El alcaide de la cárcel en la que están internados los González empieza a reubicar a los detenidos que son presas del terror.
El alcaide de la cárcel en donde están presos los González, Nicolás de las Casas y Ángel Gaviria y sus secuaces llega a la celda para comunicarles a todos los detenidos que serán reubicados.
Primero llaman a un sujeto apodado “Pulgarcito”, un hombre corpulento y bastante alto al que se acusa de haber empujado a una anciana por las escaleras. “¡A los barracones!”, es la orden del encargado de la prisión. Luego llama a otro interno que está acusado de robo agravado y secuestro. "¡A los barracones!” es nuevamente la orden del alcaide.
“Parece que en los barracones están los más peligroso”, le comenta Tito a Pepe. El alcaide llama a Pepe y le dice que está acusado de pertenecer a una red de narcotráfico. “No es cierto, somos inocentes. Solo nos tomamos un selfie con Ángel. Somos microbuseros y tenemos unas 15 papeletas pero ningún frío (mueto)”, dicen Pepe y Tito. “¡Ajá! Con que ustedes son el terror de las pistas… ¡A los barracones!”, ordena la autoridad.
“¡¡¡No, a los barracones no!!!”, exclaman asustados pero la policía los conduce a un ambiente donde efectivamente hay numerosos internos de aspecto temible. Sin embargo, Pepe y Tito de pronto pierden el miedo. “Creo que el alma me ha vuelto al cuerpo”, dice Pepe. Y es que al fondo del ambiente está “Pulgarcito” quien tiene una botella de cerveza en la mano. Pepe y Tito acuden a su encuentro e ingresan a su celda sin saber a lo que se exponen.
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