Ansiedad, miedo y apatía son los principales protagonistas en estos días. Estas emociones son consecuencia de la incertidumbre que la situación genera.
El confinamiento suele ser una experiencia desagradable, porque es un aislamiento obligatorio e implica romper con nuestras rutinas, ocio, dejar de ver a nuestros amigos, familia, y perder la libertad. Esta situación tiene una potente carga psicológica sobre nosotros.
Ansiedad, miedo y apatía son los principales protagonistas en estos días. Estas emociones son consecuencia de la incertidumbre que la situación genera. Pueden aparecer pensamientos de tipo catastrofistas y anticipatorios, poniéndonos en los peores y más improbables escenarios.
Necesitamos saber qué pasará y así anticiparnos a lo que ocurrirá. Los seres humanos intentamos controlar constantemente todo aquello que nos rodea, pero en ocasiones no es posible y ese intento de manipular todo, generará mayor ansiedad. En esta ocasión, podemos sentir que no hay nada que hacer, solo esperar.
El sistema inmunológico actúa en coordinación con el sistema nervioso, regulando nuestro comportamiento y varía de un individuo a otro. No todos son afectados en el mismo grado. "Algunas personas tienen un sistema inmune conductual particularmente sensible que les hace reaccionar con demasiada intensidad a las cosas que interpretan como un posible riesgo de infección", detalla Lene Aaroe, profesora especialista en psicología y comunicación política de la Universidad Aarhus de Dinamarca.
Según varias investigaciones, esas personas ya eran más respetuosas de las normas sociales y más desconfiadas que un ser humano promedio. La amenaza de una enfermedad simplemente endurece sus posiciones.
¿Por qué el sistema inmunológico de conducta cambiaría nuestro pensamiento?
Según autores como Schaller, se argumenta que muchas de nuestras reglas sociales tácitas, como las formas en que podemos o no preparar alimentos, la cantidad de contacto social que se acepta y no, o cómo deshacerse de los desechos humanos, pueden ayudar a reducir el riesgo de infección.
A lo largo de la historia humana, muchas normas y rituales cumplen esta función de mantener a raya las enfermedades. Las personas que se ajustan a esas reglas contribuyen a generar un cambio positivo y las personas que no las siguieron, no solo se pusieron en riesgo, sino que también afectaron a otros.
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