Alienación, insomnio e incapacidad de concentración son síntomas cada vez más frecuentes de la sobrecarga de información.
Vivimos en una generación de sobrecarga de información, que recibimos cada día por todos los medios. Según expertos, esto puede tener consecuencias irreversibles en nuestras funciones cognitivas.
Cuenta la leyenda que la Titánide Mnemósine, personificación de la memoria en la mitología griega, preside una fuente en el Hades en la que los muertos pueden beber para recuperar las memorias de su vida, situada al lado del Lete, la fuente de la que hay que beber para olvidarlo todo y volver a empezar de cero en la próxima reencarnación.
Hoy día, el concepto de “memoria” es más importante y multidimensional que nunca. Vivimos en un mundo hecho de memoria – es tan importante disponer de memoria como de oxígeno para respirar. Sin memoria, nos bloqueamos. Sin memoria, se cae el sistema. ¿Reintentar, cancelar, abortar?
A día de hoy, damos por hecho la utilidad de las redes sociales y los portales de información de Internet como herramientas de trabajo y de ocio. A pesar de que muchos de ellos, como Myspace o Facebook consumen una cantidad inusualmente alta de memoria en nuestros ordenadores y teléfonos móviles. ¿Pero qué pasaría si estas aplicaciones no solo consumieran memoria RAM, sino también nuestra memoria cognitiva?
iDisorder
El proceso no es tan directo ni tan rápido, pero según expertos como el doctor y profesor de psicología californiano Larry Rosen, la adicción a la información rápida, la incapacidad de separarnos de nuestros dispositivos móviles, de concentrarnos sin interrupciones y de “desconectar” para estar siempre a la última – lo que en círculos laborales ha recibido el nombre de “multi-tasking” - acaba pasando factura en nuestro particular disco duro – el cerebro. Elemento que, al contrario que ocurre con los ordenadores, no podemos sustituir pasados unos años con otro modelo más nuevo y con mayor capacidad.
El doctor Larry Rosen habla de “iDisorder”: un problema que puede tener consecuencias neurológicas tan adversas como cualquier otra adicción a las drogas o al alcohol. Entre otras, la pérdida de memoria a corto plazo.
En el libro “La memoria: Definición, función y juego para la enseñanza de la medicina”, de las expertas Margarita Varela Ruiz, María Rosa Ávila Acosta y Teresa Imelda Fortoul, se define la memoria de forma general como “una destreza mental que retiene y recuerda informaciones y situaciones del pasado”. No obstante, desde el enfoque de la psicología cognitiva, sostiene la tesis de que “los seres humanos, al igual que las computadoras, son sistemas de procesamiento de información”.
De ello podría deducirse de ello que, al igual que los ordenadores, nuestro cerebro puede sufrir una sobrecarga de información y dejar de responder. Para ello está el filtro de la memoria a corto plazo, “donde la información se codifica y almacena temporalmente”, según la obra de Varela, Ávila y Fortoul. Es una memoria “limitada en espacio y en tiempo”, de la que sólo ciertos elementos pasan la barrera y llegan a nuestra memoria a largo plazo. Una especie de antivirus que separa la información importante del “spam”.
Efecto contrario
El problema es que, al igual que cuando hacemos una limpia en la bandeja de entrada del correo electrónico, muchas veces se nos va la mano eliminando correos y borramos sin querer alguno de valor, mientras que mucha información a ojos vistas inútil acaba haciéndose paso en nuestra sección de “importantes”, la sobrecarga de información a la que nos vemos sometidos todos los días podría tener el mismo efecto en nuestra memoria corta.
No sólo eso: según estudios de la universidad londinense London King"s College, la exposición a esta sobrecarga de información diaria puede tener como resultado la bajada del coeficiente intelectual en 10 puntos – el doble de lo que se pierde fumando marihuana regularmente. Alienación, insomnio e incapacidad de concentración son otros síntomas cada vez más frecuentes.
Irónicamente, la solución que expertos como los profesores estadounidenses Erik M. Altmann y Wayne D. Gray es… aprender a olvidar. En su estudio “Conseguir atención preparándose para olvidar” (Managing attention by preparing to forget), los profesores de psicología y ciencia cognitiva indican que un problema tan frecuente como el olvidar dónde aparcó uno el coche se debe a la confusión entre el último lugar donde se dejó el coche y las memorias de lugares donde se aparcó en ocasiones anteriores.
Siguiendo la “Teoría de la Decadencia Funcional” (Functional Decay Theory), que indica que la última instrucción siempre debe ser la más activa en la memoria, por encima de las anteriores que, eventualmente, se deben olvidar (y cuanto antes, mejor), este problema podría solucionarse, según Altmann y Gray. Olvidar lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Formatear el sistema.
Leyendo las diferentes teorías, uno no sabe al final uno debe beber de la fuente de Mnemósine o del Lete. Lo que está claro es que no hace falta ser un experto para saber que, muchas veces, lo mejor es apagar el celular y tomarse una buena temporada de vacaciones. Sin ordenador.
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