Los edulcorantes artificiales, como la sucralosa, podrían alterar la percepción de saciedad y estimular el apetito, lo que a su vez podría contribuir a la obesidad, según una investigación publicada en la revista Nature Metabolism.
En las últimas décadas, la obesidad ha crecido a un ritmo alarmante en todo el mundo. Diversos factores han sido señalados como responsables, y uno de los principales es el consumo excesivo de bebidas azucaradas. Ante esta realidad, muchas personas comenzaron a buscar alternativas que permitieran mantener el sabor dulce sin recurrir al azúcar tradicional.
Una de las soluciones más populares han sido las bebidas con edulcorantes. El doctor Elmer Huerta, asesor médico de RPP, señala que estos productos ganaron terreno como una especie de “refugio” que prometía cuidar la salud sin renunciar al dulzor. Sin embargo, lo que en un principio parecía una opción saludable, hoy genera dudas entre los científicos.
Según Huerta, recientes investigaciones han demostrado que los edulcorantes no son tan inocuos como se pensaba. Además de alterar la microbiota intestinal -las bacterias que habitan nuestro sistema digestivo- también tienen efectos sobre el cerebro. Un estudio publicado en la revista Nature Metabolism reveló que edulcorantes artificiales como la sucralosa pueden modificar la forma en que nuestro cerebro percibe la saciedad y el apetito.
El estudio analizó a 75 adultos jóvenes, divididos en tres grupos: personas con peso saludable, con sobrepeso y con obesidad. A ellos se les pidió consumir tres tipos de bebidas: una con sucralosa, otra con azúcar de mesa y una tercera con solo agua. Los investigadores midieron sus niveles de azúcar en sangre y usaron resonancias magnéticas funcionales para observar la actividad cerebral.
Los resultados revelaron que el agua pura no causó cambios ni en los niveles de azúcar ni en la actividad cerebral. El agua con sucralosa no elevó el azúcar en sangre, pero sí activó de forma notable las zonas del cerebro asociadas con el apetito y el placer. Por otro lado, el agua con azúcar de mesa sí aumentó la glucosa en sangre, aunque generó una actividad cerebral mucho más moderada en comparación con la sucralosa.
Así, los investigadores concluyen que el consumo de sucralosa puede aumentar el apetito, lo que podría contribuir indirectamente al desarrollo de la obesidad.