El neurólogo Walter De la Cruz explica que la epilepsia puede tener múltiples causas y no debe atribuirse únicamente a factores genéticos. Destaca la importancia de eliminar el mito de que todas las epilepsias son hereditarias, ya que muchas veces su origen está relacionado con otras condiciones médicas.
La epilepsia es una enfermedad neurológica crónica que se caracteriza por la aparición recurrente de crisis epilépticas. Estas crisis pueden manifestarse de distintas formas y variar en duración, desde apenas unos segundos hasta uno o dos minutos. El médico neurólogo Walter de la Cruz, en diálogo con RPP, precisó que no todas las crisis son iguales, ya que existen diversos tipos con diferentes niveles de intensidad. Algunas personas pueden experimentar sensaciones extrañas, movimientos involuntarios, pérdida de conciencia o conductas inusuales durante estos episodios, los cuales suelen repetirse con cierta frecuencia.
Un ejemplo de estas manifestaciones es la crisis epiléptica de ausencia, que ocurre comúnmente en niños. Durante esta crisis, el menor puede quedarse mirando fijamente al vacío por unos 10 segundos o menos, sin responder a estímulos o preguntas, lo que puede repetirse hasta 200 veces al día. En ocasiones, esto se interpreta erróneamente como falta de atención o problemas de concentración. Otro tipo de crisis puede incluir una breve percepción de un olor desagradable, seguida por la pérdida de conciencia y comportamientos automáticos, como masticar o hacer gestos extraños, durante unos 30 segundos. Posteriormente, la persona se recupera por completo y continúa con sus actividades diarias de forma normal.
Walter De la Cruz destaca la necesidad de desterrar el mito de que todas las epilepsias tienen un origen genético. Si bien existe una predisposición hereditaria en algunos pacientes, esta no representa la mayoría de los casos.
Además de las epilepsias de base genética, existen formas de la enfermedad cuya causa está claramente identificada. Estas incluyen epilepsias derivadas de lesiones cerebrales o malformaciones congénitas. Por ejemplo, pueden estar relacionadas con malformaciones en el desarrollo del cerebro, cicatrices provocadas por traumatismos craneoencefálicos severos o infecciones que afectaron el sistema nervioso central. En estos casos, el origen del trastorno es físico y puede ser observado a través de estudios clínicos.
No obstante, en aproximadamente el 50 % de los casos, no es posible identificar una causa específica de la epilepsia, según explicó el neurólogo en una entrevista con RPP. Esta falta de una causa aparente no significa que el trastorno no sea real o tratable, sino que aún hay muchos aspectos por investigar sobre su origen y evolución.
¿Cómo se hace el diagnóstico de la epilepsia?
De acuerdo con Walter de la Cruz, el diagnóstico de la epilepsia comienza con una herramienta fundamental: la anamnesis, que consiste en recopilar información detallada a través de preguntas al paciente, sus familiares y testigos del episodio. En el caso de la epilepsia, este proceso es crucial porque permite identificar señales como el aura epiléptica, que es una especie de advertencia previa a la crisis. Al conocer cómo se manifiesta el ataque, qué siente el paciente antes, durante y después, y cómo lo describen los testigos, el médico puede determinar si se trata de una crisis focal o generalizada. Esta distinción es clave para establecer el tratamiento más adecuado para cada caso.
Otro paso importante para el diagnóstico de la epilepsia es el examen físico. A través de este procedimiento, el neurólogo puede encontrar ciertos signos que podrían dar pistas sobre una causa subyacente de la enfermedad. Por ejemplo, la presencia de manchas color café con leche en la piel, un hemangioma rojo vinoso en el rostro, o una debilidad en un lado del cuerpo, pueden indicar malformaciones o lesiones cerebrales relacionadas con la epilepsia. Una vez realizada la anamnesis y el examen físico, se procede a emplear exámenes auxiliares que ayudan a confirmar el diagnóstico y a definir con mayor precisión el tipo de epilepsia que padece el paciente.
De la Cruz sostiene que la electroencefalografía es un estudio que ayuda en el diagnóstico de la epilepsia, ya que permite confirmar la enfermedad, identificar su tipo y, en el caso de las epilepsias focales, localizar la zona del cerebro donde se originan las crisis. Este procedimiento se realiza mediante la colocación de pequeños electrodos metálicos en el cuero cabelludo, que registran la actividad eléctrica cerebral.
Otro paso importante para su diagnóstico es la resonancia magnética cerebral, que ofrece imágenes detalladas de la estructura del cerebro. Esta técnica permite visualizar malformaciones, lesiones o cicatrices que puedan estar relacionadas con el origen de la epilepsia. Al combinar los resultados de la electroencefalografía y de las neuroimágenes, el médico puede establecer con mayor certeza si una persona tiene epilepsia, qué tipo de epilepsia padece, focal o generalizada, y cuál podría ser su causa específica.
Es importante entender la diferencia entre los tipos de epilepsia. En la epilepsia focal, las crisis epilépticas se originan en una zona específica del cerebro, como el lóbulo temporal, frontal, parietal u occipital. En cambio, en las epilepsias generalizadas, las crisis afectan simultáneamente a ambos hemisferios cerebrales desde el inicio.
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