El expresidente chino Jiang Zemin, fallecido este miércoles, llegó al poder después de la represión de las protestas de Tiananmen en 1989 y durante su mandato proyectó a China en el escenario internacional.
Jiang Zemin, figura clave en la China pos-Tiananmen, lideró el "boom" económico del país asiático en la década de 1990 pero dejó manchas en su historial, como el auge de las desigualdades y la corrupción, los presuntos abusos en la región del Tíbet o su polémica batalla contra la organización Falun Gong.
Nacido el 17 de agosto de 1926 en Yangzhou, ciudad en el delta del río Yangtsé, Jiang tomó en 1989 las riendas de un régimen roto por las divisiones y las críticas internacionales, y las soltó casi 15 años después con un país que ya era visto como potencia económica y bendecido para organizar las Olimpiadas de 2008.
Pragmático y moderado como pocos, lo que hizo que sus críticos le dedicaran ácidos apodos como "el Florero" o "la Veleta", acabó siendo más popular fuera que dentro de su país, gracias, entre otras cosas, a que fue uno de los pocos líderes comunistas que hablaba inglés con fluidez en unos años en los que China buscaba irrumpir con fuerza en el mundo, todavía de forma generalmente amable.
A su popularidad le ayudó cierto aire caricaturesco, pues a su peculiar aspecto, con esas inconfundibles gafas de pasta oscura, se le unía una curiosa querencia por cantar y bailar en actos oficiales, a veces delante de jefes de Estado y Gobierno, como en sus recordados valses con las estadounidenses Laura Bush y Condoleezza Rice.
Jiang era capaz de romper inesperadamente el habitual hieratismo gris de los dirigentes comunistas hasta el punto de sacar un peine del bolsillo y acicalarse frente al público, como hizo en una visita oficial a España en 1996, al lado del entonces rey Juan Carlos I.
De Tiananmen a la China que crecia al 10%
Miembro del Partido Comunista de China (PCCh) desde su juventud, Jiang se formó como ingeniero eléctrico en Shanghái y llegó a trabajar en la Fábrica de Automóviles Stalin de Moscú en los 50.
Shanghái no sólo fue su alma máter sino también el bastión desde el que ascendería al poder, primero como alcalde y después como secretario general del PCCh en la ciudad, cargo que atesoraba cuando en 1989 estalló el movimiento de protesta de Tiananmen.
Aquella crisis supuso la purga de muchos líderes reformistas de la época que mostraron simpatía por los estudiantes, pero a Jiang le ayudó a ascender gracias a la percepción de que supo lidiar mejor con los manifestantes que también hubo en Shanghái.
Mientras en Pekín miles de personas acabaron siendo reprimidas sangrientamente por el Ejército, en la urbe oriental las protestas fueron escasas y se apagaron sin sacar a los tanques.
Esto ayudó a que Jiang, hasta entonces casi un desconocido, fuera designado por Deng Xiaoping como secretario general del PCCh a finales de junio de 1989 en sustitución del purgado Zhao Ziyang, un cargo que mantendría hasta noviembre de 2002.
Visto en los primeros años como un líder de transición y a la sombra de Deng, Jiang fue fraguando una imagen de líder solvente que benefició a una China necesitada de reconocimiento y estabilidad.
Nombrado presidente en 1993, con el tiempo consiguió crear una poderosa red de influencias que alcanzó a todos los segmentos de la estructura del país, desde la economía al Ejército.
Entre su haber político, la culminación de la retrocesión de Hong Kong en 1997 y la de Macao en 1999, además del ingreso en la Organización Mundial del Comercio en 2001 de una China que asombraba al mundo con crecimientos anuales cercanos al 10 por ciento.
Sin embargo, su mandato también evidenció los graves desequilibrios que provocaba el modelo, con el auge de desigualdades sociales y altos índices de corrupción que, a ojos del actual presidente chino, Xi Jinping, estaban minando al PCCh desde dentro.
Xi, con su campaña anticorrupción por bandera, aprovechó, una vez tomó el poder en 2013, para cercenar las bases de apoyo de Jiang en el aparato económico, administrativo, financiero y tecnológico del PCCh, hasta el punto de que, según algunos analistas, poco queda de la facción que durante más de una década dirigió al país.
Prohibición de Falun Gong y abusos en Tibet
Entre otras críticas a la gestión de Jiang destaca la controvertida decisión de prohibir en 1999 a la organización religiosa Falun Gong -que entonces contaba con decenas de millones de adeptos en China- poco después de que algunos de sus miembros se manifestaran en el centro de Pekín pidiendo un mayor reconocimiento.
La prohibición dio paso a una campaña de detenciones, con torturas y ejecuciones, según denunció la organización durante años.
Falun Gong encontró especial atención a sus denuncias en los tribunales de España, a lo que hay que sumar otra también admitida a trámite por parte de organizaciones tibetanas a cuenta de la represión del régimen comunista en la región del Tíbet.
Esto llegó a producir la insólita situación de que la Justicia española pidiera en 2013 a la Interpol la detención de Jiang y otros exmandatarios chinos, creando una incómoda situación diplomática que causó roces bilaterales y que se "apagó" con la polémica reforma española de la Ley de Justicia Universal, en 2014.
Y en cuanto a la política internacional, a Jiang se le recordará por su relativamente cordial relación con EE. UU., país al que llevó a cabo una histórica visita en 1997 pero con el que tuvo que lidiar varias crisis, especialmente la del bombardeo por la OTAN de la embajada del país asiático en Belgrado en 1999.
El exmandatario apareció en público por última vez en octubre de 2019 con el motivo del Día Nacional y la celebración del septuagésimo aniversario de la proclamación de la República Nacional China. (EFE)
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