El 28 de noviembre pasado tuve el honor de compartir la mesa de comentarios sobre una nueva publicación con el maestro Alejandro Cussiánovich, sacerdote peruano que nos enorgullece por su dedicada labor a lado de las niñas, niños y adolescentes trabajadores, y una prolija producción de textos en torno a la infancia que le he valido tres distinciones como doctor honoris causa: por la Universidad Federico Villarreal, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y recientemente por la Universidad de Manizales – Colombia.
El texto que nos congregó fue “Creciendo en una cultura de respeto, la crianza de los niños en la sierra peruana” de la antropóloga alemana Inge Bolin. Se trata nada menos, de la traducción al castellano de un libro publicado en inglés por la Universidad de Texas en el 2006 y que narra bellamente, los resultados de una investigación etnográfica realizada por la autora en la Comunidad de Chillihuani, distrito de Cusipata, provincia de Quispicanchi-Cusco en el transcurso de 16 años entre 1988 y 2004.
Chillihuani es una comunidad de pastores a más de 4 000 metros de altura, que estuvo relativamente al margen del sistema de haciendas y del Conflicto Armado Interno. En ese ambiente y durante el periodo de la investigación, describe la autora que los niños y niñas crecen respetuosos, compasivos y solidarios con todos los seres vivos, y aprenden observando a pastorear, tejer e hilar, pero también a participar en las festividades y tradiciones del pueblo.
Como mencionó Cussianovich, los niños viven los derechos y las responsabilidades a la par, no están fuera, no tienen un lugar social distinto al de los adultos, simplemente harán lo que sean capaces de hacer vivenciando una “cultura bioética”, y si todo tiene vida, todo tiene que ser respetado y amado, entendiendo el respeto como un concepto radical, en donde cabe la compasión (no la condolencia), es decir compartiendo su propia vitalidad.
Si bien, han transcurrido varios años desde que concluyo la investigación, y la Comunidad de Chillihuani de hoy es distinta a la que describe Bolin, el texto es pertinente porque son pocos los trabajos de antropología de la niñez que existen en nuestro medio, pero además por la profundidad con la que se aborda la vida de esta comunidad y la crianza de sus niños y niñas, revelando entre otros aspectos, como el dominio del pastoreo y el tejido les permiten el desarrollo de un conjunto de habilidades y destrezas que explican por qué destacan en las áreas de matemáticas en la escuela.
Bolin pone en evidencia que conocer y comprender a los niños y niñas en sus contextos y culturas ayudan a explicar sus desarrollos y desempeños una vez llegados a las escuelas, y que todo el conocimiento y sabiduría que portan es resultado de una vida en plena convivencia y aprendizaje comunitario. Este es el material insoslayable con el cual los maestros y maestras deberán realizar la maravillosa labor educativa.
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