Las fuerzas de seguridad están desplegadas en toda China frente a manifestaciones que no se habían visto en décadas.
El máximo organismo de seguridad de China pidió "medidas enérgicas" tras varios días de protestas en las principales ciudades del país para protestar contra los estrictos confinamientos sanitarios y en demanda de mayores libertades.
Las fuerzas de seguridad están desplegadas en toda China frente a manifestaciones que no se habían visto en décadas, provocadas por los estrictos confinamientos frente a la COVID-19 y la frustración de la población con el sistema político.
En un comunicado, la Comisión Central de Asuntos Políticos y Legales del Partido Comunista, el máximo organismo de seguridad de China, dijo que es "necesario tomar medidas enérgicas contra las actividades de infiltración y sabotaje de las fuerzas hostiles de acuerdo con la ley", según un informe de una reunión publicado por la agencia estatal de noticias Xinhua.
Por otra parte, las autoridades decidieron el martes acelerar la vacunación de las personas mayores contra la COVID-19 y la Comisión Nacional de Salud china se comprometió a "acelerar el aumento de la tasa de vacunación de las personas mayores de 80 años, y a seguir aumentando la tasa de vacunación de las personas de 60 a 79 años".
Actualmente, solo el 65,8 % de los habitantes de más de 80 años están plenamente vacunados, según la Comisión Nacional de Salud.
La limitada cobertura de vacunación de las personas mayores es uno de los argumentos del gobierno comunista para justificar su estricta política sanitaria, que se materializa en confinamientos interminables, cuarentenas a la llegada del extranjero y tests casi diarios para la población.
Una salida al problema
La mejora de las tasas de vacunación podría ofrecerle a China precisamente una vía de salida a su política de ‘Cero COVID’.
En vigor desde hace casi tres años, esta política fue el blanco de la ira popular en unas manifestaciones ocurridas este fin de semana, las más extensas desde el movimiento prodemocracia de 1989.
A modo de contexto también influye la frustración de muchos ante el sistema político chino. Algunos pidieron incluso la dimisión del presidente Xi Jinping, recién elegido para un tercer mandato.
El elemento desencadenante fue un incendio mortal la semana pasada en Urumqi, capital de la región de Xinjiang (noroeste).
El trabajo de los bomberos se habría visto entorpecido por la normativa sanitaria, argumentos que el gobierno desmintió el lunes. (AFP)
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