Los resultados de la última evaluación mundial sobre calidad educativa, denominada PISA 2022, arrojan datos generalmente preocupantes respecto a la formación escolar que se imparte en nuestro país. PISA es un programa internacional de medición de aprendizaje que evalúa los conocimientos y habilidades de estudiantes de 15 años en matemáticas, comprensión lectora y ciencias. La prueba explora qué tan bien los estudiantes pueden resolver problemas complejos, pensar críticamente y comunicarse de manera efectiva. Esta es una de las múltiples iniciativas desplegadas en el marco de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), a la que el Perú aspira integrarse, que nos permite adoptar los mejores estándares y demás herramientas de gestión para una buena gobernanza.
Los resultados de PISA 2022 indican una regresión de los estudiantes peruanos en capacidades matemáticas respecto al nivel registrado en 2018, y similitud en comprensión lectora y ciencias, con una perspectiva de lenta mejora dentro de una secuencia temporal más prolongada. Tomando en consideración los graves efectos resultantes de la pandemia del Covid-19 sobre el desenvolvimiento de las actividades escolares, esos resultados no son inusuales. Durante ese mismo periodo 2018-2022, decreció la diferencia entre el 10% de los estudiantes con más alto puntaje en matemáticas respecto al 10% con el menor puntaje, no varió en comprensión lectora y aumentó en ciencias. En general, es muy inferior el desempeño de los estudiantes peruanos en esos tres ámbitos disciplinarios respecto al promedio de los demás países evaluados por PISA, lo cual ratifica la urgencia de mejorar la calidad de la educación en nuestro país, a contramarcha de lo que vienen haciendo las autoridades del Congreso y del Ejecutivo.
Pese a ello, perdido entre las estadísticas, aparecen dos datos esperanzadores que merecen mucha reflexión. Según el reciente reporte de la OCDE, PISA in Focus Nº 125, enfocado en las capacidades de pensamiento creativo entre los escolares, sorprendentemente los jóvenes peruanos de 15 años alcanzaron el más alto puntaje mundial entre los 64 países evaluados al reaccionar ante las siguientes dos afirmaciones: “disfruto aprendiendo nuevas cosas” (categoría de “apertura intelectual”) y “hago esfuerzos adicionales cuando la tarea se torna más desafiante” (categoría de “persistencia”). Este resultado tiene un ribete de sorpresa dado que la misma prueba PISA ratifica que el sistema educativo peruano es de muy baja calidad.
En resumida cuenta, pese a la muy mala calidad de la educación escolar, nuestros jóvenes peruanos tienen gran entusiasmo por aprender y por superar dificultades. En esto son campeones mundiales, según la OCDE. ¿Cómo conciliar entonces esos dos datos aparentemente muy contradictorios entre sí, considerando que el sistema escolar peruano no se caracteriza por su vocación estimulante de la creatividad? ¿Qué subyace en esa altísima motivación creativa de los estudiantes peruanos, que los induce a procurar sobreponerse a la pésima calidad de la educación escolar? De un modo más general cabe preguntarnos cuáles son las fuentes que estimulan la creatividad entre peruanos. Esta es una tela demasiado larga para querer cortarla en un breve artículo, pero podemos aventurar algunas hipótesis.
PISA define el pensamiento creativo como “la capacidad de generar, evaluar y mejorar ideas para producir soluciones originales y efectivas, avanzar en el conocimiento y crear expresiones impactantes de la imaginación. El pensamiento creativo se centra específicamente en los procesos cognitivos necesarios para el trabajo creativo. […] Es una habilidad maleable que se puede desarrollar a través de la práctica y no depende de la validación social de los resultados”.
Existe mucha literatura académica sobre los factores desencadenantes de la creatividad, particularmente en estos tiempos signados como la Era del Conocimiento. Para florecer, el pensamiento creativo requiere de condiciones ambientales e intersubjetivas muy particulares, que faciliten el flujo de inspiración sin cortapisas. A diferencia de las distintas otras formas de inteligencia o de especialización, la creatividad tiende a ser un rasgo más elusivo, que se desenvuelve con altos niveles de espontaneidad, y que convoca las dimensiones más íntimas de la subjetividad. A la vez, como sostiene PISA, el pensamiento creativo “es una habilidad maleable”, es decir que admite y necesita los variados condicionamientos del entorno socioeconómico hasta adentrarse en la intimidad emocional.
De primera impresión podría asumirse que las capacidades creativas se ven estimuladas dentro de contextos de carencias, en tanto aquéllas son un valioso recurso para conjurar y sobreponerse a éstas. Siendo ello en parte cierto, no logra explicar por qué los jóvenes de otros países con mayores niveles de pobreza e infradesarrollo no tienen más propensión creativa que sus pares peruanos. Pudiera ser que también exista alguna causalidad en la escasa predictibilidad resultante de los altísimos niveles de informalidad predominantes en nuestro país; es decir, que la falta de encuadramientos normativos requiera ser compensada con mayores niveles de motivación creativa. Acaso hay factores adicionales vinculados a la diversidad cultural y al colectivismo, que también provén estímulos externos y apoyo emocional, a contramarcha de factores regresivos tales como los estilos autoritarios, memorísticos, acríticos y despersonalizados que caracterizan al sistema educativo peruano.
En todo caso, la pregunta queda planteada y demanda respuestas multidisciplinarias, pues como sociedad debemos saber aprovechar nuestras potencialidades tanto como saber corregir nuestras fallas. ¿Qué subyace en esa altísima motivación creativa de los estudiantes peruanos, que los incentiva a procurar sobreponerse a la pésima calidad de la educación escolar?
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