Las librerías limeñas ya pusieron en marcha su servicio de delivery. Pero la crisis sanitaria de la COVID-19 todavía supone más retos. ¿Cómo se alistan ante la nueva normalidad?
Visitar una librería puede convertirse en un acto casi religioso. Pasear por las estanterías, recorrer con la mirada los títulos, escoger uno, hojearlo, sentir el olor de las páginas. El culto al libro tiene su ritual y escenario, pero la pandemia del nuevo coronavirus lo había clausurado. Hasta nuevo aviso.
Después de más de dos meses de aislamiento social obligatorio, algunas restricciones del estado de emergencia decretadas por el Gobierno por fin se levantaron y las librerías pudieron tomarse un respiro, abrir sus puertas y desempolvar los lomos de sus libros. Se alistaron para enfrentarse a la anunciada “nueva normalidad”.
Y, hasta el momento, su mejor arma contra el letargo de la cuarentena es el delivery. Un servicio de reparto a domicilio que, ante la sorpresa de los libreros en Lima, ha despertado el entusiasmo de un público que estaba ansioso por el consumo cultural. Más precisamente, por llenar sus hogares de libros.
David Ballardo, propietario de las librerías El Virrey de Lima y Heraldos Negros, aseguró a RPP Noticias que, en estos primeros días, el delivery causó un incremento en sus ventas totales. “En la vida diaria, normal, significaba el 5% o 7% de las ventas; ahora, más o menos el 30% del total. Me siento satisfecho con lo que estamos logrando”, indicó.
Similar impresión compartió Malena Sanseviero, dueña de Librería Sur, quien se mostró agradecida con la acogida que tiene el servicio en sus clientes. “Estamos haciendo delivery en casi todos los distritos, con una movilidad propia y con otras empresas de reparto. A pesar de la cuarentena, nunca dejamos de vender por la página web, y hay repartos pendientes por hacer”, señaló a RPP Noticias.
Al igual que el entorno independiente, las cadenas también ven con optimismo esta reactivación del servicio. Es el caso de Librerías Crisol, que les ofrecieron campañas promocionales a los lectores y obtuvieron una réplica que superó sus expectativas. “Esta respuesta ha significado que nuestra demanda se multiplique”, indicó Sergio Galarza, gerente general de la empresa.
Sin embargo, si bien el delivery ha podido atenuar la ausencia de ventas, no significa que las complicaciones hayan desaparecido. Sanseviero afirmó que en Librería Sur venden la tercera parte de lo que hacían antes de la pandemia, mientras que Ballardo sostuvo: “No lo veo ahora como una ganancia, porque implica inversión, pero [el delivery] está haciendo que pierda menos”.
Por su lado, Crisol ve en su capacidad logística un desafío para llegar a la puerta de sus clientes en menor tiempo. Así, tras empezar con 10 trabajadores durante la reanudación de sus actividades, a la fecha ha incorporado a más de 50 personas a quienes han capacitado con protocolos de seguridad. “A medida que corren los días, nuestro proceso se optimiza y nos hacemos más eficientes”, apuntó Galarza.
PENSANDO MÁS ALLÁ DEL DELIVERY
Durante una entrevista con France 24, Jorge Carrión, autor de “Librerías” y “Contra Amazon”, sostuvo: “En una librería te puedes enamorar, en Amazon no”. Reflejaba, así, aquello que representa la librería como espacio: un lugar en el que no solo se venden libros, sino también donde transcurren “cosas humanas”.
En su libro “Contra Amazon”, Carrión rescata a las librerías como un enclave de resistencia humana frente a la frialdad de los pedidos online enfocados en algoritmos. Y en sintonía con él se encuentra Javier Masías, propietario de la librería Babel, quien señaló a RPP Noticias la importancia de valorar al libro como un bien humano antes que como un commodity.
“El libro es un bien de primera necesidad, una tecnología que tiene más de 500 años de vigencia y que, por más que ha sido cuestionada, ha mostrado su superioridad para ciertas cosas”, dijo Masías. “Hoy convive con las redes sociales y otros formatos de lectura y transmisión de conocimiento, pero nunca se han vendido tantos libros como ahora”, agregó.
Para Sanseviero, las librerías “están bien adaptadas a la nueva normalidad”, pues su reducida capacidad de aforo les permite tener pocas personas en la tienda y mantener la distancia social. Antes de que la pandemia la obligara a cerrar sus puertas, Librería Sur formó un club de lectura, organizó jornadas de ajedrez y realizaba presentaciones de libros semanalmente. “Ahora tenemos que hacerlas vía Zoom, debemos buscar la manera”, indicó.
Replicar la experiencia de estar en una librería a través del internet es un reto mayor al que estos negocios deben responder con creatividad. De allí que en la página web de Librería Sur haya un blog con contenido de interés para sus lectores, o que Masías, en Babel, apueste por un servicio personalizado, de contacto entre librero y cliente a través de Instagram y WhatsApp.
“El hecho de que tengamos ecommerce no automatiza el despacho de libros. Nosotros intentamos tener un ecommerce que pueda trasladar cierto nivel de asesoría personalizada a fin de lograr que la experiencia en tienda se pueda transferir al universo digital”, manifestó.
Gracias al servicio delivery, el libro y su ecosistema resisten otra catástrofe. Pero su supervivencia en la nueva normalidad depende de algo más que el reparto a domicilio o el recojo en tienda. Se debe, en suma, a mantener cautiva la comunidad de lectores con la que han logrado conectar más allá de las limitaciones espaciales. Hacia ese punto redoblan sus esfuerzos.
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