La transformación digital es una gran tendencia a nivel mundial. La educación superior no es ni debe ser ajena a esto. Algunos aún creen que, por ejemplo, para transformar digitalmente bastaría con instalar un LMS (Learning Management Software), un sistema ERP (Enterprise Resource Planning) o algún otro sistema tecnológico sofisticado y muy costoso. El solo hecho de instalar una plataforma o sistema digital no es suficiente; no te transforma, digitalmente hablando, si es que ese sistema no ha sido adoptado de manera adecuada por los usuarios. Para lograr una transformación digital exitosa, antes se necesita pasar por un proceso de transformación a nivel personal, para que primero ocurra una transformación en la manera de pensar y así se puedan repensar los procesos apoyados en lo digital.
Durante el año, tengo la oportunidad de asistir a diversos eventos sobre innovación tecnológica en la educación. Las últimas conferencias discuten que hay una corriente de pensamiento que expone que los docentes irán desapareciendo poco a poco, a medida que las tecnologías abarquen más espacios dentro de la educación. Existe otra corriente, con la que personalmente coincido, que dice que en estos tiempos de cambio tecnológico acelerado la labor del docente es más importante que nunca. Los estudiantes necesitan que el docente se transforme en una guía que los conduzca a aprovechar las fuentes de información más relevantes y de calidad, y a utilizar las herramientas tecnológicas más beneficiosas de este océano tecnológico, de manera crítica, segura y responsable.
En el Perú, tomando como base datos del II Censo Universitario, realizado en 2010 (no hay un censo más reciente), el 70 % de los docentes universitarios debe tener aproximadamente 45 años o más. De acuerdo con Marc Prensky, reconocido escritor de libros en temas de educación, aquellas personas que han nacido antes de los primeros años de la década de los 80 son consideradas “inmigrantes digitales”, lo que quiere decir que no han nacido dentro de un entorno digital y tienen que esforzarse y aprender, así como lo hace un inmigrante al llegar a un nuevo país. A diferencia de nuestros estudiantes universitarios de pregrado, un 75 % tiene 24 años o menos, y al haber nacido después de la década de los 80, Prensky los llama “nativos digitales”. Los nativos digitales aprenden las tecnologías de manera más natural.
En consecuencia, estaríamos frente a una brecha generacional digital entre docentes y estudiantes. ¿Cómo ir acortando esta brecha? Una propuesta es la transformación, evolución e innovación por parte del docente que guíe este proceso de acercamiento intergeneracional. Necesitamos que los docentes impulsen en ellos mismos una mentalidad de desarrollo, que se propongan adquirir nuevos conocimientos y se atrevan a innovar dentro y fuera del salón de clases. Los espacios de aprendizaje están en todos lados y se pueden enriquecer hoy en día con una variedad de herramientas tecnológicas, y muchas son libres. Es cuestión de ser creativos y, más que nada, de tener mucha voluntad de innovar. Es responsabilidad de los docentes anticipar los cambios para poder educar y cubrir las necesidades que nuestros estudiantes nativos digitales necesitan para convertirse en los ciudadanos globales requeridos en el siglo XXI.
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