La experiencia de vivir dentro de un pueblo peruano en Rusia deja varias lecciones y una oportunidad de cambiar como sociedad.
Si bien el Mundial se terminó para la Selección, para los peruanos algo más importante podría estar iniciándose. Algo significativo que ocurrió en Rusia y ahora nos podría llevar a clasificarnos como un mejor país.
Al igual que miles de nacidos en las diferentes geografías de nuestra patria, yo también fui al Mundial siguiendo a la blanquirroja repleto de ilusión y entusiasmo. Sin embargo, me encontré con algo monumentalmente más importante que una cantidad de partidos de fútbol apasionantes y definitorios. Me encontré con el Perú en el que quiero vivir.
Soy de los que piensan que los peruanos tenemos una problemática social compleja. En las calles y espacios públicos hemos ido perdiendo el respeto mutuo, nos cuesta acatar la autoridad, priorizamos el interés personal sobre el conjunto y generamos frecuentemente desigualdades en trato y estilo. ¿Se imaginan vivir la contraparte de todo eso?
En Rusia la palabra Perú no la relacioné más a esos hábitos mal llevados. Quienes habitaron el “Perú ruso” lejos de la costa, sierra y selva fueron un pueblo ejemplo de disciplina, sacrificio y entusiasmo imbatible. Experimenté una convivencia donde el respeto mutuo se acompañaba de alegría y afecto. La autoridad se respetaba en paz y se colaboraba con ella. La prioridad era el conjunto.
Cada lugar en Rusia por donde miles de peruanos transitamos fue testigo de una comunidad respetuosa, alegre, organizada, solidaria y con un poder de fascinación irresistible. En la derrota y en el triunfo nada cambió. Nuestro comportamiento no dependió de los resultados. Incluso personas de otras nacionalidades se sumaron a la fraternidad y amor por la patria en la marea humana que pobló Moscú, Saransk, Ekaterimburgo, Sochi y algunos lugares más del territorio que hoy es la capital del fútbol.
Muchos dirán que los peruanos cuando viajamos nos comportamos bien, como no lo hacemos en casa. Es cierto, pero lo que ocurrió en Rusia fue distinto a lo que pasa con las comunidades peruanas radicadas en países donde uno se obliga a hacerse al lugar y sus leyes, o a lo que pasa con un turista en minoría que se enfrenta a lo desconocido y busca adaptarse. Se trató de una invasión de los mismos peruanos que un día salimos de ese diario universo de malos hábitos que criticamos pero que no dejamos de cometer en nuestro país para, casi como un milagro, olvidarnos de esas prácticas negativas y pasar a sintonizarnos en una mentalidad diferente de conductas positivas. No porque nos obligaba la ley, sino porque algo nos hizo sentir que era momento de demostrar quiénes queremos ser en el mundo.
Pienso que clasificar al Mundial nos ha abierto la gran oportunidad de cambiar como sociedad. Nunca vi en nuestro país a casi todos enfocados en un mismo deseo y objetivo. No recuerdo a millones gritar su amor por la patria a ese volumen. En Rusia ese fervor se transformó en una forma de ser permanente, en un sello que no deberíamos dejar olvidado sino traerlo puesto para contagiarlo en nuestro propio país.
Ser peruano se ha sentido y ha tenido un rebote positivo en el mundo entero. La gente nos reconocía en las calles y locales con muestras de admiración y esta vez no por Machu Picchu, la gastronomía o el pasado histórico; sino por la unión entre compatriotas, por el orgullo con el que llevábamos nuestros colores puestos y por la disciplina, solidaridad, orgullo y alegría al representar quiénes somos.
Junto a los momentos imborrables e históricos de nuestro himno nacional y el “Contigo Perú” cantados desde lo más profundo de nuestro ser en estadios y plazas, hemos dejado también todo tipo de símbolos peruanos que mucha gente del mundo luce hoy con alegría y orgullo como un recuerdo de las personas extraordinarias que conocieron.
Hemos hecho que miles quieran viajar a recorrer por primera vez nuestro país, logramos poner los ojos del mundo en nosotros de una manera positiva, y ahora nos queda abierta una gran oportunidad: contagiarnos entre nosotros esa nueva manera de hacer las cosas, de que ser peruano signifique demostrar las ganas de hacer las cosas bien, de estar juntos en las buenas y en las malas alentándonos, manteniendo el optimismo y el orgullo, respetando, compartiendo y celebrando la diversidad con otros que no son ni piensan como nosotros, empujando para que sepa el mundo que aquí estamos los peruanos.
Si fuimos locales en cada ciudad que no era nuestra demostrando todo eso bueno que hicimos, pues con mayor razón, seámoslo siempre en nuestro propio país. Arriba Perú.
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