Aunque la tartamudez es un trastorno del habla que suele aparecer en la infancia, sigue rodeada de dudas, mitos y estigmas. ¿Qué hay detrás de esta condición que afecta la manera en que nos comunicamos?
La tartamudez es un trastorno del habla que interrumpe el flujo normal de la comunicación verbal. Es común que muchos niños en edad preescolar -entre los 2 y 6 años- comiencen a tartamudear; sin embargo, gran parte de estos casos son temporales y desaparecen con el tiempo, por lo que se trata, en muchos casos, de un tartamudeo transitorio.
A nivel global, aproximadamente el 1 % de la población presenta tartamudez. En el caso específico de los niños preescolares, este porcentaje aumenta y puede situarse entre el 5 % y el 8 %. A pesar de estas cifras iniciales, se ha observado que cerca del 80 % de los niños que tartamudean en esta etapa dejan de hacerlo con el tiempo, mientras que el 20 % continúa con esta condición a lo largo de su vida.
En ese sentido, ¿se nace con la tartamudez o aparece con el tiempo?
Una de las preguntas más comunes en torno a la tartamudez es si se nace con ella o si aparece con el tiempo. Según Angélica Bernabé, psicoterapeuta de habla y lenguaje, esta es una duda que aún se investiga desde distintos enfoques, aunque se ha observado que muchos niños comienzan a desarrollar la tartamudez después de haber hablado con normalidad durante sus primeros años. Por ejemplo, hay casos en los que un niño no presenta ninguna dificultad para comunicarse a los tres años, pero hacia los cinco o seis los padres comienzan a notar señales como tensión física al hablar o dificultad para pronunciar ciertas palabras.
Otra de las dudas habituales es si el origen de la tartamudez está en alguna parte física del cuerpo, como la garganta, o si se trata de una cuestión emocional. Bernabé aclara que las dos principales causas identificadas son la genética y el funcionamiento cerebral. Muchas personas que tartamudean tienen familiares cercanos con la misma condición. Por otra parte, se han identificado diferencias pequeñas pero significativas en el funcionamiento del cerebro de quienes tartamudean, similares a las que se encuentran en otras condiciones del neurodesarrollo como el autismo o el TDAH.
También es común creer que el estrés puede causar tartamudez, pero esto es un mito. Lo que realmente ocurre es que, en situaciones de estrés, una persona que ya tartamudea puede experimentar un aumento en la frecuencia o intensidad de los episodios debido a la tensión corporal general. No obstante, el estrés por sí solo no es la causa de que alguien comience a tartamudear.
En cuanto al tratamiento de la tartamudez, la psicoterapeuta Bernabé indica que este ha evolucionado significativamente con el tiempo. Anteriormente, se centraba casi exclusivamente en reducir los episodios de tartamudez mediante técnicas motoras enfocadas en lograr una mayor fluidez. Sin embargo, hoy se comprende que este enfoque no aborda por completo la naturaleza del trastorno. La evidencia científica actual señala que la tartamudez está relacionada con diferencias en el funcionamiento cerebral, por lo que no existe una técnica de habla que, por sí sola, pueda eliminarla completamente. En este sentido, la tartamudez no debe tratarse como una enfermedad, ya que no tiene cura, sino como una condición con la que se puede aprender a convivir de manera positiva.
Actualmente, el abordaje terapéutico incluye no solo estrategias para modificar el habla, sino también un fuerte énfasis en el bienestar emocional de la persona. Se busca que quienes tartamudean se sientan seguros, respetados y empoderados para comunicarse sin miedo ni vergüenza. Entre las técnicas más utilizadas destacan el "pull-out" y la cancelación. La primera ayuda a identificar la tensión muscular durante un momento de tartamudeo, relajarla y permitir que el sonido fluya de manera más suave. La segunda se aplica después de un bloqueo, permitiendo repetir la palabra o frase con mayor control y fluidez. Estas herramientas no tienen como objetivo eliminar la tartamudez, sino ayudar a la persona a manejarla con mayor confianza y naturalidad en su comunicación diaria.
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