Aunque el agro peruano ha resistido bien los últimos años y ha logrado reducir significativamente la pobreza rural, sigue atrapado en una alta informalidad, escaso acceso a agua y limitada articulación al mercado. Si no se atienden estas brechas, millones de campesinos seguirán enfrentando dificultades para mejorar su calidad de vida, más allá de los avances logrados. ¿Qué hacer? Conoce más en este informe en colaboración con el Instituto Peruano de Economía.
Cada 24 de junio se celebra en nuestro país el Día del Campesino, una fecha que reconoce el esfuerzo de millones de peruanos que, a pesar de ser uno de los motores económicos más importantes del país, enfrentan aún enormes desafíos para mejorar su calidad de vida.
Lo cierto es que el agro ha demostrado una notable capacidad de resistencia en los últimos años. Según como menciona el IPE, Entre 2019 y 2024, el sector creció a un ritmo promedio de 3.1% anual, más del doble que el PBI nacional, que avanzó solo 1.3 % en ese mismo periodo. Incluso en plena pandemia, fue de los pocos sectores que no dejó de expandirse.
Este impulso ha sido liderado principalmente por la agroexportación, con un crecimiento promedio de 5 % anual, mientras que el agro dedicado al mercado interno creció 2.3 %.
La agricultura es el sector más informal del Perú
Este crecimiento ha tenido impactos sociales positivos. La pobreza en los hogares agrícolas se redujo de 86 % en 2004 a 39.7 % en 2024, ubicándose incluso por debajo del nivel prepandemia.
Departamentos como Ayacucho, Cusco, San Martín, Apurímac y Huancavelica lograron reducciones importantes en sus índices de pobreza rural. Además, se registraron avances en salud como la disminución de la anemia infantil en hogares agrícolas, con caídas de 8.5 puntos porcentuales en Cusco y 13.5 en San Martín.
Sin embargo, las brechas siguen siendo profundas. La agricultura es el sector más informal del Perú: entre 2007 y 2024, la informalidad laboral solo se redujo de 99 % a 95 %. Esto limita las oportunidades de miles de pequeños productores, que en su mayoría operan bajo condiciones de subsistencia.
De hecho, para este 2024, el 79 % de los agricultores peruanos siguen trabajando en esta condición. De acuerdo al IPE, apenas el 21 % ha alcanzado algún grado de tecnificación o articulación con el mercado. Además, uno de cada cuatro productores (28 %) ni siquiera comercializa lo que produce, destinándolo únicamente al autoconsumo.
Agua: el recurso que falta
El agua sigue siendo una de las principales limitantes para el agro peruano. En 2024, dos tercios de la superficie agrícola dependía exclusivamente de las lluvias, y solo el 7% de los pequeños y medianos agricultores accedía a riego tecnificado. Esto vuelve al campo extremadamente vulnerable ante sequías y lluvias irregulares.
A esto se suma la limitada capacidad de almacenamiento de agua en el país, que es 10 veces menor que el promedio de América Latina y el Caribe y 6.2 veces menor que la de Portugal, según el Banco Mundial. Además, la gestión de la infraestructura hídrica existente es deficiente: reservorios clave como Poechos (Piura) y Limón (Lambayeque) han perdido hasta dos tercios de su capacidad efectiva por sedimentos y falta de mantenimiento.
¿Qué se puede hacer?
Para cerrar estas brechas, el IPE recomienda enfocar las políticas públicas en incrementar la productividad de la agricultura familiar, con acceso a agua y riego tecnificado, asistencia técnica, asociatividad y mayor inclusión financiera.
Resolver los problemas contractuales y de gobernanza que mantienen paralizados grandes proyectos de irrigación como Chavimochic III y Majes-Siguas II es urgente. Además, existen más de 250 proyectos de inversión pública en riego detenidos, lo que impide mejorar la seguridad hídrica en zonas rurales.
Finalmente, fomentar cooperativas y asociaciones entre pequeños productores permitiría reducir costos, acceder a financiamiento y fortalecer su presencia en los mercados.
También es clave potenciar centros regionales de innovación y transferencia tecnológica, para transformar productos nativos con alto potencial y conectarlos con cadenas productivas formales.
El verdadero reto está en implementar políticas y acciones concretas que permitan a los agricultores mejorar su productividad, acceder a servicios básicos, integrarse a los mercados y salir del círculo de pobreza que aún persiste en amplias zonas rurales. El desarrollo sostenible del país requiere cerrar las brechas que históricamente han afectado al sector agrario y a quienes lo sostienen.