Vania Masías, reconocida bailarina y emprendedora social, contó cómo fundó un proyecto de danza que transforma la vida de miles de jóvenes y que, además, promueve el arte urbano.
La bailarina profesional y empresaria Vania Masías, se presentó en Economía Para Todos por RPP y contó cómo inició su carrera en el baile y su formación en Perú.
La historia de éxito de Vania Masías
Vania Masías se formó como bailarina en Perú, considerando el Ballet Municipal como su casa. Pero su formación académica incluye una faceta poco conocida: se graduó en la Universidad del Pacífico con especialización en finanzas, un conocimiento que, según confiesa, ha sido clave en su trayectoria emprendedora.
A los 22 años, tomó la decisión de buscar oportunidades en Europa. Su partida fue un salto al vacío, "mano adelante, mano atrás", enfrentando una realidad mucho más dura de lo que imaginaba.
A pesar de haber sido primera bailarina en Perú, le resultó complicado y estuvo casi un año sin conseguir trabajo, realizando cualquier labor para subsistir. No tener pasaporte de otro lugar, además del peruano, era un limitante, pero contó con el apoyo emocional de su hermano.
Tras probarse a sí misma y capacitarse intensamente, consiguió su primer trabajo a los ocho meses. Una vez que logró entrar, fue como si "se salió el tapón". Su carrera despegó, llegando a ser primera bailarina del Ballet Nacional de Irlanda, donde le consiguieron visa y todo lo necesario. Con 25 años, el sueño se hizo aún más grande: fue contratada por el Circo del Sol para ser primera bailarina en Las Vegas.
Fue en medio de este éxito internacional cuando, durante unas vacaciones en Perú, su camino dio un giro inesperado. Se enamoró del potencial de un grupo de jóvenes de la calle que realizaban acrobacias.
Vania Masías capturó el talento peruano
El impacto fue inmediato; no podía creer la fuerza y habilidad de esos "chivolos adolescentes". Esta experiencia le reveló una verdad contundente sobre su país: Perú es sinónimo de talento y potencial, pero también de falta de oportunidad.
Movida por esta epifanía, Vania sintió que podía ofrecer las herramientas y el "knowhow" que había adquirido fuera. Vio que estos jóvenes ya se movían, hacían acrobacias, y pensó en traer conocimiento de hip hop, street jazz, y otras disciplinas que no existían localmente. Lo que empezó como un mes de vacaciones para visitar a su familia y hacer una temporada en el Municipal, se convirtió en la decisión de quedarse.
Renunció a su vida en Europa, al Circo del Sol y a Irlanda, para apostar por un programa social en Perú. Su visión clara desde el principio fue la de un proyecto autosostenible, siendo una "enemiga absoluta del asistencialismo", al considerarlo insostenible y perjudicial a largo plazo.
El inicio fue incierto, partiendo de cero con la única certeza del gran potencial existente. La clave fue su red de contactos desarrollada en su carrera internacional, lo que le permitió pensar en traer coreógrafos de fuera. El objetivo era reducir la brecha social, haciendo que esos contactos y conocimientos llegaran a quienes tenían el potencial, pero no los medios económicos. Así nació la idea de un ecosistema donde se cocreara, en lugar de ella simplemente "crear algo" para ellos.
El proceso de cocreación es lo que Vania considera más poderoso. No se presentó como una salvadora, sino que reconoció el interés de los jóvenes en la música urbana y propuso traer a coreógrafos internacionales (como uno de Nueva York) para enseñar hip hop y street jazz. El modelo consistió en crear una escuela donde alumnos que pudieran pagar financiaran un programa para traer talento internacional y elevar el nivel de danza en Perú.
El proyecto de Vania Masías con los peruanos
Este enfoque ha permitido generar lo que hoy es una industria de la danza en Perú, siendo su proyecto "el primer pilar". El impacto ha sido masivo: se han contabilizado más de 11,000 personas que han pasado por la escuela o los programas como Ángeles. Incluso, se evaluó un alcance de más de 100,000, ya que Vania Masías sabe que el efecto expansivo es grande.
El proyecto va más allá de formar bailarines. Utilizan el arte y la danza como herramienta para una transformación integral, tanto "acá" (mental) como "acá" (emocional). El objetivo es inculcar la creencia en uno mismo, el "yo puedo, lo puedo todo", formando líderes de cambio, emprendedores y personas transformadas, no solo bailarines.
La sostenibilidad económica del proyecto, que hoy incluye la escuela y otros programas como Ángeles, se basa en diversas fuentes. Una parte significativa es autofinanciada a través de la escuela (aunque su rentabilidad bajó post-pandemia) y, principalmente, a través de la productora Crear D1.
Su formación en finanzas fue fundamental desde los inicios, cuando manejaba un Excel con una colaboradora para controlar los gastos bajo la simple regla de "no gastes más de lo que tienes". Aunque se describe como una artista creativa y dispersa, el manejo del "free cash flow" le ayudaba a "aterrizar".
Este año, el proyecto cumple 20 años, una celebración que se extenderá durante todo el año con distintas actividades. El evento central será una función de gala en el Gran Teatro Nacional el 20 de septiembre.
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