
Víctor Gómez Pin (Barcelona, 1944) es un destacado filósofo español. Su obra se ha centrado en la filosofía de la ciencia, la metafísica y la epistemología, con un interés particular en la relación entre el pensamiento científico y el humanismo. Es autor de una vasta obra filosófica, entre la que destacan títulos fundamentales como La Dignidad en Juego: En Torno a un Refrán de Quevedo (1993), donde explora la relación entre el lenguaje y la ética. Su libro El Rostro de la Medusa: Esbozo de una Fenomenología del Horror (2000) es otra obra clave, adentrándose en la esencia del miedo y lo monstruoso. También es relevante Entre la Geometría y la Niebla: La Matemática en la Filosofía Contemporánea (2012), que aborda la compleja relación entre la ciencia y el pensamiento filosófico. Finalmente, en El honor de los filósofos (2020) -que reseñamos en esta columna- aborda la búsqueda de la verdad llevada a cabo por filósofos y científicos, su compromiso con la razón crítica y su contribución al conocimiento humano, en medio de grandes riesgos vitales y políticos.
En esta oportunidad, coméntanos El ser que cuenta: La disputa sobre la singularidad humana (2025), que se centra en la controversia acerca de la posición única y excepcional del ser humano en el cosmos. La obra explora cómo diversas disciplinas contemporáneas, como la biología y la inteligencia artificial, desafían la tesis clásica de la singularidad humana. En su prólogo, el autor introduce la idea de que el hombre podría ser visto como "un animal entre otros", o incluso "un contingente y tardío escalón en la historia evolutiva", destacando la homología genética con otras especies y la creciente relativización de la distinción entre la facultad del lenguaje humano y los códigos de señales de otros animales. Este cuestionamiento inicial establece el marco para una profunda reflexión sobre la esencia de lo humano.
Una parte fundamental del libro se dedica a analizar los avances en la "inteligencia artificial" (IA) y su impacto en la percepción de la singularidad humana. El autor explora la tesis de si "cabe un pensamiento no animado", desafiando la antigua premisa aristotélica de que sin animales no habría conocimiento, al considerar la posibilidad de una inteligencia equivalente a la humana que carezca de vida. Gómez Pin detalla los prodigios logrados por entidades maquinales, desde el reconocimiento de dígitos y rostros hasta la traducción de lenguas, la composición musical y la creación artística, como el caso de la imagen The Electrician generada por un artefacto. El libro aborda la creciente inquietud social ante la posible sustitución de los humanos por algoritmos en diversas profesiones, incluyendo el arte, y la cuestión filosófica de si lo producido por una máquina puede considerarse verdaderamente una "creación" u "obra de arte".
Finalmente, la obra profundiza en el concepto de la "singularidad tecnológica", una hipótesis propuesta por Alan Turing y Von Neumann, y divulgada por Vernor Vinge, que sugiere una discontinuidad o ruptura cualitativa en el proceso evolutivo. Esta singularidad implicaría la aparición de entidades con una inteligencia superior a la humana, lo que podría conducir a la inviabilidad de la persistencia de nuestra especie. El libro no solo analiza la posibilidad de una homologación entre humanos y algoritmos en el registro del conocimiento, la capacidad creativa y la facultad moral, sino que también invita a una reflexión profunda sobre qué se entiende por espiritualidad e inteligencia, y si una verdadera "singularidad" de este tipo implicaría la emergencia de algo jamás contemplado, dotado de nuevas formas de juicio que trasciendan las capacidades humanas conocidas.
La obra se presenta como una oportunidad para reflexionar sobre el principal reto para el futuro de la humanidad: preservar y reivindicar la excepcionalidad del ser humano frente a las crecientes embestidas de la genética y, sobre todo, la Inteligencia Artificial. Gómez Pin advierte que estas disciplinas están cuestionando la convicción tradicional de nuestra singularidad, sugiriendo que podríamos ser un escalón transitorio en la evolución, susceptible de ser superado. El filósofo insta a una reflexión profunda para defender nuestra inteligencia frágil, surgida de la vida, y nuestra capacidad de "contar" y "dar cuenta de las cosas", elementos que nos distinguen de cualquier otra entidad.
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