En años recientes, son cada vez más abundantes las referencias a la Cuarta Revolución Industrial (IVRI) en los medios de comunicación y en las redes sociales. Pero pocos conocen su origen y la forma en que nos impacta e impactará en los próximos años. Para hacer las cosas simples, podemos decir que la IVRI, llamada también “Industria 4.0”, es la era histórica que vivimos, cuyo nombre fue oficializado en el año 2016 en Davos (Suiza) durante la reunión anual del World Economic Forum. No obstante, el proceso se inició algunos años antes de su bautizo.
En efecto, la “Era de la Tecnología Consciente”, nombre técnico para la IVRI, comenzó en el año 2011, cuando, como parte de las actividades por el primer centenario de la IBM, los ejecutivos de esta compañía decidieron hacer competir a su supercomputadora WATSON en el programa de trivias de la televisión norteamericana Jeopardy!, donde enfrentaría a los dos concursantes humanos más ganadores de los últimos tiempos. WATSON no estuvo conectada a Internet pero superó con facilidad a sus contrincantes. Fue la primera vez que la inteligencia artificial superaba a humanos en un sistema complejo. Ya en 1997, otra supercomputadora de IBM, DEEP BLUE, venció en ajedrez a Gary Kaspárov, en ese entonces campeón mundial, pero el ajedrez es un sistema simple basado en reglas de juego fijas.
Por lo tanto, ya llevamos ocho años en esta nueva era, pero aún no tomamos debida conciencia de ello. La IVRI, a diferencia de las tres revoluciones industriales anteriores (la del vapor, de la electricidad y de la computadora personal) que se basaban en los cambios generados por una sola tecnología, se caracteriza porque su dinámica nace de la interacción de cuatro tecnologías: nanotecnología, biotecnología, tecnologías de la información y comunicación y las cognociencias, cuya convergencia —llamada NBIC— genera a su vez una serie de “tecnologías transformadoras”, conocidas así por su especial capacidad para transformar de manera significativa los modelos tradicionales de producir, hacer negocios e incluso nuestras costumbres y las formas en que nos entretenemos.
Algunas de estas tecnologías transformadoras, que vienen siendo empleadas para diseñar y ofertar nuevos e innovadores bienes y servicios, son la biología sintética, la edición de genes, la construcción de materiales nanoestructurados, la manufactura aditiva 3G/4G, el almacenamiento atómico y molecular de energía, el Internet de las cosas, el Internet 5G, realidad aumentada y virtual, la inteligencia artificial, la computación cuántica, entre otras. Cada una de ellas será explicada y conoceremos su impacto sobre la economía y la vida de los peruanos en los artículos posteriores que serán publicados en este espacio que RPP nos otorga periódicamente.
Lo cierto dentro de este océano de incertidumbres es que la vida no será la misma en las próximas décadas. Por primera vez en la historia, gracias al desarrollo de la ciencia prospectiva, la humanidad conoce cuándo empieza y termina una era. Ya hemos comentado cómo y cuándo esta era de la Tecnología Consciente o IVRI ha comenzado, pero también sabemos cómo terminará: con la llegada de la Singularidad Tecnológica, o simplemente “Singularidad”, que es el momento en el futuro en que la inteligencia artificial logrará tener la misma capacidad y funciones de la mente humana. Se espera que ocurra alrededor del año 2030. A partir de ese momento pasaremos a otra era en la que podremos comunicarnos directamente con las máquinas, sin necesidad de interface.
Resulta claro que la difusión de estas tecnologías transformadoras y la llegada de la Singularidad afectarán significativamente la economía peruana en términos de substitución de productos y el empleo de nuevas materias primas diferentes a las que sabemos producir y exportar hoy. El gran papel del Estado peruano es preparar a las empresas peruanas para transitar por este período de cambio tecnológico violento y ayudar a encontrar los nuevos segmentos y nichos de mercado donde podemos ser competitivos. Y en eso estamos trabajando.
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