Las reformas institucionales suelen ser muy difíciles de alcanzar, pues es inmensa la resistencia al cambio de quienes se benefician con el statu quo. Aún luego de ejecutadas las reformas, ellos conspiran para revertirlas. Así se está evidenciando en el proceso de reforma de la calidad de las universidades, iniciada en 2014 con la dación de la Ley Nº 30220. Además del inmenso poder político que siguen detentando los empresarios de las universidades de garaje, cuyo licenciamiento felizmente denegó la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU), preocupan las credenciales de escaso compromiso con la causa de la mejora de la educación universitaria que caracteriza a los dos candidatos presidenciales en liza.
Desde una perspectiva histórica, la reforma de la calidad de las universidades es una de las cinco reformas institucionales más importantes realizadas en el Perú durante el ultimo siglo. Las otras son: la creación del Banco Central de Reserva, en 1922, y la Superintendencia de Bancos, en 1931; la reforma del sistema electoral, reconociendo el derecho de voto a las mujeres, en 1955, y universalizándolo, en 1979; la reforma agraria, de 1969, de discutibles resultados; y, la reforma del sistema tributario y reestructuración de la SUNAT, en 1991.
Hasta antes de la dación de la Ley Nº 30220, promulgada en julio de 2014, y de la entrada en funciones de la SUNEDU, en el Perú se venía produciendo una estafa masiva a los jóvenes, a quienes se les ofrecían estudios universitarios de paupérrima calidad y cuyas perspectivas de empleabilidad eran mínimas.
El primer ciclo de licenciamiento de universidades, desarrollado por SUNEDU entre 2015 y 2021, permitió empezar a denegar la autorización de funcionamiento a aquellas universidades carentes de las llamadas Condiciones Básicas de Calidad académica, infraestructural y administrativa; e impulsó a las restantes a mejorar sus estándares de desempeño. De las 141 universidades y 4 escuelas de posgrado existentes hasta entonces, solamente 94 recibieron licenciamiento para continuar operando y 51 no lo lograron.
El licenciamiento ha permitido mejorar diversos indicadores de desempeño entre las universidades licenciadas, tales como: número de profesores con posgrado y contratados a tiempo completo; volúmen y calidad de las investigaciones realizadas; número de publicaciones en revistas académicas indexadas de difusión internacional, etc.
En estos días SUNEDU está iniciando el segundo ciclo de licenciamiento de universidades, para lo cual ha sometido a consulta pública el marco conceptual y procedimental (“Modelo”) que guiará ese proceso, y que en esta oportunidad prestará especial atención al análisis de cumplimiento de las Condiciones Básicas de Calidad en el nivel de posgrado. Este enfoque es acertado y de urgente implementación, pues debe corregirse la inflación generada por la expedición masiva de títulos de maestría y de doctorado basada en programas de estudio e investigación de paupérrima calidad.
Existen diversos indicadores en el nivel de doctorado que confirman esa clamorosa ausencia de calidad: entre 2010 y 2018, el número de estudiantes se triplicó, pero el número de investigadores tuvo mínima variación. La tasa de admisión de postulantes, en 2018, en las universidades públicas y en las privadas societarias fue superior al 90%, y en el caso de las privadas asociativas fue de 77%. Destaca negativamente el caso de la Universidad César Vallejo, que según estadísticas oficiales concentró, entre 2010 y 2018, el 42% del total nacional de matrícula en programas de doctorado, no obstante que solamente el 3.3% de sus docentes registraban publicaciones en revistas académicas indexadas (WOS o Scopus), lo cual constituye un parámetro básico de medición de calidad en la educación de posgrado. Esta tasa de publicación es aún menor en el caso de los doctorados graduados en dicha universidad: 1.17%, entre 2015 y 2020; siendo el promedio nacional de 6% para el mismo periodo, ratio extremadamente bajo según estándares internacionales.
Según las mismas estadísticas oficiales, del total de 1,767 profesores doctores en los programas de doctorado existentes a nivel nacional, solamente 606 (34%) obtuvieron ese grado académico en universidades reconocidas dentro de los rankings internacionales de calidad, y el 40% lo obtuvieron en la misma universidad en la que enseñan. Y sólo el 15.6% de los profesores que son asesores tienen publicaciones registradas en revistas académicas indexadas.
Los dos candidatos a la presidencia de la república tienen trayectorias poco auspiciosas para asegurar la continuidad de los esfuerzos por mejorar la calidad de la educación universitaria. En la era del conocimiento y de la cuarta revolución industrial, resulta fundamental que el Perú mejore sustancialmente sus capacidades profesionales en general, y especialmente para producir investigaciones, desarrollos e innovaciones tecnológicas, que son pilares de la competitividad y de la productividad nacional y empresarial. Debido a nuestros lánguidos niveles de I&D+i, somos un país carente de soberanía tecnológica, pues hoy operamos dependiendo absolutamente de tecnologías desarrolladas y controladas desde el exterior, sin capacidad alguna para reponder ante eventuales disrupciones en la disponibilidad de las mismas.
Por el futuro de nuestro país y de sus nuevas generaciones, es indispensable que se garantice la autonomía y continuidad de gestión de SUNEDU. Muy acertadamente la Proclama Ciudadana: Juramento por la Democracia, elaborada por organizaciones religiosas y de la sociedad civil, exige a los candidatos presidenciales jurar que, de ser elegidos, fortalecerán la SUNEDU, lo cual resultaría antinómico con una eventual interferencia en el desempeño de sus funciones, y en particular del segundo ciclo que ha iniciado para el licenciamiento de universidades.
El respaldo ciudadano a la labor de SUNEDU puede también materializarse participando en la consulta pública que este organismo ha convocado en torno a su propuesta de nuevo Modelo de Licenciamiento. Próximos a conmemorar el Bicentenario de la Independencia, debemos todos los peruanos asumir el compromiso de defender el proceso ya exitoso de mejora de la calidad de la educación universitaria. ¡Se lo debemos a las nuevas generaciones!
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