El reconocido artista trujillano ofrece una muestra itinerante en un parque zonal del Rímac. Habló sobre la difusión de arte a todos los públicos y la importancia de inculcar cultura en la sociedad.
Los parques zonales se han convertido en el espacio preferido por las familias para disfrutar de un fin de semana. En ellos pueden pasar un día en el campo, practicar deporte y respirar al aire libre en un ambiente perfecto para el esparcimiento.
El caso de los visitantes del Parque Zonal Cápac Yupanqui, en el Rímac, es muy particular. Pues además de todo lo mencionado, sus visitantes pueden disfrutar de una muestra de arte única, a la que pocas veces se tiene acceso.
Se trata de la muestra itinerante de Gerardo Chávez, el artista plástico trujillano que ha llevado su arte por todo el mundo durante más de 50 años de su vida y que ahora recoge una selección de sus mejores piezas para mostrárselas a los vecinos rimenses.
“La intención es dar a conocer el arte a todo el público de este distrito, en este caso a través del mundo interno por el que yo viajo hasta llegar a componer las obras que tienen aquí en frente”, comenta Chávez.
“Lo que buscamos es que los nuestros logren sensibilizarse, que estemos más cerca del arte y de la cultura para poder percibir otras cosas que existen en el mundo, no solo la delincuencia y el robo”, agregó.
Para esto, tuvo que realizar una meticulosa selección de sus obras y elegir aquellas que le permitan conectar con un público que, por primera vez, está frente a una exposición de este tipo.
“Son obras que son de interpretación más sencilla”, nos dice. “Mi estilo es confuso, por eso decidí elegir aquellas que se conviertan en una entrada hacia estas personas que no han tenido contacto previo con la pintura”, acota.
“PUEBLO QUE NO TIENE CULTURA, NO TIENE NADA”
Desde hace más de 50 años, Gerardo Chávez ha construido su carrera artística fuera de nuestro país, recorriendo diversos países de Europa y parte de Canadá. Pese a haberse alejado de la tierra que lo vio nacer, él confiesa que nunca se desconectó de la realidad del Perú.
“Yo me cultivé en Perú y, aunque estuve alejado de mi patria durante mucho tiempo, siempre sentí que tenía una responsabilidad con la cultura de esta sociedad”, nos confiesa. “Es necesario que la cultura se expanda a todas las poblaciones peruanas, porque pueblo que no tiene cultura, no tiene nada”, agrega.
“De allí la importancia de que los artistas demos a conocer nuestros trabajos”, considera Chávez. Una posición que coincide con los últimos métodos de difusión que han tomado conocidos nombres del género como Fito Espinosa, Mateo Liébana, entre otros artistas modernos.
“Aplaudo esta intensión de difundir la atmósfera para llegar a las obras de arte, esto que nos va a enseñar a mirar, a aprender a apreciar la belleza de lo que tenemos alrededor, lo mismo que se muestra en los cuadro”, agrega.
“Esto es importante porque nos va a enseñar a valorar lo esencial, porque aunque para el Perú lo sea importante explotar el oro, plata, petróleo y gas, también es importante que su pueblo empiece a desarrollar una mayor espiritualidad, y el arte nos puede llevar a ello”, explica.
Para Chávez, los artistas son los únicos que pueden trazar un camino para grabarse en la memoria, pues de esta forma podremos lograr que la cultura y la historia disfrute de su arte en vivo. “No permitamos que el Perú se convierta solo en un cementerio de artistas, hay que aprovechar que viven y que tenemos su magia frente a nuestros ojos”.
EL AMOR Y BELLAS ARTES
Hablar de su trabajo lo lleva, inevitablemente, a recordar sus inicios en la Escuela Nacional Superior Autónoma Bellas Artes, su alma máter que este año celebrará 100 años de fundación.
“Es la madre de los artistas”, exclama al mencionar esta institución. “Creo que muchos de los que pasamos por ahí le debemos nuestro éxito, en principio, a Bellas Artes. No solo porque nos formó para generar obras, sino porque nos ayudó a entender la espiritualidad y plasmarla a través del arte”, agrega.
Él recuerda a los docentes que conoció en esta escuela de artistas y cómo coincidían en sembrar una raíz en el alma de sus estudiantes. “El amor, enamorarse o desenamorarse, nos ayudaron a entender que debíamos recoger lo que nacía de nuestros corazones en el día a día y llevarlos a nuestras obras”, explica.
“Esta escuela fue más que un centro de estudios, fue un hogar que nos formó de muchas formas y para mí es importante que el Perú celebre el valor que tiene para la historia del arte en nuestro país y el impacto que tiene para nuestra sociedad a través de las obras de sus artistas”, añadió.
Mientras Gerardo Chávez rememora sus mejores momentos en Bellas Artes, no dejaba de observar las piezas que había llevado a este parque zonal y cómo los niños que paseaban por ahí se detenían a observarlas.
“Tal vez no sepan de qué se trata “La Procesión de la Papa”, “La creación del nuevo hombre” o “Animal nocturno”, pero mira que se detuvieron a verlo porque logró generar una emoción en ellos y eso es lo que debemos promover”, dijo.
Dimos un pequeño paseo por ese angosto camino en el que se sitúan sus obras y quisimos consultar por cuál de estas se decidía como su obra favorita. Luego de permanecer unos segundos en silencio, la respuesta fluyó.
“No tengo una porque aún no ha llegado esa gran obra que marque mi vida. Mientras tenga fuerzas, vida y tiempo, seguiré en la búsqueda de esa obra y, una vez que la encuentre, creo que por fin podré morir en paz”.
Con esa profunda frase, él se despidió de nosotros y dio la bienvenida al público que, está seguro, encontrará alguna interpretación a lo que su mente y corazón encontraron dentro de su mundo cuando construyó estas pinturas.
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