El año escolar ya comenzó puertas adentro en los hogares, los docentes más esmerados están haciendo sus mejores esfuerzos desarrollando sus sesiones virtuales, llamando a sus estudiantes por celular y proveyéndoles de los mejores recursos para que puedan estudiar. En casa las familias se organizan para apoyar a sus hijos y estiran el dinero para que cuenten con lo necesario, porque la educación pública también cuesta y mucho en nuestro país, y en este periodo de crisis económica ese gasto se siente más.
Si a la situación económica se suma el dolor de haber perdido seres queridos y con la ola en ascenso, es comprensible que muchas familias prefieran que sus hijas e hijos se queden en casa sobre todo en las ciudades en donde los contagios van en alza. Otro es el ánimo en distritos pequeños, centros poblados, comunidades y caseríos en los Andes y Amazonía en donde el contagio está controlado. Ante esta realidad, el MINEDU ha planteado un retorno semipresencial o presencial en 17,000 centros escolares de zonas rurales a partir del 19 de abril donde se constata que las condiciones del contexto, bioseguridad y social están dadas. Aun así, el ministro Cuenca ha señalado, que volverían a la modalidad a distancia si cambian las condiciones epidemiológicas.
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¿Por qué insistir en el retorno? Cabe considerar que la virtualidad fue difícil de sostener en el 2020, no solo por la falta de equipamiento y conectividad para seguir la estrategia Aprendo en Casa, sino por el agotamiento de los estudiantes y el empobrecimiento familiar, situaciones que lamentablemente alimentaron la violencia al interior de los hogares. Por otro lado, la escuela no es solo para el aprendizaje en las áreas y contenidos del currículo, es un lugar protegido que favorece el encuentro entre pares y el juego, además de recibir complementariamente la alimentación escolar que alivia la economía familiar. Asimismo, según estudios difundidos por la Organización Panamericana de la Salud, los niños y jóvenes menores de 20 años muestran menor susceptibilidad de adquirir la infección que los adultos, y los menores de 10 años transmiten menos (OPS/OMS febrero 2021). No obstante, según el Secretario General de la ONU, las niñas, niños y adolescentes están en riesgo de ser las mayores víctimas de la pandemia por sus efectos indirectos.
¿Qué hacer? A mi juicio, si cada actor de la educación hace lo suyo en aquellas localidades donde las condiciones están aseguradas, el 19 de abril más de 630,000 niñas, niños y adolescentes podrían volver a sus escuelas y colegios rurales con alguna presencialidad, que fueron precisamente de las más afectadas en el 2020. En nombre del interés superior del niño se hace necesario que las y los maestros reafirmados en su vocación se dispongan a hacerlo tomando todas las medidas de bioseguridad, con el apoyo de las autoridades regionales y locales quienes no debieran escatimar esfuerzos para que sea posible porque no cabe poner en riesgo el derecho a la educación de los estudiantes rurales.
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