Desde hace décadas la existencia de estos grupos está en peligro, porque los recursos naturales de la Amazonía peruana constituyen un poderoso imán que se rifan taladores ilegales y empresas mineras.
En rincones de la exhuberante Amazonía peruana, tribus no contactadas intensifican su lucha por sobrevivir ante la amenazadora fiebre petrolera, la avaricia de taladores ilegales de caoba y brotes de enfermedades comunes que para ellos son mortales.
Pequeñas tribus aisladas y que hacen fugaces contactos con los otros, los "civilizados", se ven sometidas desde hace décadas a la explotación de los recursos naturales del territorio donde se asientan, en toda la vertiente oriental de Perú, explica a Efe el antropólogo Lelis Rivera.
La ilegalidad en la tala de los bosques amazónicos y las concesiones petroleras se han convertido en las dos principales amenazas para estos indígenas, que habitualmente se ven obligados a emigrar a otros espacios, a menudo ya habitados por otras tribus, y que es causa de enfrentamientos tribales.
Los "no contactados", una gran tentación para muchas misiones religiosas, viven en reducidos clanes familiares, formados por entre 18 y 25 personas, y hablan idiomas extraños para la civilización, señala Rivera, que es también director del Centro de Desarrollo del Indígena Amazónico.
Nada les es tan desconocido como la democracia de los países occidentales, el Estado y la propiedad privada, y por ello el anciano asume la responsabilidad de garantizar la supervivencia del clan, cuyos miembros no suelen superar los 55 años de edad.
Los "no contactados" son tan hábiles con sus manos y conocen tan bien los misterios de la naturaleza que son capaces de tallar el asiento de madera más confortable o de cazar al esquivo otorongo (jaguar) para hacer un collar con sus dientes y lograr así la mano de su amada.
Estos pueblos se mueven entre las orillas de los ríos y los densos bosques de la selva peruana, y, en función de la época del año, asientan sus humildes campamentos junto a arenales fluviales o en el interior de la Amazonía.
"En junio o julio (pleno invierno) se movilizan hacia los ríos y el estiaje fluvial les permite excavar los nidos de tortuga para alimentarse de sus huevos y engordar durante un mes", relata el antropólogo, que promovió la declaración de la primera reserva territorial en Perú para la protección de los indígenas de ese lugar.
Los "no contactados" evitan cualquier relación con el mundo de fuera y, en el caso de algunas etnias, otras tribus indígenas son sus intermediarios con el resto de la sociedad.
Desde hace décadas la existencia de estos grupos está en peligro, porque los recursos naturales de la Amazonía peruana constituyen un poderoso imán que se rifan taladores ilegales y empresas mineras, dice Rivera.
La fiebre por el "oro rojo", la caoba, por el petróleo y la existencia de otros minerales en la selva han incrementado la presencia de gentes foráneas, que llevan consigo enfermedades letales para los nativos.
De eso Perú sabe bastante: en la década de los años ochenta, una prospección de una empresa petrolera provocó el contacto con la etnia de los nahua y su extrema vulnerabilidad acabó con más de la mitad de la población.
Para salvaguardar a estos pueblos, Perú creó cinco reservas territoriales, que son vistas por algunos círculos religiosos como "cárceles" para indígenas, pero que, aunque cuestionadas por su efectividad real, sí son defendidas y reclamadas por otros.
Dice el refrán que quien hace la ley hace la trampa: en las cinco reservas se pueden hacer prospecciones y extracciones para aprovechar recursos naturales si es de necesidad pública.
El Gobierno peruano trabaja en un reglamento que daría luz verde a nuevas exploraciones y extracciones en una de las reservas territoriales, la de los Nahua Kugapakori y Nanti, en la sureña región de Cuzco.
Mientras tanto, organizaciones indígenas y hasta la propia Defensoría del Pueblo denuncian la situación de desamparo de estos pueblos.
La principal organización de defensa de nativos selváticos peruanos, la Asociación Interétnica para el Desarrollo de la Selva Peruana, alertó esta semana de las consecuencias negativas que tendría la aprobación de la normativa.
Mientras tanto, la Defensoría del Pueblo hizo público un informe en el que evidenciaba la ineficacia de la ley.
"Las reservas no cumplen su función de garantizar el derecho a la vida y los derechos territoriales de estas poblaciones" por la falta de voluntad política, recursos económicos y de personal, denuncia Rivera, quien pone de ejemplo la legislación del vecino Brasil.
Para Rivera, la solución es clara: el Estado peruano tiene que saber valorar la importancia cultural de los pueblos no contactados, y también a tomar conciencia del derecho a la vida y al territorio de estas tribus.
Se garantizará así la supervivencia de estas frágiles comunidades y la protección de su medio natural, un tesoro de la biodiversidad, concluye el antropólogo. EFE
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