La malnutrición puede manifestarse de distintas formas. Por ello, es necesario procurar brindar una alimentación saludable a nuestros hijos en cada etapa de su vida y respondiendo a sus necesidades.
Según datos de Unicef, casi 200 millones de niños menores de cinco años en todo el mundo sufren retraso en el crecimiento debido a falta de vitaminas y minerales. Al mismo tiempo, más de 40 millones de niños menores de cinco años padecen sobrepeso y obesidad, condiciones que siguen aumentando.
Para el Ministerio de Salud (Minsa), esta es una situación que debe ser evaluada, ya que los niños y niñas con sobrepeso u obesidad también pueden padecer de anemia si su alimentación no incluye cantidades adecuadas de hierro de origen animal. Por ello, más que estar atentos a su contextura física, debemos ser cuidadosos con la alimentación que les brindamos.
La desnutrición y la anemia pueden impactar gravemente en el desarrollo físico y cognitivo de los menores, además de debilitar su sistema inmunológico y su capacidad para recuperarse de enfermedades. Por otro lado, el sobrepeso y obesidad en la infancia pueden dar lugar a distintas complicaciones de tipo gastrointestinal, músculo esqueléticas y ortopédicas, así como la aparición temprana de afecciones cardiovasculares y diabetes.
De esta manera, para comprender cómo se origina la malnutrición, cada vez es más necesario centrarse en la alimentación y en la dieta durante todas las etapas de la vida de los niños y los jóvenes, población que, según Unicef, no tiene una alimentación suficientemente rica en nutrientes o variada y consume demasiada azúcar, sal y grasa.
Una alimentación según las necesidades de los niños y niñas
El modo en que interactúan el cuidador y el niño contribuye a configurar unos hábitos y actitudes duraderos en relación con los alimentos. Por lo tanto, la alimentación debe responder a las necesidades del niño y ser adecuada según su nivel de hambre y saciedad. A continuación, te contamos cuáles son los principios básicos para alimentar a tu pequeño:
1. Atiende a las señales de hambre y saciedad del niño.
2. Reconoce y satisface las necesidades de alimentación del niño de un modo puntual, afectuoso y que sea apropiado para su desarrollo.
3. Asegura que se disponga de alimentos saludables.
4. Genera un entorno seguro, cómodo y con pocas distracciones para que el niño pueda concentrarse en lo que come.
Según un estudio realizado en 2011, alimentar a los lactantes y a los niños de corta edad respondiendo a sus señales de hambre y saciedad en lugar de utilizar los alimentos como estrategia para tranquilizarles puede mejorar las dinámicas de sueño, lo que a su vez ayudará a que el niño sea más activo físicamente mientras está despierto y a que autorregule mejor su apetito.
Es relevante recordar que, en todos los grupos de edad, el aporte calórico de los niños debe ser proporcional a su consumo de energía, con el fin de prevenir el sobrepeso y la obesidad. Asimismo, existen recomendaciones específicas durante la primera infancia como una lactancia materna exclusiva desde la primera hora de vida hasta los 6 meses de edad, y continuación de la lactancia materna hasta los 2 años.
Luego, a partir de los 6 meses, se introducirán gradualmente alimentos complementarios nutritivos y adecuados para el niño (alimentos blandos, semisólidos y sólidos), haciendo hincapié en una amplia diversidad de alimentos ricos en hierro y en nutrientes, sin sal, azúcar ni grasas añadidas, como, por ejemplo, alimentos magros de origen animal (en especial los huevos, la carne, el pescado y los productos lácteos), frutas y hortalizas, y legumbres, nueces y semillas.
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