Christian Wulff, se convirtió en el Presidente más joven de la República Federal de Alemania (RFA), tras tres sucesivas votaciones en la Asamblea Federal.
Christian Wulff, se convirtió en el Presidente más joven de la República Federal de Alemania (RFA), tras tres sucesivas votaciones en la Asamblea Federal, que manifestaron las disidencias en los partidos para los que se presentaba como candidato.
Aunque a priori contaba con una mayoría suficiente y sobrada de votos para imponerse en la primera votación, el candidato elegido por la coalición que dirige la canciller federal, Angela Merkel, no obtuvo hasta el último escrutinio los votos que le convertían en el nuevo máximo mandatario germano.
La canciller lanzó su candidatura hace un mes como solución de emergencia a la intempestiva dimisión del presidente Horst Köhler -por razones aún no aclaradas- y ante la oposición interna al nombre que saltó como primera opción para un relevo más espectacular, la ministra de Trabajo, Ursula von der Leyen.
Desde entonces, a Wulff, hombre con reputación de estratega mucho más duro de lo que su eterna sonrisa y suaves maneras hacen pensar, ha tenido que lidiar con la dudas de sus propias filas sobre si es la persona adecuada para el primer cargo representativo del país.
Por si fuera poco, la oposición socialdemócrata-verde se sacó de la manga un as, el independiente y ex disidente al régimen germano-oriental Joachim Gauck, como candidato alternativo que la propia Merkel habría apoyado con fervor, de haber surgido la idea de sus propias filas y no de las del adversario.
Wulff no ha perdido pese a ello la sonrisa o, si lo ha hecho, ha sido en privado. De 51 años y desde 2003 al frente del gobierno de Baja Sajonia, el nuevo presidente es hombre avezado en encajar reveses políticos sin abandonar su tono suave.
El cargo presidencial no estaba en los planes de un político que se ganó el apodo de "joven salvaje" en tiempos de Kohl en la Cancillería y cuyo nombre se identificó en el pasado como rival interno de Merkel, al que el ejercicio del poder ha domesticado.
Wulff dejó atrás su perfil de rebelde en la Unión Cristianodemócrata (CDU) desde que asumió el liderazgo de su "Land", donde gobierna en coalición con el Partido Liberal.
Baja Sajonia, con capital en Hannover, es un estado federado identificado con el consorcio automovilístico Volkswagen -cuya sede central está en Wolfsburgo-. Wulff arrebató en 2003 el gobierno a Sigmar Gabriel, heredero regional del entonces canciller Gerhard Schröder y ahora presidente del Partido Socialdemócrata (SPD).
Antes de llegar a ese puesto, Wulff encajó dos derrotas seguidas en el "Land" ante Schröder -jefe del Gobierno de Baja Sajonia desde 1990 a 1998, año en que arrebató la cancillería a Kohl.
Ya en el cargo, Wulff limó sus perfiles de renovador en las filas democristianas, aunque retuvo su aura de líder ambicioso, al acecho de alcanzar, cuando la ocasión lo permitiera, los máximos puestos del país, incluida la Cancillería.
La dimisión de Köhler -teóricamente, por unas inoportunas declaraciones justificando misiones internacionales del Ejército por los intereses económicos de Alemania- trastocó esos planes por la Presidencia, cargo que en la RFA tiene un sesgo apartidista.
Nacido en Osnabrück (Baja Sajonia), jurista y en las filas de la CDU desde 1975, Wulff será, de lograr la elección, el segundo católico en el cargo tras Heinrich Lübke (presidente del país entre 1959 y 1969).
Entre él, su esposa Bettina y su hijo de dos años, rejuvenecerán los aires del Palacio de Bellevue, la sede presidencial.
Desde que, cuatro años atrás, se divorció de su primera esposa, Wulff y su actual mujer, más el bebé, son presencia habitual de la prensa del corazón alemana y las tertulias televisivas, como exponente de familia alemana moderna. EFE
Aunque a priori contaba con una mayoría suficiente y sobrada de votos para imponerse en la primera votación, el candidato elegido por la coalición que dirige la canciller federal, Angela Merkel, no obtuvo hasta el último escrutinio los votos que le convertían en el nuevo máximo mandatario germano.
La canciller lanzó su candidatura hace un mes como solución de emergencia a la intempestiva dimisión del presidente Horst Köhler -por razones aún no aclaradas- y ante la oposición interna al nombre que saltó como primera opción para un relevo más espectacular, la ministra de Trabajo, Ursula von der Leyen.
Desde entonces, a Wulff, hombre con reputación de estratega mucho más duro de lo que su eterna sonrisa y suaves maneras hacen pensar, ha tenido que lidiar con la dudas de sus propias filas sobre si es la persona adecuada para el primer cargo representativo del país.
Por si fuera poco, la oposición socialdemócrata-verde se sacó de la manga un as, el independiente y ex disidente al régimen germano-oriental Joachim Gauck, como candidato alternativo que la propia Merkel habría apoyado con fervor, de haber surgido la idea de sus propias filas y no de las del adversario.
Wulff no ha perdido pese a ello la sonrisa o, si lo ha hecho, ha sido en privado. De 51 años y desde 2003 al frente del gobierno de Baja Sajonia, el nuevo presidente es hombre avezado en encajar reveses políticos sin abandonar su tono suave.
El cargo presidencial no estaba en los planes de un político que se ganó el apodo de "joven salvaje" en tiempos de Kohl en la Cancillería y cuyo nombre se identificó en el pasado como rival interno de Merkel, al que el ejercicio del poder ha domesticado.
Wulff dejó atrás su perfil de rebelde en la Unión Cristianodemócrata (CDU) desde que asumió el liderazgo de su "Land", donde gobierna en coalición con el Partido Liberal.
Baja Sajonia, con capital en Hannover, es un estado federado identificado con el consorcio automovilístico Volkswagen -cuya sede central está en Wolfsburgo-. Wulff arrebató en 2003 el gobierno a Sigmar Gabriel, heredero regional del entonces canciller Gerhard Schröder y ahora presidente del Partido Socialdemócrata (SPD).
Antes de llegar a ese puesto, Wulff encajó dos derrotas seguidas en el "Land" ante Schröder -jefe del Gobierno de Baja Sajonia desde 1990 a 1998, año en que arrebató la cancillería a Kohl.
Ya en el cargo, Wulff limó sus perfiles de renovador en las filas democristianas, aunque retuvo su aura de líder ambicioso, al acecho de alcanzar, cuando la ocasión lo permitiera, los máximos puestos del país, incluida la Cancillería.
La dimisión de Köhler -teóricamente, por unas inoportunas declaraciones justificando misiones internacionales del Ejército por los intereses económicos de Alemania- trastocó esos planes por la Presidencia, cargo que en la RFA tiene un sesgo apartidista.
Nacido en Osnabrück (Baja Sajonia), jurista y en las filas de la CDU desde 1975, Wulff será, de lograr la elección, el segundo católico en el cargo tras Heinrich Lübke (presidente del país entre 1959 y 1969).
Entre él, su esposa Bettina y su hijo de dos años, rejuvenecerán los aires del Palacio de Bellevue, la sede presidencial.
Desde que, cuatro años atrás, se divorció de su primera esposa, Wulff y su actual mujer, más el bebé, son presencia habitual de la prensa del corazón alemana y las tertulias televisivas, como exponente de familia alemana moderna. EFE
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