Muchos emprendimientos han surgido producto de la pandemia, ya sea como consecuencia de nuestra necesidad de supervivencia o porque tuvimos la capacidad de activar ese espíritu emprendedor que teníamos guardado, con muchas ganas de salir a flote, pero sin tiempo para enfrentarlo, desde una zona de confort que nos mantuvo algo quietos. Independientemente de nuestras motivaciones, nos hemos puesto incómodos, hemos decidido emprender, y ahora existe la necesidad de ser aceptados por un mercado informado, crítico, exigente y con mucha información disponible en redes.
Entonces, ¿cómo hacemos que suceda? ¿A quién le vendemos? ¿Dónde? ¿Cómo? Con muchas dudas y tareas pendientes, vamos a ponernos en acción:
Empecemos por definir ¿quiénes son realmente nuestros clientes? Empaticemos profundamente con ellos hasta entender dónde están, qué piensan y sienten, qué medios consultan, qué ven, a quiénes escuchan, a quiénes admiran, cuáles son sus reales necesidades. Segmentar correctamente a nuestros clientes nos invita a diseñar mejor para ellos, generar más impacto en nuestras comunicaciones, gastar menos recursos y ser más efectivos en nuestro mensaje. Recordemos que no importa qué tan buenos seamos o cuánto respaldo financiero tengamos, nunca le gustaremos a todo el mundo. Vamos entonces a dirigirnos a aquellos clientes que son nuestra razón de ser, a los que realmente les podemos aportar valor.
Diseñemos la mejor propuesta de valor para ellos, los clientes buscan no solo productos o servicios, buscan sobre todas las cosas, experiencias. No tengamos temor en reformular nuestro producto las veces que sean necesarias, hasta llegar a esa propuesta irresistible. El mercado valora los esfuerzos que hacemos por darles lo mejor de nosotros.
Ya sabemos quiénes son y cómo son, ahora vamos a buscarlos. Manejemos una estrategia omnicanal, que consiste en el uso simultáneo e interconectado de diferentes canales de comunicación, con el objetivo de estrechar la relación entre diferentes medios ya sean online u offline ¿Cómo logramos esto? Es vital tener una cuenta de Instagram y Facebook, atender consultar por chats virtuales, mantener el canal WhatsApp activo todo el tiempo y tener facilidades y pasarelas de pago de los bancos con mayor cobertura. Cada punto de contacto con ellos debe ser simple, intuitivo y fácil. Tratemos de llegar a sus influencers, nadie mejor que ellos para ayudarnos a vender.
No le gritemos a nuestros potenciales clientes con publicidad pura y dura, más bien iniciemos un diálogo con ellos a través de contenidos que sean de su interés, que les aporten valor, que puedan consultar y usar, aquello con lo que se sientan identificados. De esa forma, se van a interesar por nuestro contenido, y consultarán naturalmente nuestros productos. Es vital tener y buscar posicionar una marca que haga sentido y que tenga un propósito, que pelee una batalla, recordemos que no solo vendemos productos, sino vendemos satisfacción y experiencias.
Por último, pero no menos importante: perseverancia, resiliencia, prueba y error, ganas de aprender, muchas horas de trabajo, ser auténticos, apasionados y verdaderos, son parte de las actitudes que necesitamos para conducirnos efectivamente en este proceso emprendedor.
Comparte esta noticia