas pueden hacer que nos cerremos a nuevas ideas y enfoques, obstaculizando el diálogo constructivo.
Para contrarrestar esto, Figueroa sugiere etiquetar claramente los objetivos de las discusiones. "El objetivo de la reunión es solucionar este problema, solucionar el asunto", dice, recomendando que al tener claro el propósito de la conversación, se pueden manejar mejor las emociones y evitar que interfieran en el proceso de resolución de problemas.
Esta técnica ayuda a enfocar la energía del grupo en encontrar soluciones efectivas en lugar de debatir sobre quién tiene la razón. Reconociendo y gestionando nuestras emociones, podemos crear un ambiente donde las ideas puedan florecer sin ser eclipsadas por el ego. Así, la comunicación se convierte en una herramienta para la colaboración y el crecimiento colectivo, más que en un campo de batalla para el reconocimiento individual.
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Manejo de emociones para una discusión productiva
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