María Antonia de Paz y Figueroa desplegó una inmensa labor espiritual y social en su natal Santiago de Estero.
Este sábado se realizó la ceremonia de beatificación de la argentina María Antonia de Paz y Figueroa, más conocida como Mama Antula, una mujer de “fe ardiente”, que con audacia mantuvo vivo el carisma ignaciano tras la expulsión de los jesuitas en 1767 y desplegó una inmensa labor espiritual y social.
La beatificación. La ceremonia se realizó en la norteña provincia de Santiago del Estero, donde María Antonia nació en 1730, cuando aquel territorio dependía del Virreinato del Perú. Pero su figura también está fuertemente asociada a Buenos Aires, destino final de su peregrinaje y misión.
Destacan su legado. “Fue una mujer valiente. La 'mujer fuerte', así la llamaron los jesuitas en Europa cuando escribieron el primer libro sobre ella”, dijo a Efe la hermana Zulema Zayas, en una entrevista en la Casa de Ejercicios Espirituales, fundada por Mama Antula y donde vivió sus últimos años. Allí todavía se respira algo de la atmósfera de la Buenos Aires del siglo XVIII y se puede visitar la celda que ocupó María Antonia y ver algunas de sus reliquias.
Su historia. Todavía en Santiago del Estero, a los 15 años hizo votos de pobreza y castidad, adoptó el nombre de María Antonia de San José y, junto a otras compañeras, se dedicó a asistir a los jesuitas en su labor pastoral y social, en particular en los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola.
¿Quién era? María Antonia no era monja, sino que formaba parte de lo que se conocía como "beaterio", una forma de vida consagrada laical. Su figura se hizo conocida gracias a su empeño por mantener vivo el carisma ignaciano luego de que en 1767 el rey español Carlos III decretara la expulsión de los jesuitas de sus territorios, lo que la movió a organizar los ejercicios espirituales en varias provincias del norte argentino e incluso en Uruguay, en las ciudades de Colonia y Montevideo.
Ejercicios espirituales. "Cuando los jesuitas son expulsados de los territorios de la corona española, ella asume esta espiritualidad. De hecho, sabemos que ha tenido una fuerte espiritualidad ignaciana. Entonces, emprende la misión de promover los ejercicios espirituales", señala Zayas, superiora general de las Hijas del Divino Salvador, congregación creada en 1878 por las continuadoras de la obra de María Antonia.
Peregrinaje. En 1779 llega caminando, descalza, a Buenos Aires, donde en un primer momento no es bienvenida ni por las autoridades religiosas ni las políticas. "No es muy bien recibida porque la trataban como loca, le decían que era un jesuita disfrazado", cuenta Zayas. Pero persevera y sus ejercicios son un éxito, primero en sitios alquilados y luego en la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, que fundó en 1795 y hoy es monumento histórico de Argentina.
Legado. Se calcula que unas 150.000 almas pasaron por los ejercicios a lo largo de toda la vida de María Antonia, quien promovía la integración social, juntando en los ejercicios, por ejemplo, a las damas de alta sociedad con sus criadas. Toda su labor la registraba al detalle en cartas que enviaba a los jesuitas exiliados y su tarea ganó fama porque las misivas se traducían y circulaban entre la nobleza y los conventos de distintos puntos de Europa. (EFE)
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