Planes para poner en valor playas limeñas incluye el de otorgar la Costa Verde al sector privado para construir viviendas, comercios y áreas recreativas.
Vista de la Costa Verde (Foto:EFE)
Considerada durante años como un simple vertedero, la estrecha franja costera que baña Lima, caracterizada por sus imponentes acantilados, busca revitalizarse para poner la ciudad de cara al mar tras años de olvido y abandono.
Los nuevos proyectos para recuperar la aislada y abandonada Costa Verde, como se denomina al largo frente marítimo de la capital peruana, han desatado la polémica sobre el papel que debe desempeñar la empresa privada en su recuperación y la conveniencia o no de modificar el característico perfil de Lima sobre el Pacífico.
Entre los planes más polémicos y controvertidos para poner en valor las playas limeñas por primera vez en la historia se encuentra el del estudio peruano Urvía, que pretende dejar en manos privadas partes de la estrecha franja para construir viviendas, comercios y áreas recreativas.
A cambio, los inversores se deben comprometer a proteger el paisaje y proveer servicios a extensas zonas del litoral limeño, según explicó a Efe el arquitecto Raúl Flórez, uno de los responsables del proyecto.
Según Flórez, esta idea, que ya se empleó con éxito en otros lugares del mundo, es "generar un espacio público de altísima calidad", que bajo la batuta de inversores privados mejore los accesos, impulse el comercio y de vida a una zona que en la actualidad está prácticamente abandonada.
"Sabemos que no hay mejor manera de preservar un parque o un área pública, en este caso la costa, que cuando los vecinos se encargan de ella", apuntó el arquitecto.
Cuestionan dejar Costa Verde solo a privados
Sin embargo, voces críticas lideradas por el también arquitecto y urbanista Augusto Ortíz de Zevallos, apuntan que confiar en que las inmobiliarias pondrán su dinero para mejorar áreas públicas es una idea peligrosa, tanto como apostar por proyectos aislados que sólo buscan incrementar sus beneficios.
"Se pueden hacer grandes parques, donde uno pueda ir con la familia, hacer deporte, restaurantes, pero armándolo como un puzzle de piezas coherentes. Si lo articulamos de este modo con la parte de arriba de la ciudad, dejaremos de ver la costa como una autopista marginal e inconexa" señaló Ortíz de Zevallos a Efe.
Otra de las críticas al plan de Urvía es que pone en peligro la identidad de los imponentes acantilados que dominan el paisaje, que en algunos puntos tienen más de 70 metros de altura, y que pueden verse cubiertos de ladrillo y hormigón si prospera.
"No se pretende tapiar el malecón, eso es falso. El plan solo apunta a que se construya el 20 por ciento de los 19 kilómetros que tiene la Costa Verde", rebate Flórez.
Para el arquitecto, tanta discusión sobre el proyecto esconde el interés de algunos políticos que pretenden que "nunca se haga nada" con la costa.
Oportunismo político y burocracia
Así, Flórez denunció "el oportunismo político" del alcalde de Lima, Luis Castañeda, por oponerse a su proyecto tan sólo porque el presidente de la República, Alan García, rival político del burgomaestre, se mostró a favor.
De hecho, una enrevesada burocracia ordena la Costa Verde, con una autoridad conjunta inoperante desde hace 15 años y seis alcaldes de distrito con poder para autorizar obras y dar licencias en zonas costeras sin contar con el resto de interesados.
Tal es así que otro de los problemas que azota la costa y que dificulta un desarrollo integral en conjunto es la existencia de algunos locales de ocio y restaurantes construidos en terreno público y que pese a ser ilegales según la normativa, cuentan con permisos emitidos por autoridades locales.
En lo que sí coinciden todos los implicados es en insistir en que para recuperar el mar de Lima, lo esencial es comenzar limpiando sus aguas, contaminadas durante años por las cloacas que se vierten a escasos metros de la playa y que lo hacen poco apto para el baño.
De momento, mientras el debate prosigue, tan sólo los aguerridos surfistas que día sí y día también desafían las frías aguas del Pacífico, la contaminación y los difíciles accesos, parecen disfrutar sin mayores problemas de la costa de la ciudad. EFE
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