
Hermann Rauschning (1887-1982), político y pensador alemán conservador, recordaba un discurso que dio Adolf Hitler en 1934 en Danzig. En dicha tribuna, el jerarca nazi profetizó el "fin de la Edad de la Razón" y el surgimiento de una nueva era caracterizada por una "explicación mágica del mundo". Para Hitler, la nueva época estaría "basada en la voluntad antes que en el conocimiento", afirmando que "la verdad no existe" y que se debe imponer una voluntad por medio de un inmenso poder. Este poderoso testimonio refleja la conexión explícita entre totalitarismo, el rechazo a la razón, el desprecio al conocimiento objetivo y la primacía de la voluntad sin límites como sello de legitimidad.
El historiador de la ciencia Gerald Holton- nacido en 1922 y sorprendentemente vivo hasta nuestros días-, en su importante obra “Ciencia y anticiencia” (1993), consideró que la “anticiencia” era un fenómeno en el cual se ataca a la autoridad y credibilidad del saber científico. Se afirma que la ciencia es intrínsecamente corrupta y retorcida, y que el fraude y el engaño son inherentes a su estructura. La mente “anticientífica”, según Holton, tiende a generalizar los casos de mala práctica científica, real o supuesta, para sugerir que "todo el cesto científico" está podrido, no solo unas pocas manzanas. En su investigación, el historiador alemán de la ciencia descubrió que había una relación entre las crisis políticas y el desarrollo exponencial de las tendencias irracionalistas en las sociedades. De ahí que, a mayor profundidad de las crisis, mayores eran las propensiones anti-intelectuales.
Es difícil establecer un único criterio por el cual las crisis de sentido político ocasionan el incremento de las tendencias irracionales. Sin embargo, si es posible observar que cuando los conflictos políticos se extreman, los actores sociales suelen estar menos dispuestos a identificar o buscar la verdad objetiva. Y, por lo tanto, desean ver a “su verdad” transformada en la “la verdad”. Desde el voluntarismo que caracteriza a las fuerzas y mentes irracionales, se tiende a denigrar el valor del mundo de los hechos y las demostraciones rigurosas, considerando que la filosofía y la ciencia son formas de conocimiento peligrosas e inútiles. De ahí que la interrogación y el descubrimiento racional sean vistos con sospecha por las tendencias irracionales de la sociedad.
En esta década observamos con estoicismo cómo las fuerzas irracionales se expanden por diversos escenarios de la vida y toman el poder político, conducen las decisiones económico-corporativas, absorben los ejercicios académicos y encierran la vida cotidiana. La agresividad, el cinismo y la prepotencia se convierten en los principios que conducen a innumerables personas. Ante esa situación, ¿cómo resistir? Pues hacer lo fundamental para mantener el alma en sosiego. Reconocer que esta vida es corta y que debemos querer y disfrutar a los que amamos (familiares, amigos y compañeros de ruta). Asimismo, no perder la curiosidad por seguir conociendo, pues eso mantiene viva la llama de la mente. Y, en conclusión, aprender a dominar nuestros arranques de ira, de deseos incontrolados y de temor. Es una época difícil, pues estamos en el ojo de la tormenta. La razón práctica nos puede ayudar a sobrellevar la era de la iracundia.
Comparte esta noticia