Desde que comenzó su pontificado, el papa Francisco ha procurado modelar una Iglesia sinodal, es decir una Iglesia que consulta y que se pone en actitud de escucha del Pueblo de Dios. En octubre del 2015, el papa señalaba que “en una Iglesia sinodal no es oportuno que el papa sustituya a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que suceden en su territorio”. De este modo, y a la luz del Concilio Vaticano II, el papa actual promueve un discernimiento de la Iglesia en todos sus niveles precisamente para que ella camine a la misma velocidad y a través de una atenta escucha del Espíritu que se manifiesta a través de las personas queformamos parte de este inmenso Pueblo de Dios. Cierto, los episcopados tienen un rol central, pero junto con ellos, el pueblo de a pie que hace cada día esfuerzos por mantener viva la llama de la fe.
En octubre del presente año se llevará a cabo el sínodo de la Amazonía. Se trata del tercer sínodo que promueve el papa Francisco. Primero fue el sínodo sobre la familia que fue acompañado por la exhortación postsinodal Amoris Laetitia en marzo del 2016, luego el de los jóvenes y la exhortación posterior Christusvivit en abril del 2018; ahora es el turno de la Amazonía. Algunos sectores de la Iglesia preferirían que haya menos consultas y menos reuniones porque les gusta una Iglesia no solo jerárquica, sino sobre todo vertical. Pero ese modelo de Iglesia, no la jerárquica, sino la vertical debe ceder su espacio a otra que no trata a los suyos como menores de edad, sino como verdaderos instrumentos de la acción de Dios. Una Iglesia sinodal supone pues la posibilidad de involucrar a todos sus miembros.
Este lunes 17 de junio la Secretaria General del Sínodo de la Amazonía ha publicado el documento de trabajo para preparar la actividad central de octubre. Se trata de un valioso documento que ayuda a ubicar los temas centrales a trabajar. Entre estos me interesa subrayar tres.
La diversidad sociocultural. Para nadie es un secreto que la Amazonía reserva grandes tesoros socioculturales; más bien constituye un reto el pensar cómo cuidar de esta diversidad que incluye más de 150 pueblos en aislamiento voluntario. Este cuidado de la diversidad hace aparecer en nosotros la necesidad de respetar la diferencia.
Justicia de los pueblos. El papa Francisco ha visto con claridad por dónde pasa este tema: “Creo que el problema principal está en cómo conciliar el derecho al desarrollo incluyendo también el derecho de tipo social y cultural, con la protección de las características propias de los indígenas y de sus territorios. [...] En este sentido, siempre debe prevalecer el derecho al consentimiento previo e informado”. Este equilibrio entre el derecho al desarrollo y el cuidado de lo que distingue a estos pueblos implica hacerse cargo de la vida.
El anuncio del Evangelio. Solo con la atención puesta en los dos puntos anteriores puede llevarse el evangelio. La evangelización ya no llega para sacar de la barbarie o del pecado a estos pueblos de la Amazonía. El Evangelio se lleva hasta estos lugares con la esperanza de ofrecer más vida y esto solo se realiza provocando las mejores condiciones de diálogo.
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