Según un medio nacional, son 370 000 niñas, niños y jóvenes los que están quedando fuera del sistema educativo, para quienes la estrategia Aprendo en Casa ya no es viable. Hago propias las palabras del maestro Eduardo León Zamora cuando afirma que no son ellas y ellos los que han decidido salir, es el sistema el que los ha expulsado.
¿Quiénes son estas niñas, niños y jóvenes? Pertenecen a los sectores poblacionales más excluidos y abandonados por el Estado peruano: pueblos originarios y familias más empobrecidas. En el caso de los pueblos originarios, no es suficiente que enfrenten la pandemia con sus propios medios, potenciando sus organizaciones y sistemas de seguridad, sin bonos y con limitado acceso a los servicios de salud, ahora sus hijas e hijos quedan fuera porque no llegan las señales de radio, televisión o internet para seguir sus clases virtuales o porque es temporada de siembra y todos deben salir a la chacra, ya que de eso depende el sustento familiar. Apenas se levantó la cuarentena miles de familias en las ciudades salieron a las calles a buscar ingresos y ya no están en casa para acompañar a sus hijas e hijos en las labores escolares, tampoco cuentan con los recursos para recargar sus teléfonos celulares que hacen posible la comunicación y el seguimiento de los docentes.
Podemos seguir responsabilizando a la pandemia de esta situación, decir que nuestros actuales gobernantes no son responsables de las precariedades del sistema educativo, pero ¿se ha hecho todo lo necesario para que los más excluidos en el Perú no se vean tan afectados por la pandemia? A mi juicio, NO. Nuestras niñas, niños y jóvenes son expulsados del sistema educativo porque sus padres y madres han empobrecido mucho más y no han recibido bonos que les permita enfrentar la crisis económica, dejándolos a su suerte en la encrucijada de comprar alimentos o hacer las recargas de celular para que sigan estudiando.
¿Qué hacer? El sábado pasado la Asociación Saywa de Andahuaylas impulsó un encuentro de experiencias de educación comunitaria en donde las ONG, municipalidades y colectivos de educadores de Apurímac, Puno, Huancavelica, Pasco, San Martín y Ancash compartieron las alternativas que vienen dando a la educación básica en las comunidades, bajo otras pedagogías, con estrategias basadas en la dinámica cotidiana de las familias y orientadas por las culturas propias, con el protagonismo de jóvenes y sabios como mediadores interculturales. Si bien estas organizaciones vienen trabajando tiempo atrás, han adaptado sus proyectos para dar una respuesta efectiva y apropiada a partir de los conocimientos comunitarios, sin que los estudiantes abandonen sus actividades agropecuarias, por el contrario, en la reafirmación de sus identidades, lenguas y prácticas culturales. Bien podría el MINEDU voltear la mirada hacia estas experiencias, apoyarlas y multiplicarlas, pero no bastará, urge la voluntad política del gabinete para que las familias más empobrecidas y los pueblos originarios cuenten con el apoyo económico y las condiciones de equipamiento y conectividad para que ninguna niña, niño o joven se quede atrás.
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