Para el psicólogo clínico Juan Cruz, la ira no es más que una emoción primaria para la supervivencia, que se adapta a las situaciones que vivimos.
La ira es adrenalina pura; pero no hay que tenerle miedo siempre y cuando sepamos cómo canalizarla. Existen varios factores que favorecen su aparición: problemas laborales, objetivos no cumplidos, enfermedades y miedos, por mencionar algunos.
Para el psicólogo clínico Juan Cruz, la ira no es más que una emoción primaria para la supervivencia, que se adapta a las situaciones que vivimos. La clave, según el experto, está en aprender a modular la respuesta.
La educación es vital para aprender a gestionar emociones. “Si alguien de tu familia suele responder con ira, estás imitando la conducta que has visto. No te han proporcionado recursos para pensar, parar y relajarte”, indicó a Efe Salud.
Cruz sostiene que esta rabia suele ser descargada en las personas que más confiamos o estimamos, ya que somos conscientes de que al transmitir este sentimiento, "el ogro va a seguir siendo querido".
"Esta rabia no debe confundirse con la ira patológica del maltrato", aclaró.
¿Cómo evitar que la chispa genere el incendio?
Identificar es el primer paso. “Detectamos cómo aumenta la temperatura y el ritmo cardíaco, cómo nos empezamos a poner rojos”. Para, piensa y respira. Y sobre todo no anticipes acontecimientos.
“Muchas veces nos enfadamos antes de tiempo. En lugar de evitar el conflicto, nos lanzamos a él de cabeza, como un toro bravo”.
Cruz sugiere valorar la importancia del hecho. ¿Vale la pena hacer una montaña de un granito de arena? “Debemos reaccionar de una manera proporcional a la situación y no actuar bajo los efectos de la ira”.
Por último, hay que perdonar y perdonarse no por lo que se dice, sino por cómo se dice. “Es un acto de humildad: no soy perfecto”, apunta Cruz.
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