Aunque a menudo se confunden con pesadillas, los terrores nocturnos son diferentes tanto en su naturaleza como en su impacto en el niño. Durante un terror nocturno, el pequeño puede parecer aterrorizado, gritar o mostrarse agresivo. ¿Qué pueden hacer los padres para ayudar a sus hijos a superar esta experiencia y garantizar una mejor calidad de sueño?
El doctor Loy Rengifo, médico psiquiatra del INSN Breña, explicó en Espacio Vital que los terrores nocturnos son un tipo de parasomnia, un trastorno del sueño caracterizado por comportamientos extraños durante el sueño. Aunque este trastorno puede afectar a personas de todas las edades, se presenta con mayor frecuencia en los niños. Los terrores nocturnos se caracterizan, además, por ser episodios paroxísticos, lo que significa que ocurren de manera esporádica durante la primera etapa del sueño, es decir, en las primeras tres horas de descanso. Sin embargo, este es un promedio general, ya que cada persona tiene su propio ritmo de sueño, y la frecuencia de los episodios puede variar según la etapa de vida en la que se encuentre el individuo.
Los terrores nocturnos generalmente tienen una duración muy breve. En algunas ocasiones, estos episodios pueden durar entre 10 y 30 segundos, mientras que en otras pueden extenderse hasta 10 minutos. Durante estos episodios, los niños se despiertan visiblemente aterrados, gritando y, en algunos casos, mostrando respuestas agresivas debido al miedo. Un aspecto clave de los terrores nocturnos es que, al despertar, el niño no tiene conciencia de lo que está ocurriendo a su alrededor y permanece en un estado de alerta confuso, sin recordar el episodio al día siguiente.
Rengifo señala que los terrores nocturnos en los niños pueden ser provocados por el estrés, ya que la salud mental de los pequeños es particularmente vulnerable y está estrechamente relacionada con su entorno. Situaciones como la ausencia de los padres, la separación de los mismos, enfermedades en la familia, episodios de violencia en la escuela o el hogar, e incluso el propio ritmo de vida del niño, pueden desencadenar estos episodios de terror nocturno.
El especialista aclara que, a diferencia de lo que se suele pensar, el sonambulismo no es un síntoma de los terrores nocturnos. El sonambulismo es más común en adolescentes y adultos, mientras que los terrores nocturnos afectan principalmente a niños pequeños, especialmente a los menores de 10 años y del sexo masculino. Además, los momentos en los que ocurren ambos trastornos son diferentes: el sonambulismo se presenta en las fases más tardías del sueño, mientras que los terrores nocturnos ocurren en las fases iniciales del descanso, siendo episodios esporádicos.
Las personas que sufren de terrores nocturnos suelen presentar ciertas características que las hacen más vulnerables a estos episodios. Entre estas características se encuentran los síntomas de ansiedad, los signos de depresión, problemas relacionados con el neurodesarrollo o incluso el trastorno de estrés postraumático. Estos factores pueden influir significativamente en la aparición de los terrores nocturnos, ya que afectan la estabilidad emocional y psicológica del individuo, aumentando su susceptibilidad a experimentar estos trastornos del sueño.
Loy destaca que, además de los factores emocionales, puede existir un componente genético en los trastornos del sueño, ya que estos tienden a ser más comunes en familias con antecedentes de problemas similares. Es especialmente frecuente observar casos de terrores nocturnos en personas que tienen problemas del neurodesarrollo, como el autismo, el trastorno de déficit de atención o algún tipo de discapacidad. Sin embargo, es importante señalar que, aunque estos casos son más recurrentes, no existe una asociación directa.
¿Cómo ayudar a los niños superar el terror nocturno?
Para ayudar a los niños a superar el terror nocturno, Rengifo recomienda comenzar por registrar la frecuencia de los episodios y los horarios en los que suelen ocurrir. Esto permite identificar posibles factores que puedan estar directamente relacionados con el trastorno. Una de las recomendaciones que se da es interrumpir el sueño del niño en el momento en que el terror nocturno suele aparecer. Por ejemplo, si el niño se duerme a las 8 de la noche y el episodio ocurre alrededor de las 9, se le puede despertar a esa hora para preguntarle cómo se siente. Aunque el niño esté somnoliento, esta intervención busca ofrecer contención emocional en el momento y, al interrumpir el sueño, puede ayudar a disipar el terror nocturno.
Los padres también pueden aprovechar ese momento para brindar un mensaje de apoyo emocional a sus hijos. Es importante recordar que, ante situaciones de estrés o peligro, los seres humanos, como especie social, buscamos agruparnos. Saber que hay alguien cercano ayuda a reducir los niveles de ansiedad y estrés. Este refuerzo afectivo tiene un impacto significativo en la percepción del niño, ya que le proporciona seguridad, lo cual puede ayudar a disminuir la ansiedad. Al hacerlo, se puede interrumpir el círculo del terror nocturno, contribuyendo a que el niño se sienta más tranquilo y protegido.
Video recomendado
Comparte esta noticia