La educación viene evolucionando de manera acelerada debido a la rapidez con la que avanza la tecnología y también, producto de las brechas generacionales que cada vez se acortan más. Por ello, es importante ir adaptando metodologías que nos permitan impulsar mejores resultados en los estudiantes, no solo en sus notas y promedios, sino principalmente en su aprendizaje y nivel de retención.
En ese sentido, es importante tomar en cuenta que lo que debemos conseguir como educadores, es que el aprendizaje tenga un significado para el estudiante. Es decir, integrar de manera gradual sus conocimientos y poner en práctica lo aprendido, yendo mucho más allá del aprendizaje memorístico y enseñándoles a trabajar con la información que reciben.
Una de las metodologías enfocadas en este proceso es el Thinking-based learning o el aprendizaje basado en el pensamiento (TBL). Esta metodología enseña a pensar, razonar, tomar decisiones y finalmente, construir aprendizajes; lo que significa que los estudiantes no solamente aprenden temas específicos, sino que también desarrollan habilidades importantes para su futuro.
Al respecto, Robert Swartz, autor del libro Thinking-Based Learing, explica que hay que enseñar a pensar mejor y sacar conclusiones de ese pensamiento y así, tomar decisiones estratégicas que sean aplicables no solo en la educación, sino también en todas las actividades de la vida.
El aprendizaje basado en el pensamiento tiene diversas ventajas, ya que fomenta la exploración de situaciones o contextos reales, así como la búsqueda y el contraste de información. Además, incentiva el razonamiento, la reflexión y la toma de decisiones, promoviendo la argumentación y la comunicación efectiva. Finalmente, promueve la innovación a través de la conceptualización de ideas y la búsqueda de soluciones creativas a diversas problemáticas.
Por otro lado, tenemos el Visual Thinking o pensamiento visual, una herramienta aplicada a la educación que permite organizar contenidos a través de elementos visuales y pequeños textos. Esta alternativa funciona porque el 80% de nuestro cerebro está diseñado para asimilar y procesar imágenes. Por ello, resulta muy útil y ayuda a los estudiantes con mayor habilidad visual a convertirse en mejores pensadores, ya que complementa su aprendizaje y facilita la generación de nuevas ideas.
Estos modelos han desplazado a las tradicionales técnicas memorísticas y sus resultados comprueban que los estudiantes han logrado un aprendizaje duradero y con niveles mucho más profundos. De esta manera, la innovación en el aula es una realidad permanente dentro de un entorno tan variado, que se vuelve imprescindible desarrollar nuevos modelos y estrategias que potencien el aprendizaje y conviertan al estudiante en el protagonista.
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