El presidente boliviano es el favorito con más del 50% de la intención de votos, en las elecciones presidenciales y legislativas de ese país.
El presidente de Bolivia y candidato a la reelección, Evo Morales, dedicó la víspera electoral a una intensa agenda en su bastión del Chapare (Cochabamba, centro) donde además hizo de conductor, jugó al fútbol con los corresponsales, y apareció en público con su hija Eva Liz.
Poco propenso a mostrar a sus hijos en público, el mandatario indígena sorprendió a los periodistas llegando a su primer acto con la prensa acompañado de su hija primogénita, si bien Eva Liz quedó en un segundo plano durante el resto de la jornada.
Tras unos compromisos en La Paz a primera hora del día y la inauguración de un liceo en la población cochabambina de Quillacollo, Morales apareció en un conocido restaurante del Chapare como lo hacen las estrellas: sorprendiendo.
Los periodistas, que esperaban al mandatario para compartir un almuerzo a base de trucha (chicharrón de trucha de primero, trucha a la plancha de segundo), vieron como un todoterreno negro derrapaba en una curva cual piloto de rallys.
Al volante el propio Morales, y en el puesto de copiloto su hija. Sorpresa mayúscula entre los asistentes, y sonrisas de parte del presidente y candidato.
Tras unos breves saludos, en especial a la dueña del restaurante (una mujer argentina que vive en Bolivia desde hace 40 años y que conoce a Morales desde hace 30), cada uno se sentó en su mesa para degustar una trucha pescada minutos antes del criadero de la posada.
Tras el almuerzo, unas breves palabras del presidente a la prensa, sólo para desear que la jornada de mañana transcurra lo mejor posible y que los bolivianos acudan a las urnas.
Y de nuevo al volante, Morales emprendió una carrera hacia Chimoré, donde le aguardaba el último acto oficial antes de los comicios.
Ante el destacamento policial de lucha contra el narcotráfico, el presidente resaltó el gran trabajo realizado por este cuerpo, mientras su camisa se empapaba de sudor por el húmedo calor asfixiante propio de esa zona, el Trópico de Cochabamba.
Tras el acto, con desfile militar incluido y la aparición sorpresa de dos helicóptero del ejército, Morales de nuevo agarró el volante de su todoterreno, no sin antes degustar unas costillas de res, acompañadas de patata y arroz, que le habían preparado.
Casi sin levantar el pie del acelerador, el presidente llegó a una cancha de fútbol sala, donde aceptó el reto de los corresponsales extranjeros para jugar un partido de fútbol, el deporte preferido del presidente.
Al final, el encuentro se convirtió en un cuadrangular, junto con un equipo de la zona y un grupo de militares que habían participado en el evento anterior.
El equipo presidencial, jugando a medio gas derrotó en el primer encuentro a los periodistas sin una gran actuación pero con opciones de anotar un gol. El ímpetu de Morales le costó una tarjeta amarilla.
Y tras el fútbol, el mandatario no descansó: rueda de prensa con los periodistas desplazados a la zona y cena con ellos, a la espera de que en la jornada de mañana, los bolivianos opten por su reelección para seguir como presidente de Bolivia cinco años más.
EFE
Poco propenso a mostrar a sus hijos en público, el mandatario indígena sorprendió a los periodistas llegando a su primer acto con la prensa acompañado de su hija primogénita, si bien Eva Liz quedó en un segundo plano durante el resto de la jornada.
Tras unos compromisos en La Paz a primera hora del día y la inauguración de un liceo en la población cochabambina de Quillacollo, Morales apareció en un conocido restaurante del Chapare como lo hacen las estrellas: sorprendiendo.
Los periodistas, que esperaban al mandatario para compartir un almuerzo a base de trucha (chicharrón de trucha de primero, trucha a la plancha de segundo), vieron como un todoterreno negro derrapaba en una curva cual piloto de rallys.
Al volante el propio Morales, y en el puesto de copiloto su hija. Sorpresa mayúscula entre los asistentes, y sonrisas de parte del presidente y candidato.
Tras unos breves saludos, en especial a la dueña del restaurante (una mujer argentina que vive en Bolivia desde hace 40 años y que conoce a Morales desde hace 30), cada uno se sentó en su mesa para degustar una trucha pescada minutos antes del criadero de la posada.
Tras el almuerzo, unas breves palabras del presidente a la prensa, sólo para desear que la jornada de mañana transcurra lo mejor posible y que los bolivianos acudan a las urnas.
Y de nuevo al volante, Morales emprendió una carrera hacia Chimoré, donde le aguardaba el último acto oficial antes de los comicios.
Ante el destacamento policial de lucha contra el narcotráfico, el presidente resaltó el gran trabajo realizado por este cuerpo, mientras su camisa se empapaba de sudor por el húmedo calor asfixiante propio de esa zona, el Trópico de Cochabamba.
Tras el acto, con desfile militar incluido y la aparición sorpresa de dos helicóptero del ejército, Morales de nuevo agarró el volante de su todoterreno, no sin antes degustar unas costillas de res, acompañadas de patata y arroz, que le habían preparado.
Casi sin levantar el pie del acelerador, el presidente llegó a una cancha de fútbol sala, donde aceptó el reto de los corresponsales extranjeros para jugar un partido de fútbol, el deporte preferido del presidente.
Al final, el encuentro se convirtió en un cuadrangular, junto con un equipo de la zona y un grupo de militares que habían participado en el evento anterior.
El equipo presidencial, jugando a medio gas derrotó en el primer encuentro a los periodistas sin una gran actuación pero con opciones de anotar un gol. El ímpetu de Morales le costó una tarjeta amarilla.
Y tras el fútbol, el mandatario no descansó: rueda de prensa con los periodistas desplazados a la zona y cena con ellos, a la espera de que en la jornada de mañana, los bolivianos opten por su reelección para seguir como presidente de Bolivia cinco años más.
EFE
Comparte esta noticia