Dicen los especialistas que todos podemos ser emprendedores. ¿El secreto? Confía en ti mismo y en tu proyecto.
No dejes que te digan que no puedes. Todo el mundo tiene el potencial de convertirse en un emprendedor y ser exitoso, pues hasta las más grandes compañías nacieron de una pequeña idea. Lo que determina el éxito de dicha idea es cómo trabajas para hacerla realidad, pues las personas que no llevan sus ideas a la práctica no son emprendedores, sino apenas soñadores.
Para emprender uno tiene que estar dispuesto a cambiar. Pino Bethancourt, profesora del IE Business School y autora del libro “Toma las riendas. ¿Te atreves a cambiar?”, dijo en una entrevista que los ingredientes principales del espíritu emprendedor son la confianza en uno mismo y la confianza en el futuro, y que para ser emprendedor hay que asumir riesgos en el día a día y buscar mejorar de alguna forma el entorno en el que se mueve.
“La diferencia entre un soñador y un emprendedor visionario, es que éste, tiene un sueño y además sabe cómo desarrollarlo, descubre qué necesita para ponerlo en marcha, pone fechas, ¡actúa y ejecuta!. A eso le llamamos poner en marcha su plan estratégico o cuaderno de ruta”, añade Bethancourt.
El emprendedor no tiene un jefe y tiene libertad para equivocarse, pues cada decisión que toma el emprendedor contiene el riesgo de una equivocación. “Hay que aprender a vivir con el riesgo, a medirlo bien y a tenerlo siempre en el punto de mira para identificar las señales de peligro. El emprendedor debe seguir trabajando también en los días malos y confiar en su plan estratégico, pues el trabajo bien hecho acaba dando resultados si uno se esfuerza”, apunta.
La confianza en sí mismo ayuda al emprendedor a plantearse retos mayores y riesgos más difíciles. La capacidad para esforzarse, tomar iniciativas y auto-motivarse son componentes importantes de esta confianza en su propia capacidad. Finalmente, la gestión inteligente del estrés se hace clave para el emprendedor puesto que, a mayor estrés, más vulnerable es a los cambios de ánimo y a las decisiones erróneas.
Finalmente, Bethancourt enfatiza que la confianza en el futuro no es un optimismo simplista o soñador, sino un conocimiento claro de las oportunidades que ofrece el mercado. “Tiene que ver con su percepción de los riesgos y su comprensión de su vulnerabilidad en diferentes situaciones, y se nutre de su convicción en el proyecto, como fuerza emocional clave para seguir alimentando sus ganas de trabajar”, dice.
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