Los hombres y las mujeres han crecido con estímulos sociolingüísticos distintos, razón que explica los choques y las faltas de comunicación entre ellos.
Daniel y Almendra están en quinto año de secundaria. Acaban de rendir un importante examen de álgebra. Ambos reprobaron.
-“¡No puede ser! Con todo lo que había estudiado.”- comenta Almendra.
-“Sí. Pero al menos tú tienes mejores notas.” – responde secamente Daniel.
Algo consternada por su falta de tacto, Almendra replica: “Mmm, bueno, no es tu culpa, yo te vi estudiando todas las noches”.
-“Sí, lo que sea. Sacaré mejores notas.”
Almendra, frustrada por la falta de apoyo de Daniel le responde: “Por Dios, ¿por qué eres así?”
-“¿Qué hice?”, dice Daniel.
-“¡No me apoyas!”
No es que Almendra sea dramática o que Daniel sea despistado. Lo que sucede es que ambos han crecido con experiencias distintas, por lo tanto responden de forma diferente a los problemas, lo que se traduce en conflictos a la hora de conversar.
Almendra esperaba que Daniel la consuele con palabras de aliento y reconozca el esfuerzo que había hecho. Sin embargo, Daniel no reaccionó así. En su mundo él había fallado, por lo tanto, lo más obvio era buscar una solución. Reconocer que falló a pesar de haberse esforzado sería igual a aceptar que es incapaz y no está dispuesto a hacerlo.
Mundos distintos
El investigador Gregg Henriques de la Universidad James Madison de Estados Unidos explica en la revista Psicología Hoy que la conciencia femenina es orientada hacia las relaciones humanas, mientras que los hombres han sido educados para pensar en términos de resolución de problemas. Como muchas mujeres, Almendra está inclinada a responder a las necesidades de otros y mostrar signos emocionales de afiliación y apoyo cuando ve a sus amigos en necesidad. Asimismo, espera que los demás le muestren el mismo tipo de apoyo, y cuando no lo hacen, le enfada no ser atendida de la manera que se merece.
Por otro lado, la consciencia de Daniel se construye de manera instrumental y piensa en resolver problemas. Por supuesto que quiere ayudar a los demás, pero su manera de apoyar es siendo colaborador en temas concretos, es mucho menos atento a las sutiles necesidades emocionales de los demás ya que para él no es importante reconocer o validar el mundo emocional.
Lenguajes distintos
Asimismo, a nivel del lenguaje, los hombres y las mujeres tienen formas de expresarse diferentes. Haciendo una revisión teórica, Maltz y Borker (2011), explican que las mujeres hacen muchas preguntas, y tienden a hacer mucha conversación superflua, para cumplir con la interacción social de rutina. Las mujeres también demandan respuestas, para asegurarse que la otra persona está incluida en la conversación, esto con el fin de expresar solidaridad, acuerdo y liberar el estrés. Es común que las mujeres digan “mmmmm” entre sus frases; esta interjección indica una mínima respuesta positiva. A las chicas tampoco les gusta ser interrumpidas, por lo que protestan de manera silenciosa si no las dejan hablar. Finalmente, ellas usan las palabras “yo” y “nosotros” en la conversación, para explicitar el papel del interlocutor en la conversación.
En el caso de los hombres, el lenguaje es mucho más agresivo. Ellos están acostumbrados a interrumpir e ignorar a su interlocutor ya que han crecido en un ambiente mucho más jerarquizado. Asimismo, es normal retar y discutir con la persona con la que se conversa. También es normal para ellos controlar el tópico de la conversación, ya sea mediante el establecimiento de un nuevo tema o el desarrollo del mismo. Finalmente, para los varones no es incómodo hacer declaraciones directas de hechos o de opiniones.
¿Por qué existe esta diferencia de género? Según el argumento de poder social (Zimmerman and West 1975), nosotros reproducimos en nuestras conversaciones el orden de nuestra sociedad, en la que los hombres tienen un papel preponderante. Esto no quiere decir que los hombres sean más impositivos por naturaleza: simplemente, están respondiendo a los estímulos sociales a los que han sido expuestos toda su vida (comenzar una conversación, proponer el tema, interrumpir al otro sin problema, etc.) Asimismo, Lakoff (1975) explica que a las mujeres se les enseña a comportarse como “damas”, lo cual significa que sean inseguras, poco claras y vagas al hablar.
Es importante considerar cómo los hombres y las mujeres entienden el mundo y cómo usan el lenguaje, para que no nos suceda lo que les pasó a Almendra y Daniel.
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