El documental peruano, que ya es el más visto de nuestra historia, aborda la reforma agraria como un fenómeno social y cultural necesario para transformar el país
El gran mérito de “La revolución y la tierra”, dirigida por Gonzalo Benavente Secco, es haber puesto en los cines un tema tan complejo y con medias verdades como la reforma agraria del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, sin ser aburridamente didáctico, sino haciéndolo cercano a todos los públicos y generando una especial curiosidad por conocer más.
Benavente escoge contar su película a través de entrevistas en la que se disecciona cómo era el Perú antes de la reforma, con patrones dueños de la tierra que trataban a quienes la trabajaban casi como esclavos; qué ocurrió con el ascenso de Velasco al poder, cuáles fueron los primeros pasos de la reforma agraria y cuáles son sus consecuencias hasta hoy.
Estas entrevistas se complementan con material de archivo de la época y diversas escenas de películas peruanas de todos los tiempos. De esta forma “La revolución y la tierra” rescata nuestra memoria histórica y también nuestra memoria cinéfila porque las ficciones se han alimentado de la realidad nacional y han construido escenas que nos parecen más reales que lo que dice un libro. La lucha de un grupo privilegiado y otro de postergados es a la vez el guion de una película y el argumento más repetido en nuestra historia.
Pero “La revolución y la tierra” termina también siendo una película más sobre la revolución que sobre la tierra. El tema de la reforma agraria -en términos políticos y económicos- se va diluyendo en la narración para mostrar lo que para el director es la mayor herencia de la época de Velasco: una revolución social y cultural. Tomar la decisión era un acto de justicia. La agricultura se estancó, pero las nuevas generaciones que salieron del interior del país lograron educarse, con las migraciones todas las sangres se mezclaron en la capital, un nuevo Perú fue creciendo. No uno tan justo, pero uno diferente.
La película se detiene en detalles alrededor de la figura de Velasco y la iconografía de la revolución, pero pasa de manera muy rápida y difusa por los motivos del fracaso económico de las cooperativas campesinas que quedaron a cargo de la tierra.
Se siente que falta el testimonio actual de las familias que eran dueñas de esas haciendas. De las familias campesinas y dirigentes también hay poco. Los verdaderos protagonistas son escasos. La visión no es completa. Lo que más hay son opiniones de historiadores, sociólogos, escritores, artistas, periodistas, varios de ellos jóvenes y que ven el fenómeno a distancia, algunos como objeto de estudio, otros como punto de quiebre en las propias raíces de sus familias.
Porque aun con algunas ausencias en el abordaje del tema, el documental logra convencernos de que la reforma agraria nos ha tocado a todos los peruanos de alguna manera. La fractura social que surgió de ese proceso está en nuestra identidad. Somos hijos de ese momento, pero son más las cosas que nos unen que las que nos separan.
Valoración: 3.5/5
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