
Cuando una universidad muestra, desde su nombre, su adscripción a una determinada confesión religiosa o su pertenencia a una asociación eclesiástica es evidente que, por razones de identidad institucional y por sus objetivos formativos, establecerá un currículo de asignaturas y de actividades en donde abiertamente se manifiesta dicha orientación religiosa. Por ello, una persona que opta por pertenecer a una casa de estudios imbuida en una determinada espiritualidad reconoce en qué espacio se encuentra.
En ese mismo sentido, en muchos de los ámbitos universitarios confesionales, no solo se forma en una experiencia religiosa madura, que busca dar testimonio de una vida coherente a partir de lo que se profesa. También son espacios en donde dicha religión y manifestaciones se convierten en objetos de estudio académico. De este modo, el estudiante universitario tiene acceso a una serie de temas confesionales que, desde una lógica crítica, son abordados reflexivamente. Es decir, esa fe vivida en términos cotidianos, también, pensada en términos académicos.
El diálogo entre la fe que se vive y la fe que se piensa, permite poseer elementos críticos para fundamentar con mayores bases aquello en lo que se cree. Asimismo, al creyente y al no creyente le da acceso a un hallazgo intelectual mayor: descubrir que la experiencia religiosa, sus instituciones y procesos, pueden ser estudiados desde diversas disciplinas. En efecto, la religión como un hecho social y como manifestación cultural, puede ser abordado desde la sociología o la antropología. Como proceso espacio temporal, en el cual se observan instituciones y mentalidades sujetas a un contexto, por la historia de las religiones. Asimismo, para problematizar sobre su razón de ser, sobre sus límites respecto a otras experiencias humanas, sobre lo que implica vivir humanamente a partir de una fe, la filosofía de la religión siempre tiene mucho que ofrecer a partir de un sinnúmero de preguntas.
Tener conciencia de todo lo que implica el universo temático de las religiones, nos hace observarlas con interés. Pues descubrimos que los procesos de la sociedad humana, tal como los conocemos, serían imposibles sin la existencia de las religiones. Las religiones han estructurado nuestra convivencia desde la aurora de los tiempos humanos. De ahí que conocerlas reflexivamente es fundamental para cualquier persona, joven o adulta, que se forma en una casa de estudios universitaria.
No debemos olvidar que, así como el ser humano produce, se organiza políticamente, establece costumbres, crea tecnología y artes, también se formula preguntas sobre su existencia, sobre el sentido de ella y el sentido de todo lo que le rodea. El humano, abierto a las trascendencias, testimonia desde la religión y desde la filosofía, sus inmensas interrogaciones y su necesidad de certezas para orientarse en la vida. La universidad es uno de los espacios privilegiados para profundizar en la condición transcendente del ser humano.
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