La primera señal de la presencia de la enfermedad consiste en una caída de los niveles de la proteína beta amiloide en el líquido encefalorraquídeo.
Algunos síntomas del Alzheimer se pueden detectar 25 años antes de que aparezca la demencia, así lo afirma un estudio elaborado por investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington.
La primera señal de la presencia de la enfermedad consiste en una caída de los niveles de la proteína beta amiloide en el líquido encefalorraquídeo, un indicador que suele manifestarse con 25 años de antelación respecto al daño cognitivo incapacitante.
Esta proteína es la causante de la formación de las llamadas placas seniles en el cerebro, una de las dos estructuras aberrantes que caracterizan la enfermedad, junto a la formación de los llamados ovillos neurofibrilares.
El trabajo que publica la revista New England Journal of Medicine hace referencia a otras cuatro alteraciones, informa elpais.com.
A unos 15 años de la aparición de los síntomas de la enfermedad se puede detectar ya un incremento de la proteína tau (ligada a la aparición de los ovillos) en el líquido de la médula espinal. Por entonces, también son perceptibles alteraciones (atrofia, estrechamiento) en estructuras cerebrales como el hipocampo.
Otras señales como la caída del consumo de glucosa en el cerebro o la aparición de los primeros problemas de memoria no se pueden identificar hasta una década antes de que la enfermedad ya sea evidente.
“Ya se sabía que la enfermedad arrancaba muchos años antes de que se manifestaran los primeros síntomas”, dice Antonio del Olmo, neurólogo del hospital Peset de Valencia y responsable de un estudio mundial sobre detección precoz. “Pero ahora tenemos la confirmación de lo que sospechábamos”.
Los resultados de la investigación se han obtenido a partir del análisis de un grupo de 128 personas del Reino Unido, Estados Unidos y Australia. Todos ellos son hijos de pacientes de una modalidad de alzhéimer muy particular, el hereditario, que solo presenta un 1% de los enfermos.
“Es un trabajo bastante aproximativo, pero está bien hecho”, apunta del Olmo. A pesar de que el estudio se centró en una forma muy poco común de la enfermedad (la hereditaria), las conclusiones del trabajo son extrapolables al resto de pacientes.
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