El equipo sub-11 de Acakoro, academia de fútbol que recluta jugadores en uno de los barrios más peligrosos de Kenia, dejó en el camino a otros grandes como Atlético de Madrid y Liverpool en el que fue su primer torneo en Europa.
La primera vez que el equipo sub-11 del Acakoro, una academia de fútbol del suburbio de Kogorocho, en Nairobi (Kenia), compitió en un torneo europeo ganó en la final al FC Barcelona, tras derrotar a otros equipos ilustres como el Liverpool o el Atlético de Madrid. Teddy Sirnia, 14 años, fue el que marcó el único gol de la final de 2015 contra el Barcelona de la DonauAuen Cup, una de las competiciones infantiles más importantes del mundo.
"Los primeros cinco minutos fuimos buenos, pero luego no conseguíamos posesión. Hasta que la logramos, avanzamos y anotamos", recuerda Teddy en una entrevista con la agencia EFE en la sede de la Academia Acakoro. "Fue tan motivante...Éramos el único equipo negro, y en la final todos los equipos a los que habíamos vencido vinieron a apoyarnos", cuenta el joven. Acaba de volver del colegio y ahora Teddy se cambiará para irse a entrenar con sus compañeros de equipo.
Luego, dice, en casa ve vídeos de jugadas para asegurarse de que al día siguiente -o en el futuro- las pueda hacer. Quiere ser como la estrella brasileña Neymar y jugar en algún equipo de la liga inglesa, preferiblemente el Manchester United o el Arsenal. En esa misma competición, Nobel Buleti fue elegido como el mejor portero, lo que, según explica, le motiva y le induce a pensar que es posible que algún día pueda jugar en equipos internacionales.
La academia
Actualmente, esta academia fundada en 2013 por un austríaco y un keniano, exentrenador de la selección nacional del país africano, entrena a 124 niños en 6 equipos: los masculinos de sub-11, sub-13, sub-15 y sub-17; y los femeninos de sub-12 y sub-17. Al principio sólo había un equipo femenino, pero las niñas del "slum" -como se conoce en inglés a los asentamientos informales- han ido animándose y la reputación de la academia ha conseguido vencer los prejuicios de las familias de que el fútbol es cosa de chicos.
Entrenar después de clase no es todo. Estos niños, que proceden todos de Kogorocho, uno de los suburbios más peligrosos de Nairobi, tienen una beca que les permite estudiar, tener libros, uniforme, una comida al día, cobertura sanitaria y transporte seguro a casa. Muchos de los que aquí juegan antes no podían ir al colegio a diario, ya que los profesores les enviaban a casa hasta que sus padres consiguieran el dinero para pagar. "Lo mejor es que pagan las tasas escolares y mis padres no tienen que buscar cómo pagar eso", confiesa Nobel.
La selección de la Academia es dura: sólo entran los que mejores cualidades muestran y los niños más desfavorecidos. Hay 5 que reclutaron del mayor vertedero de Nairobi, situado en este suburbio. "Kogorocho es un sitio verdaderamente desesperado para vivir, pero eso no lo hace un mal sitio", asegura a Efe Mohammed Rashid, uno de los entrenadores que en su día fue jugador de fútbol del Mathare United y que conoce bien el barrio, pues es el suyo también.
El fútbol como esperanza
Este "slum" se conoce por la violencia y el vertedero, pero los entrenadores del Acakoro admiten orgullosos que desde hace unos años también destaca por tener la mejor academia de fútbol de Kenia, y que el barrio se ha vuelto más seguro. Cuando llegaron desde Austria con el trofeo, la gente se echó a las calles para corearles y llevarles en brazos; eran héroes nacionales.
Según los calendarios que cuelgan en las oficinas de Acakoro, donde se almacenan un centenar de trofeos de todo tipo, los futbolistas entrenan 4 días a la semana y compiten los domingos. "Deberían tener dos días libres a la semana, pero la realidad es que sólo tienen uno al mes, como mucho", admite Lukas Guwar, un científico del deporte austríaco que trabaja en la academia. El fútbol es una ocupación y, a la vez, una vía de escape para no caer en la violencia porque, como explica Guwar, "estos niños harían cualquier cosa por dinero, incluso si es ilegal o peligrosa".
En la academia les dan una comida caliente diaria y hay un día de carne a la semana, cuando el aporte de proteínas se reduce a 7 pollos para 124 niños y todos los entrenadores. "Nuestros niños tienen hambre, así que ¡claro que se lanzan a por los goles!", dice Guwar bromeando, pero hablando con toda seriedad. "Si les comparas con los otros equipos europeos -prosigue-, ves que nuestros niños son, sobre todo eso, niños, a los que les faltan proteínas para crecer".
En su día a día, hay obstáculos tan importantes como que en temporada de lluvias, que dura unos 4 meses al año, el campo de fútbol donde entrenan, de tierra, se embarra y no se puede jugar. Ahora han construido un pequeño espacio al lado con suelo de plástico para que los chavales puedan seguir entrenando. En las calles de Kogorocho, venden camisetas y chándales del Real Madrid y del Barcelona; aún no hay equipación del Acakoro, pero los responsables de la academia sueñan con que un día estos pequeños jugadores, que integrarán casi la totalidad de la selección de Kenia en unos años, traigan a su barrio la Copa Mundial de la FIFA.
EFE
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