La exsecretaria de Estado busca vencer en la elecciones de Estados Unidos para ser la primera mujer en la presidencia.
La historia política de Hillary Clinton empezó en 1972 con una derrota premonitoria: no iba a ser fácil, pero tampoco iba a rendirse. Una joven nacida en Chicago, de apenas 25 años, se fue a hacer campaña a Texas por el entonces aspirante presidencial demócrata George McGovern. Entonces era conocida Hillary Rodham y comenzó perdiendo.
Mientras estudiaba Derecho en la Universidad de Yale, el compromiso con el servicio público ya le latía, así que decidió viajar al medio oeste para ayudar al registro de votantes en el segundo estado más grande del país, acompañada de su novio, también estudiante de leyes. Se llamaba Bill Clinton.
Campañas electorales. Comenzó perdiendo en aquella campaña, como perdería más de 30 años después en 2008 ante un joven y encantador senador Barack Obama tras una vida entera de lucha y progreso no exenta de escándalos, pero nadie dijo que fuera fácil, y ella lo sabía desde el principio. Hoy Hillary Clinton ha superado uno más de esos obstáculos, después de caer hace ocho años y volverse a levantar, al ser nominada como la primera mujer candidata a la Presidencia de Estados Unidos y reivindicarse así como un eterno Ave Fénix.
Experta en capear escándalos políticos y personales, Clinton, quien nunca renunció a su apellido de soltera, se ha especializado en trufar disciplina y resiliencia, apretar los labios y seguir adelante. Durante este periodo de primarias, la sombra de la derrota de 2008 planeó sobre su cabeza, cuando ganó por un margen estrechísimo ante Bernie Sanders en Iowa, y fue derrotada de forma aplastante por el senador en Nuevo Hampshire, un escenario peligroso para el inicio electoral.
Escándalo. Pero como siempre, se mantuvo firme, y apelando al voto latino y afroamericano, donde también se ha hecho fuerte a base de pelear por esas minorías a lo largo de las décadas, recuperó terreno hasta finalmente alzarse con los delegados necesarios para la nominación a principios de junio en California. Como si a un plato le faltara la sal, a su vida pública no le podía faltar la polémica, así que en este periodo electoral el escándalo por su uso de un servidor privado de correo electrónico mientras era secretaria de Estado (2009-2013) hizo el cupo, aunque finalmente, hace apenas unas semanas, la Justicia decidió no procesarla.
Su iniciativa para impulsar una reforma sanitaria, recordada por su rival en las primarias en su discurso de este lunes en la Convención Demócrata, la situó como la primera esposa presidencial que no se limitaba a decorar las fotografías, pero aquella vez también perdió en el primer round. Sin embargo, como una de sus señas de identidad, no cejó en su empeño, y cuando aún ocupaba su puesto en la Casa Blanca, y su marido finalizaba su mandato, se presentó como senadora por Nueva York (2001-2008), desde donde logró una pequeña victoria en esa materia al extender el acceso a la salud a los más pequeños.
Su nuevo rival: Donald Trump. La ya candidata a la Casa Blanca centró su carrera en la defensa de los derechos de los niños y las mujeres desde un punto de vista más ejecutivo, lo que le ha valido el sello de confianza en su labor por las familias del país. Preguntada hace unos meses, en una entrevista con Efe, sobre qué le hacía seguir trabajando tras tantas décadas de esfuerzos y sinsabores, Clinton echó mano del optimismo: "Creo que soy la persona más afortunada en la tierra por poder estar ahí por ellos y para ellos. Y eso es lo que voy a hacer".
Como Rocky, el boxeador de película con el que le gusta compararse, la abogada de derechos civiles, ex primera dama de Arkansas, ex primera dama, exsenadora y ex secretaria de Estado volvió a subir al ring para pelear, y se hizo hoy con la victoria, precisamente en Filadelfia, la ciudad cuna de Balboa. El último asalto será contra Donald Trump. (EFE)
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