El médico neumólogo Koky Olivas habló en RPP sobre la disnea, esa sensación de falta de aire que puede generar gran incomodidad en quienes la padecen. ¿Qué factores son los más comunes que provocan esta sensación tan angustiante?
La disnea se define como la sensación en la que el paciente percibe que no le llega suficiente aire en cada respiración, lo que provoca una sensación de falta de aliento. Esta condición resulta ser bastante incómoda y molesta para quienes la experimentan, lo que hace que sea una de las principales razones de consulta en medicina general.
A pesar de que existen diversas causas que pueden originar la disnea, las más frecuentes incluyen problemas pulmonares, trastornos cardíacos, anemia, afecciones neuromusculares y el síndrome de Pickwick, también conocido como síndrome de hipoventilación por obesidad. Además, durante temporadas de infecciones virales, como aquellas asociadas a sinusitis o rinitis, se pueden generar cuadros de infección o alergia que frecuentemente desencadenan disnea. Estos factores contribuyen a la aparición de la falta de aliento, que puede variar según la gravedad y la condición subyacente del paciente.
El doctor Koky Olivas, médico neumólogo del hospital Sabogal de EsSalud, mencionó en RPP que la obesidad puede causar disnea debido a que el exceso de tejido en la caja torácica, conocido como panículo, dificulta la ventilación adecuada de los pulmones. Este tejido adicional limita el espacio para la expansión de los pulmones, lo que genera que cada respiración se realice con mayor esfuerzo. Mientras que en una persona no obesa, respirar no requiere un gran gasto de energía, en una persona con obesidad cada inhalación se vuelve más difícil y genera una sensación constante de incomodidad y falta de aire.
De igual manera, la anemia puede causar falta de aire debido a que cuando los niveles de hemoglobina en el cuerpo son insuficientes, el intercambio de oxígeno se ve comprometido. La hemoglobina es la encargada de transportar el oxígeno a los diferentes órganos y tejidos, y cuando su cantidad es baja, incluso una actividad física leve puede generar la sensación de disnea, ya que el oxígeno no se distribuye adecuadamente en el cuerpo. Esto explica por qué muchas personas, especialmente niños y adultos, experimentan dificultades para rendir en actividades físicas o incluso en tareas cotidianas como las escolares, ya que su capacidad para oxigenar el cuerpo se ve limitada.
El Dr. Olivas destaca la importancia de realizar una evaluación detallada al paciente para determinar de manera precisa la causa de la falta de aire. Para ello, el médico debe realizar un interrogatorio exhaustivo, preguntando al paciente sobre las molestias que experimenta, la duración de las mismas y si son esporádicas o continuas. También es crucial saber si estos episodios han ocurrido históricamente en el paciente, si se presentan en el mismo día, varias veces al día o en la noche. La edad del paciente es otro factor clave que puede orientar al médico sobre el tipo de cuadro clínico que se enfrenta, ayudando en la identificación del origen del problema respiratorio.
Una de las primeras preguntas que se debe hacer al paciente es desde cuándo experimenta la falta de aire, ya que esto ayuda a determinar si la disnea es aguda o crónica, lo cual es clave para darle la prioridad adecuada en su atención. A través de este interrogatorio, también se puede identificar si el origen del problema está relacionado con el sistema pulmonar, cardíaco, la anemia, entre otros. Por ejemplo, si el paciente es anciano y presenta antecedentes de insuficiencia cardíaca e hipertensión no controlada, la disnea podría estar asociada a un cuadro cardíaco. En cambio, si el paciente presenta síntomas como congestión nasal aguda, tos irritativa y dolor de garganta, es más probable que el problema esté relacionado con una afección respiratoria alta.
Tras realizar el interrogatorio, es necesario llevar a cabo un examen físico. Lo primero que debe considerarse son las funciones vitales, como el pulso, la presión arterial, la temperatura y la frecuencia respiratoria, la cual debe estar entre 16 y 20 respiraciones por minuto. Posteriormente, el médico examina todo el cuerpo del paciente. Durante este proceso, se presta atención al color de la conjuntiva, además de identificar posibles molestias en áreas como la garganta, el oído, la frente y el cuello, lo que ayuda a obtener una visión más clara de la condición del paciente.
Después del examen físico, se deben realizar exámenes auxiliares para obtener un diagnóstico más preciso. Uno de los exámenes más comunes para identificar problemas respiratorios que puedan estar causando la disnea es la radiografía de tórax, que permite detectar posibles lesiones pulmonares. Otra prueba clave en los casos de disnea son los exámenes de gases arteriales, los cuales evalúan cómo se manejan los niveles de gases en el cuerpo, permitiendo identificar alteraciones en los niveles de dióxido de carbono y oxígeno de manera precisa.
El tratamiento de la disnea, una vez que se ha identificado su causa, está dirigido específicamente a la condición que la está originando. Tras obtener una adecuada historia clínica y realizar el examen físico correspondiente, se clasifica la enfermedad y se establece un tratamiento enfocado en el factor que está provocando la disnea, ya sea de origen respiratorio, cardíaco u otro. Aunque el manejo varía según la causa subyacente, es fundamental ofrecer una solución inmediata al paciente desde el principio, garantizando una atención rápida y efectiva para aliviar la sensación de falta de aire.
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