Un niño que se siente seguro respecto a los adultos es consciente, en un futuro, de que tiene dónde respaldarse en caso de necesidad. Un niño o niña que ha construido su confianza básica durante la primera infancia puede luego explorar el mundo, crecer, separarse e independizarse.
Cuando un niño o niña llega a la familia, los padres y madres se embargan de amor y felicidad, pero también de miedos y preocupaciones por darles lo mejor. Por ello, los vínculos afectivos se vuelven esenciales para encontrar apoyo, contención y sobre todo una primera escuela de valores humanos y sociales.
Según Unicef, en la actualidad, no existe un modelo único de familia y la que conocemos como nuclear –integrada por un padre, una madre y sus hijos– es solo una de las tantas formas que puede adquirir. Además, la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) ha reconocido que lo importante es que todos los niños crezcan en un ambiente de felicidad, amor y comprensión para su pleno desarrollo.
Estos vínculos afectivos -conocidos también como apego seguro- con los pequeños empiezan antes de su nacimiento, cuando se interactúa con ellos a través del habla y el tacto del vientre. De acuerdo con los expertos, este lazo afectivo fuerte y recíproco que une al niño con las personas significativas en su vida es primordial para un óptimo crecimiento y buenos resultados en su futuro.
Asimismo, estudios psicológicos han descubierto que los vínculos que unen al bebé con sus padres fomentan una sensación de seguridad que tiene un efecto positivo en el desarrollo cognitivo del pequeño. Sin embargo, como toda relación, requiere tiempo y se va construyendo a través de las interacciones cotidianas como el cambiado de pañal, la alimentación y el sueño.
¿Cómo impactan los vínculos afectivos al desarrollo de los niños y niñas?
Desde que nacen, los pequeños tienen la capacidad fundamental de relacionarse socialmente. No obstante, vienen al mundo en un estado donde necesitan de otras personas que les provean de todo aquello que es básico para sobrevivir, incluyendo lo emocional.
De acuerdo con Unicef, el apego seguro te ayudará a constituir los siguientes aspectos claves para la vida de tus hijos e hijas:
La regulación de sus emociones
Durante la primera infancia, los menores carecen de la capacidad de regular sus estados emocionales por sí mismos y por lo general, tienen reacciones emocionales intensas. En este sentido, el contacto físico y emocional (acunar, hablar, abrazar y tranquilizar) permite al niño establecer la calma en situaciones de necesidad.
Las respuestas emocionales de los papás y mamás ayudan a generar un estado de seguridad que llevará al logro de la autorregulación afectiva por parte del bebé. Esto significa que, por ejemplo, si un niño llora sin ser consolado, se sentirá solo en el aprendizaje de cómo pasar del malestar al bienestar. En consecuencia, a lo largo de su desarrollo, podría llegar a tener dificultades para calmarse solo.
Confianza
A nivel emocional, la confianza es resultado de numerosas interacciones satisfactorias entre el bebé y sus cuidadores, cuando el niño reconoce que ellos son sensibles a sus necesidades físicas y emocionales.
Un niño que se siente seguro respecto a los adultos avanza en la vida, consciente de que tiene dónde respaldarse en caso de necesidad. Además, los vínculos afectivos estables y contenedores reducen el malestar emocional y potencian los sentimientos positivos en el niño.
Recuerda que un niño o niña que ha construido su confianza básica durante la primera infancia puede luego explorar el mundo, crecer, separarse e independizarse.
Buen desarrollo cerebral
El desarrollo del cerebro del infante depende también de las experiencias que vive. Por ello, los lazos afectivos tempranos tienen un impacto directo en la organización cerebral.
En esta etapa, las actividades de estimulación temprana tienen consecuencias significativas en el desarrollo cognitivo y emocional de los más pequeños, pues cuando los padres interactúan con sus niños y estos responden, están incentivando las conexiones neuronales que son la base de su futuro.
Organización de la comunicación verbal
Durante los primeros meses de vida, tocar y mirar son las formas de comunicación entre el bebé y sus cuidadores primarios. Asimismo, todas las expresiones afectivas transmitidas a través del rostro son modos de relacionarse y son la base para la formación de símbolos en el uso del lenguaje, así como de su capacidad de empatía (poder comprender los estados emocionales de otra persona).
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